En memoria de Beatriz: una reflexión teológica en clave feminista
Por Theresa Denger y Alejandra Burgos | El Salvador
Marzo es un mes muy simbólico y, este año, muy importante y decisivo para la salud y la vida de las mujeres en El Salvador. En marzo se juntan la lucha por los derechos de las mujeres (8M) con la memoria del martirio de los beatos Rutilio, Nelson y Manuel (12M) y de San Romero (24M).
Marzo nos revela la conexión profunda entre los derechos de las mujeres y la fe, poniéndola a ésta a prueba de fuego: ¿puede la fe mover montañas o leyes, poniendo la compasión y solidaridad con las que sufren por encima de todo? ¿O capitula la fe ante el afán ciego por cumplir mandatos que se creen divinos pero que se vuelven violentos contra las más vulnerables? ¿Qué dice nuestra fe en vísperas de la Audiencia en la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el caso de Beatriz, una paciente de lupus e insuficiencia renal a quien el Estado salvadoreño, en 2013, negó la interrupción de su embarazo inviable y de alto riesgo, fomentando la prohibición absoluta del aborto?
En la Iglesia católica estamos en cuaresma, tiempo de oración y penitencia, de conversión y transformación, no sólo a nivel personal, sino también social y nacional. El profeta Isaías nos recuerda que el verdadero ayuno es “romper las cadenas de la injusticia” (Is 58,6). Esperamos que esta cuaresma sea un Kairós para la salud y vida de las mujeres en El Salvador.
Dos miradas religiosas sobre la historia de Beatriz
Sabemos que nuestra mirada creyente sobre la historia de Beatriz sólo es una entre muchas en el panorama religioso de El Salvador, y muy probablemente con poco peso. Constatamos con honradez que es otra mirada, totalmente diferente, a aquella que tiene mayor impacto en la conciencia religiosa colectiva en El Salvador. Y constatamos también que la cuestión religiosa se convierte en una cuestión de vida y muerte en un país donde la gran mayoría confiesa creer en Dios y donde la religión tiene gran impacto en la política, la educación, la salud, la cultura, etc. A continuación, presentamos dos miradas religiosas que llevan a posicionarse cada una de un modo distinto ante el caso de Beatriz y de muchas otras mujeres.
La primera está asociada a los grupos autodenominados “Pro vida” y parte del enunciado que toda vida humana es sagrada desde la concepción, idea que fue petrificada en 1854 en el mundo católico a raíz del dogma de la Inmaculada Concepción de María y que entró a la Constitución Salvadoreña en 1998. Este enunciado abstracto se fusiona fácilmente con el quinto mandamiento “no matarás” y juntos terminan tallados en piedra e intocables para luego ser aplicados a cualquier contexto y situación, sin variación ni diferenciación, pero con todo peso. De esta forma, el “no matarás” se aplica con especial rigor y rigidez a las mujeres embarazadas con complicaciones obstétricas, sentándoles a solas en el banquillo de las acusadas.
Otros culpables –como agresores sexuales y/o pederastas– no aparecen a la vista ni otros factores –naturales y sociales– más allá de la culpa. La fe en la norma y el castigo es tan fuerte en las personas que comparten esta visión que éstas llegan a la convicción de que, si un país castiga penalmente a las mujeres que han abortado y las encarcela, no habrá más abortos y a todos los embriones se le cumpliría su derecho a la vida. Sólo con esta convicción es posible hacer llamados públicos a rezar por el fin del aborto “para que se respete el derecho a la vida en la sentencia del Caso Beatriz”[1], como sucedió justo el miércoles de ceniza en este año frente a la sede de organizaciones litigantes salvadoreñas ante la Corte IDH.
Aunque esta mirada está, de alguna manera, vinculada al dogma católico de la Inmaculada Concepción de María, la vemos poco católica y poco cristiana por estar muy lejana de la mirada de Jesús y de su vida. La imagen de Dios que está detrás es la de un juez lejano –especialmente lejano de la vida de las mujeres– que las juzga duro y sin presunción de inocencia. Muy lejana del Jesús del evangelio cercano a quiénes sufren.
