Ecofeminismo: re-vincularnos con la tierra para una fe liberadora
Aporte de Las Magdalenas y Fe sin violencias, en su boletin digital
Vivimos en una época de crisis civilizatoria y climática. En esta época del año, en el sur del planeta, se produce la transición entre el invierno y el verano. La primavera es un momento de renacimiento en el ciclo vital natural. Es un tiempo de reinicio. El sol nos brinda más luz y calor, las hojas y las flores brotan y crecen anticipando la frescura que nos regalarán en verano. Es el reverdecer de nuestro entorno.
Esta época, con sus nuevos colores y aromas, nos invita a pensar: ¿cómo nos reinventamos cada vez, en el ciclo histórico de avances y retrocesos para la humanidad? ¿De qué está hecha la chispa que nos aporta luz y calor para renacer en la desesperanza?
Para caminar hacia una espiritualidad amorosa y enraizada en nuestra tierra, resulta necesaria la invitación a comprendernos como parte del ciclo de vida que nos marcan la naturaleza y sus ritmos. Los seres humanos somos parte, y no mero espectadores, de ese proceso.
Estamos en relación permanente con la naturaleza. Pero, como humanidad, también somos responsables de su destrucción. El capitalismo voraz entiende a los bienes comunes como mercancías, explotándolos sin ningún rasgo de solidaridad con las generaciones futuras.
Los incendios registrados en América Latina en los últimos meses, y la consecuente devastación del monte nativo, son la expresión más reciente y brutal del impacto de la lógica extractivista y patriarcal impuesta en nuestros territorios.
Por eso, en esta oportunidad, compartimos la pregunta: ¿cómo nos relacionamos con nuestra tierra? ¿Cómo impacta eso en la construcción de una espiritualidad liberadora y feminista?
Desde esta perspectiva, compartimos la siguiente reflexión de la teóloga Mary Judith Ress. Esperamos que sea una invitación a continuar la reflexión colectiva.
¿Qué puede ser más evidente que el hecho de que todo está conectado? ¿Qué puede ser más evidente que nuestro parentesco con todo lo que ha sido, es, y será? ¿Cómo es posible que hayamos olvidado lo que nuestros ancestros sabían intuitivamente? Porque en una época de nuestro desarrollo como especie, hemos desarrollado una manera de pensar y actuar que nos ha hecho creer que estábamos separados de las otras especies de la tierra. Y no solamente separados de, sino con un absoluto poder sobre las demás especies. Más aún, hemos pensado que la tierra era nuestra, para dominarla y someterla. Solamente en las últimas décadas hemos podido nombrar esta desviación. La nombramos el patriarcado: un sistema que califica todo en términos de dominación y subordinación, arriba o abajo, bueno o malo, superior o inferior.
Rosa Dominga Trapasso, religiosa de la Congregación misionera de Maryknoll que ha vivido más de 30 años en el Perú y es co-fundadora de Talitha Cumi, Círculo de Feministas Cristianas, escribía en el artículo de fondo: ‘El feminismo y la ecología no son movimientos aislados que han surgido casualmente en nuestros tiempos. Ecología y feminismo son más bien movimientos concordantes. Yo me atrevo a pensar que el feminismo necesariamente tuvo que evolucionar hacia el ecofeminismo al poner en evidencia las vinculaciones de todas las formas de opresión y violencia, desde la opresión en el interior de la familia hasta la destrucción del planeta. Al denunciar el androcentrismo y el antropocentrismo de la sociedad patriarcal y al oponerse a todas las manifestaciones de dominación de las mujeres y la naturaleza, el ecofeminismo apunta hacia la liberación humana y la armonización entre la humanidad y la naturaleza. Por eso, el mensaje del ecofeminismo afirma que la búsqueda de relaciones igualitarias y armoniosas entre las personas contribuye a establecer relaciones saludables y armoniosas con la naturaleza. En el mismo sentido, cuando nos oponemos a las violaciones de la naturaleza, estamos oponiéndonos a la mentalidad patriarcal que permite la violación de las mujeres’. (Rosa Dominga Trapasso, ‘Ecofeminismo: Revisando nuestra conexión con la naturaleza’, Con-spirando, No 4. junio, 1993, p. 2-6.)
Trapasso nos advierte que el ecofeminismo es mucho más que ponerse en favor de la conservación de los recursos. Para ella, es un proceso hacia una sociedad que rompe con el antropocentrismo y donde nos reubicamos entre todos los elementos de la creación. No será un camino fácil. Es realmente una política de resistencia, una lucha por el bienestar del planeta, una lucha por la transformación de todas las relaciones sociales”.
Las Magdalenas: feministas cristianas reunidas en torno a las teologías feministas de la liberación en América Latina. Sostenemos una interpretación de los textos bíblicos basada en las experiencias de las mujeres y las diversidades. Desde Argentina, buscamos construir comunidades de fe en las que se respeten la igualdad de géneros y las diversidades. Somos parte de la red Fe sin violencias, que busca visibilizar situaciones de violencia en los ámbitos de fe.