La otra mirada asociada a la lucha por la salud y vida de las mujeres parte de la realidad concreta de ellas, del contacto directo y acompañamiento comprometido, como también de un análisis racional de la situación de salud y las indicaciones médicas. Esta mirada es una mística de los ojos abiertos (J. B. Metz) que se deja afectar por el sufrimiento de las demás y se indigna ante la violencia, el abandono, la exclusión social del sistema de salud y la criminalización de los cuerpos. Desde aquí nace el activismo sororal y arriesgado en defensa de los derechos fundamentales a la salud y a la vida de las mujeres. Y el derecho a la vida implica también poder vivir los momentos de duelo y enfermedad cerca de la familia y las amigas, especialmente cuando se trata de algo tan sensible como la pérdida de un bebé. Este activismo es, a la vez, acompañamiento pastoral y apostolado político que busca transformar las condiciones de precariedad, exclusión y de salud en que viven la mayoría de las mujeres, para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10,10).
Creemos que esta mirada tiene muchas coincidencias con la vida, praxis y predicación de Jesús de Nazaret y que transmite –sin predicar– la imagen de un Dios cercano, compasivo y defensor de lxs pobres. Nos reconecta con este Jesús que curaba, abrazaba, perdonaba, reunía, compartía el pan con quiénes tenían hambre porque lo que más le importaba eran la salud y la vida de la gente (Mt 14,13-21); con este Jesús que, lejos de juzgar a la mujer que le tocó mientras sangraba, comprendió su necesidad y sintió “compasión por ella”(Mc 5, 24-35); con este Jesús que salvó a una presunta adúltera del feminicidio, desenmascarando la hipocresía y los pecados ocultos de los jueces masculinos (Jn 8,1-11).
¡Beatriz vive!
Desde nuestra mirada creyente descubrimos que la historia de Jesús –su pasión, muerte y resurrección– está íntimamente conectada con la historia de Beatriz. Así como Jesús, también ella fue estigmatizada y criminalizada, torturada y abandonada por las autoridades civiles y religiosas. Pero, así como en la resurrección de Jesús, también en su historia la memoria, el amor y la vida fueron más fuertes que el olvido, el odio y la muerte.
A pesar de su muerte[2] su memoria sigue viva. A Beatriz la recordamos como una mujer sencilla y alegre que nunca perdió la esperanza de educar y ver crecer a su hijo Mauricio, aun cuando estaba en un estado delicado por su segundo embarazo. La recordamos como una mujer que amaba y que estaba rodeada por una familia y una comunidad que la amaban y le brindaban compasión y solidaridad. Hablamos de los centenares de personas, sobre todo mujeres y jóvenes, que se sumaron a la lucha del movimiento feminista en la “Plataforma #BeatrizTieneDerechoAVivir” y que hoy se moviliza por toda América Latina y en distintos continentes diciendo “Justicia para Beatriz”.
Para Beatriz, en esa fuerza incansable de lucha en las calles, frente a la Corte Suprema de Justicia y en muchos otros rincones dentro y fuera del país estaba Dios actuando. Y desde la fe de Beatriz sentimos que el mismo Dios que ha resucitado a Jesús hoy resucita a las mujeres en El Salvador, levantándose –con ellas– contra unas leyes injustas que las condenan a la muerte y contra una sociedad inhumana que dice creer en Él pero que lo niega en la práctica. Beatriz no murió, sigue viva en la voz de quiénes luchamos hoy porque ninguna mujer y ninguna niña tenga que pasar por lo que ella pasó.
[1] https://twitter.com/40dias_sv
[2] Beatriz murió el 08.10.2017 como resultado de una infección nosocomial, según su autopsia, debido a la vulnerabilidad de su estado de salud, agravada por el tiempo que esperó para interrumpir su embarazo en 2013. Las infecciones nosocomiales (IN) son consecuencia directa de la atención médica y se definen como aquellas que no estaban presentes o en periodo de incubación al momento en que el paciente ingresó al hospital (Ver en: https://www.who.int/es/news/item/06-05-2022-who-launches-first-ever-global-report-on-infection-prevention-and-control).
Fuente: https://amerindiaenlared.org/
Griselda Delgado se retira después de 12 años transformadores como obispa episcopal de Cuba
La obispa de Cuba Griselda Delgado del Carpio lidera la recesión luego de la Eucaristía del 28 de febrero de 2019 que inauguró el 110o Sínodo General de la Iglesia Episcopal de Cuba. Foto: Lynette Wilson / Episcopal News Service
Hace unos días se anunció la jubilación de la primera mujer obispa anglicana, la Obispa María Griselda Delgado, en la iglesia Episcopal después de 12 años transformadores en Cuba. Fue la primera mujer en ocupar el cargo de obispo diocesano tanto en Cuba como en América Latina.
Siguiendo el proceso establecido por la Iglesia Episcopal, el Comité Permanente de la Iglesia Episcopal en Cuba supervisará la Diócesis de Cuba hasta que se nombre un Obispo interino en los próximos meses. El obispo interino guiará a la diócesis a través de la elección de un obispo permanente.
Nacida en 1955 en La Paz, Bolivia, la obispa Griselda se graduó de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz en 1981 con una licenciatura en sociología. En 1982 se trasladó a Cuba para ingresar al Seminario Evangélico de Teología en Matanzas, Cuba.
La obispa Griselda permaneció en Cuba después del seminario y fue ordenada como diácono en 1986. Poco tiempo después, llegó a Itabo, Cuba, un pequeño pueblo con poco conocimiento de Jesucristo, para servir en una propiedad de la iglesia con paredes desmoronadas y sin techo, conocida como Santa María Virgen. Se desempeñó como Rectora allí durante los siguientes 20 años, fue consagrada como Obispo Coadjutor de la Diócesis de Cuba en 2010 e instalada más tarde ese año como Obispo Diocesano de la Iglesia Episcopal de Cuba en la Catedral de la Santísima Trinidad en La Habana.
Como obispo, Griselda lanzó una agenda ‘radical’: transformar la Iglesia de un enfoque dentro de sus cuatro paredes a un enfoque basado en la comunidad para el beneficio de todos, independientemente de la religión. A lo largo de los años, la obispa Griselda ha liderado el cultivo de tierras alrededor de las iglesias para proporcionar cultivos y animales para alimentar a las comunidades y proporcionarles semillas para sembrar en cada cosecha. Ella comenzó la instalación de sistemas de purificación de agua y hoy en día hay 38 iglesias que cuentan con estos sistemas, proporcionando agua potable a cientos de miles de cubanos cada año. Durante su mandato, ya través del trabajo de su Programa de Desarrollo Misionero, también dirigió la transformación de iglesias en centros comunitarios vibrantes para todos en la aldea, especialmente para los débiles y vulnerables.
En 2018, la obispa Griselda dirigió con éxito la reunificación y reconciliación de la Iglesia Episcopal en Cuba con la Iglesia Episcopal de EE. UU., después de casi 60 años de aislamiento. Las ceremonias de reunificación celebradas en marzo de 2020 serán recordadas para siempre como un evento fundamental en la historia de las iglesias cubana y estadounidense.
La obispa Griselda ha sido una líder incansable, ha viajado muchas millas a través de Cuba, manejando un equipo de 20 o más clérigos, 51 comunidades y continuando sirviendo como párroco cuando surgía la necesidad. Además, ha sido una voz fuerte para la iglesia cubana en los EE. UU., buscando nuevos socios y simpatizantes.
Fuente: ALC Noticias
Hermenéutica campesina de la Biblia- RIBLA 89
RIBLA – Revista de Interpretación Bíblica Latino-Americana, 2023
La Hermenéutica Campesina de la Biblia viene de lejos, si tratamos de ubicarla en el tiempo cronológico de la presencia de las iglesias en las Américas, y de mucho más lejos si nos remontamos a las páginas de la Biblia, de significativa presencia en los artículos que pueblan este número 89. De mucho más lejos si nos vamos a las fuentes de las culturas y espiritualidades indígenas y afrodescendientes. Esta interpretación campesina de la Sagrada Escritura presenta diversas fuentes, imposibles de recoger en un artículo, incluso en los contenidos reunidos aquí. La mirada campesina a la Biblia registra un inmenso acumulado en todo el proceso de RIBLA en una inmensa descompensación con la mirada a las campesinas y los campesinos de carne y hueso en América Latina y el Caribe. El campesinado diverso en el Continente ha llevado sobre sí una larga historia de opresión, marginación, explotación, exclusión, alienación y extinción. En Colombia no existe en la Constitución Nacional, ni es considerado como sujeto de derechos.
Artículos con enfoques tan amplios y variados, que abarcan diferentes pasajes de la Biblia, nos permiten conocer el contexto campesino de los textos bíblicos, para iluminar la realidad campesina de nuestros días, en nuestro Continente.
Puede bajarse aquí: https://www.centrobiblicoquito.org/images/ribla/89.pdf
Reconfiguración del mandato de masculinidad
Reconfiguración del mandato de masculinidad en la figura parental en textos autoficcionales de Marcos Giralt Torrente, Guadalupe Nettel y Jeanette Winterson, texto de Lilia Irlanda Villegas Salas, Universidad Veracruzana.
Mediante el análisis de las relaciones de parentalidad en Tiempo de vida, El cuerpo en que nací y ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, de Marcos Giralt Torrente, Guadalupe Nettel y Jeanette Winterson respectivamente, se expondrá cómo la literatura autoficcional, en tanto ejercicio artístico, adquiere también una función capaz de reconfigurar la realidad patriarcal y, así, contribuir a desmontar un esencialismo estructural. La incipiente actualidad de estos autores constituye también una propuesta de escrituras descentralizadas o marginales leídas desde el Sur: literatura de los hijos parentales, literatura de mujeres y literatura con perspectiva homoerótica. Para ello, partiendo de una metodología comparatista literaria desde epistemologías de género del Sur, se ejemplifican y visibilizan costumbres heteronormativas de un contexto capitalista que deteriora la identidad de un yo relacional, en un sistema político, social y económico jerárquico y represor. Se realiza un análisis de personajes que rompen con la idea estereotípica de relaciones familiares, permitiendo así esbozar nuevas concepciones de identidad a partir de una serie de autores clave en el tema de la ruptura heteronormativa. La presente es una apuesta en favor de la literatura como un arte que, además de brindar goce estético, puede constituir una poderosa vía de concientización y transformación epistémica –es decir, del desplazamiento del deseo–, a partir de la experiencia humana, en general y, en particular, a través de la experiencialidad ficcional (cargada de tintes autobiográficos) de un yo-relacional que da cuenta de vicisitudes relacionadas con el mandato de masculinidad, entendido como “la obligación de dominio que recae sobre los hombres” de algunos personajes literarios. Tal obligación [y la] “investidura [social que se impone] a quienes cargan un cuerpo masculino” son cuestionadas e incluso transformadas en los textos seleccionados que, cuando son explorados en el marco de la educación superior, pueden contribuir a la educación inclusiva en el Sur global.
Se puede consultar aquí: https://revistas.upb.edu.co/index.php/escritos/article/view/8198
Racismo: Ideología del poder, poder de la ideología
Racismo: Ideología del poder, poder de la ideología: selección de textos y trazos contra los trastos de la humanidad (Primera edición. Breña: CHIRAPAQ Centro de Culturas Indígenas del Perú, 2011)
Racismo: Ideología del Poder, Poder de la Ideología tiene por objetivo sensibilizar y brindar información al público para comprometerlos en la lucha contra todo tipo de exclusión y fortalecer a las organizaciones indígenas en sus acciones de sensibilización y educación en sus respectivas comunidades, poniendo a su alcance textos fundamentales para la reflexión en torno al racismo. Desde CHIRAPAQ nuestro principal interés es la de acompañar y brindar a nuestras hermanas y hermanos andinos y amazónicos, los elementos e instrumentos para afirmar y ejercer nuestros derechos, para lo cual, problemas estructurales como el racismo, son un impedimento para sentirnos parte de un destino común como sociedad y como humanidad
URL: https://drive.google.com/file/d/1caVPUghv-18qj-LGk7oNmy0hXNPIrJ3B/view
El arte fronterizo de Tonantzin Guadalupe: Una diosa que libera a las mujeres LGTBIA+ mexicanas
Mónica Treviño Alvarez, defendió su Tesis para la Maestría en Estudios Críticos de Género y Teologia en la Comunidad Teológica de México y nos permite publicarla y compartirla con ustedes.
La necesidad de trabajar a Tonantzin Guadalupe desde las mujeres de la diversidad sexo-genérica es el eje de este trabajo.
Pueden bajarlo aquí:
https://drive.google.com/file/d/1kgSEpOgnEp0Xo4uhnuZYBHKzBajYbM4B/view?usp=sharing
#8M recordando a Lidia Poët, una mujer evangélica que fue la primera abogada de Italia
Desde que Netflix emitiera la mini serie sobre la abogada italiana Lidia Poët , la vida de esta mujer ha estado en varios medios de comunicación. Pero muchas ya la conocíamos porque no sólo fue una abogada brillante y adelantada a su tiempo, sino que fue una mujer de fe, de la comunidad evangélica Valdense en Italia. Lamentablemente Netflix, en sus licencias artísticas de un mercado que maneja sus propios códigos, no toma en cuenta nada de esa identidad cultural y religiosa que estoy segura fue clave para su educación y su libertad.
Claudia Florentin
Tomo datos bibliográficos publicados por Lidia Gallanti- Link al final de la nota
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Lidia nació el 26 de agosto de 1855 en Perrero, un pequeño pueblo del valle de Germanasca, en la provincia de Turín. Es la última de siete hermanos: sus padres eran terratenientes de la comunidad valdense, sensibles a las cuestiones de cultura y educación. Inmediatamente orientaron a sus hijos e hijas hacia los estudios: siendo aún adolescente, Lidia abandonó el hogar familiar y se unió a su hermano Enrico en Pinerolo, donde asistió a la escuela normal (equivalente a la escuela magistral). A los 17 años, queda huérfana de padre, pero no le falta el apoyo de su madre, que quiere ofrecer a su hija las mismas oportunidades que a sus hermanos. Lidia fue una estudiante brillante, con especial inclinación por las humanidades y los idiomas: hablaba cuatro de ellos -italiano, francés, alemán e inglés- y estudió griego y latín de forma independiente. Ocho meses después de obtener el título de maestra, logró también el certificado de fin de estudios clásicos.
Sin embargo, su inscripción en el registro de abogados duró poco: aceptada en agosto de 1883, fue anulada en noviembre siguiente, porque “es feo y de mala reputación ver a mujeres descender al gimnasio forense”. Sólo a la edad de sesenta y cinco años, en 1920, Lidia pudo reingresar en el registro profesional y permanecer en él, gracias a una ley del año anterior que reconocía todas las carreras a las mujeres, excluida la judicatura.
Al no poder ejercer su profesión durante mucho tiempo, Lidia dedicó gran parte de su vida a defender los derechos de las mujeres, los menores y los presos, llegando a ser presidenta del Comité Pro-Voto Femenino a partir de 1922 y participando en numerosos congresos penitenciarios internacionales como delegada italiana.
Lidia Poët no sólo fue la primera abogada de Italia: pionera de la emancipación femenina, fue una de las creadoras del derecho penitenciario moderno y una de las promotoras del sufragio universal.
Su historia rescata el derecho al trabajo y a la afirmación profesional en una época que todavía situaba a las mujeres junto al hogar, reservando las carreras y el poder a los hombres. 140 años después de su nombramiento y del acontecimiento que la convirtió en símbolo de tenacidad y emancipación, la vida de Lidia enseña la importancia de luchar por la propia causa y la conciencia de que la verdadera justicia va mucho más allá de una norma escrita.
A diferencia de muchos de sus compañeros, la joven decidió continuar sus estudios: desafiando los prejuicios de la época, se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad de Turín, a la que asistió con excelentes resultados. A los veintiséis años, fue una de las primeras mujeres en licenciarse en Derecho, con una tesis sobre la condición de la mujer en la sociedad en la que también abordaba la cuestión del derecho de voto. Hizo su aprendizaje en Pinerolo, en la oficina del senador Cesare Bertea, y luego se presentó al examen para convertirse en abogada. En 1883, su solicitud de colegiación fue aprobada por el Colegio de Abogados de Turín, con ocho votos a favor y cuatro en contra: a los veintiocho años, era la primera mujer abogada de Italia.
La noticia es recogida por la prensa, incluida la revista femenina “La donna”, que seguirá a la abogada durante toda su carrera. Al mismo tiempo, se multiplican los textos y artículos contra la abogacía de Lidia: el nombramiento es impugnado por el Fiscal General del Tribunal de Apelación de Turín, que pide su anulación. Las razones de ello se ponen de relieve en el pronunciamiento de 11 de noviembre de 1883, en el que se argumenta que la abogacía “sólo puede ser ejercida por varones”, mientras que las mujeres “no deben inmiscuirse”, porque “sería de mala reputación y feo ver a las mujeres descender al gimnasio forense y agitarse en medio del clamor de los juicios públicos”. Por no hablar del hecho de que se verían obligadas a ocuparse de asuntos que difícilmente corresponden a “mujeres honradas”.
La disertación se extiende a factores estéticos, como la incompatibilidad entre la toga y el “extraño y estrafalario atuendo” que suelen llevar las mujeres, con el riesgo de distraer con su presencia el curso regular de las vistas. El escrito termina con una advertencia: las mujeres no deben considerar un progreso “competir con los hombres” y convertirse en “iguales en lugar de compañeras”. El caso se somete al Tribunal de Casación, que confirma las exigencias del Tribunal de Apelación. La sentencia se basa en el principio de infrimitas sexus: Lidia no podrá ejercer en los tribunales por ser mujer, categoría a la que la ley excluía de la abogacía.
Dos “impedimentos
En los años siguientes, el debate se recrudeció y abandonó las salas de los tribunales para trasladarse a las plazas y los círculos culturales, donde se añadieron otras teorías contrarias a la emancipación de la mujer en la abogacía. La primera es de carácter médico: debido a la menstruación, se cree que una vez al mes una mujer no tendría la objetividad y serenidad necesarias para atender adecuadamente a sus clientes.
El segundo impedimento es de naturaleza jurídica: según el Código de Familia establecido en 1865, las mujeres no pueden acceder a cargos públicos ni gozar de autonomía económica (prerrogativa de los hombres de la casa). Lo mismo ocurre con la posibilidad de desplazarse de forma independiente y frecuentar lugares normalmente vetados al género femenino. Esto habría condicionado gravemente a una mujer abogada, minando su fiabilidad y eficacia profesional, y perjudicando así al cliente.
Surge la pregunta de por qué permitir que una mujer se licencie si no puede ejercer la profesión para la que estudió. La motivación es sencilla: la educación estaba permitida, pero sólo para proporcionar una cultura general útil para encontrar marido y asegurarse una buena posición social. Ser culta se considera un valor añadido para contraer un buen matrimonio, pero no para ejercer una profesión. Mientras el debate arrecia, Lidia no deja que eso la detenga: aunque no se le permite asistir a vistas judiciales ni firmar documentos judiciales, con los años sigue colaborando en el bufete de abogados de su hermano.
A principios del siglo XX toman forma las primeras movilizaciones femeninas: en 1908 se celebra en Roma el primer Congreso de Mujeres Italianas, en el que Lidia participa activamente, incluyendo en su programa temas como el sufragio universal, la emigración y la educación. Sobre este último tema intervendría en el Consejo Internacional de Mujeres, organizado en 1914 también en la capital. La contribución de Lidia se centra aquí en la asistencia moral y jurídica a los menores en Italia, juzgando inadecuados los sistemas coercitivos y punitivos (cárceles y reformatorios). Para ella, la educación escolar es el instrumento para garantizar un futuro a los jóvenes y un apoyo adecuado a las familias italianas.
Además de la defensa de los menores, Lidia se preocupó por los derechos de los presos y defendió el valor de la rehabilitación. En 1883 participó en el Primer Congreso Internacional de Prisiones, donde defendió la ineficacia de los planteamientos punitivos. Para ella, la redención social y moral de los presos pasa por la educación y el trabajo: entre las propuestas innovadoras, la posibilidad de proponer cursos de formación e iniciativas para devolver la dignidad a la persona y ponerla de nuevo en contacto con la realidad fuera de la cárcel. Los Congresos que se celebrarán en los próximos años configuran el moderno sistema penitenciario, del que Lidia será promotora, convirtiéndose en una figura de referencia a escala internacional en esta materia.
La Primera Guerra Mundial sacude los cimientos sociales en Italia y en Europa. El conflicto lleva a los hombres al frente, dejando a las mujeres al cuidado de los negocios y la familia. Lidia es testigo directo de este cambio y decide formar parte de él como voluntaria en el frente en las filas de la Cruz Roja, un compromiso recompensado con una medalla al final del conflicto. El cambio empieza a influir en la norma: en 1919 se propone un proyecto de ley para regularizar lo que naturalmente se había convertido en prerrogativa de las mujeres: el derecho al trabajo. El 17 de julio de 1919 se aprobó la ley número 1176 “Normas relativas a la capacidad jurídica de la mujer”, cuyo artículo 7 recoge el derecho de la mujer desde ahora a todo empleo público, con exclusión de las funciones en la judicatura, la política o el ejército.
Como discutirían los movimientos feministas de principios del siglo XX, tal ley era necesaria para poner orden en un mundo cambiado por la guerra, pero no suficiente para garantizar la ansiada igualdad. Convertidas ya en insustituibles para contribuir al bienestar de la familia, las mujeres disfrutaron de su primera emancipación real, pero seguían sin poder obtener puestos destacados en la sociedad. Esto, sin embargo, permite a Lidia ganar su batalla y consigue inscribirse en el Colegio de Abogados de Turín.
Lidia no se casó y no tuvo hijos: tras una vida dedicada al servicio de los demás, murió el 25 de febrero de 1949 en Diano Marina, donde pasó sus últimos años. Está enterrada en Perrero, en el valle que le dio origen. En el cementerio local, el epígrafe de su tumba la conmemora como “la primera mujer jurista de Italia”, recordando el ejemplo que supo aportar a las mujeres de su época, allanando el camino hacia una igualdad de género aún lejana, pero quizá por fin posible.
Datos traducidos del italiano por Claudia Florentin desde https://www.storicang.it/a/lidia-poet-prima-avvocata-ditalia_16020?fbclid=IwAR2uCMfnl4UOvalubFcjKha7eGGDnEmAqWITHsZ1gulDacOCWK20z189XjE