Nosotras en libertad- Libro web

Este libro web colectivo es una invitación a emprender un viaje imaginario para visitarnos. Somos más de doscientas mujeres que fuimos militantes en los ’70., en tiempos de la dictadura cívica militar.

Presas políticas que en la cárcel de Villa Devoto, en Argentina, empezamos a tejer una trama que, en libertad, supimos mantener.

Para llegar a nuestras casas -allí adonde la historia nos hizo anidar- ustedes podrán recorrer diferentes itinerarios, por nuestro país o el exterior. Serán guiados por estas mujeres que se nos parecen. Ellas caminan con jóvenes que podrían ser nuestras hijas y nietas. Con cada relato, les proponemos reflexionar sobre la vida y la militancia de ayer y de hoy. Acá estamos otra vez juntas.

Somos Nosotras, Nosotras en libertad.

Puede leerse, oírse aquí: https://nosotrasenlibertad.com/libroweb/

CONTRATAPA:

1200 presas políticas vivimos años de nuestra juventud en la cárcel de Villa Devoto.

Nos decían “de acá salen locas o muertas”.
“Cuando estén afuera no van a servir para nada”.
Salimos. Sobrevivimos.

Habitamos en países distintos y en distintos lugares de nuestro país.
Sentimos la responsabilidad del después.
Somos la memoria de todas.

Por eso, escribimos lo que pasó en la cárcel,
declaramos en los juicios
y militamos por lo que creemos.

Hicimos vida, mucha vida.
Y de eso hemos hablado en este libro
porque no estamos ni muertas ni locas.

Libres para amar

«En los últimos años he tenido la oportunidad de leer algunos libros cubanos en cuyas páginas, con menor o mayor acierto, se incluyen historias de mujeres lesbianas. Este no tiene nada que ver con esos.

No se adentra en la experiencia sexual de las mujeres que se encuentran en espacios solitarios e íntimos para encontrar placer entre ellas. Tampoco busca alimentar fantasías eróticas ni responder a las interrogantes de quién es el hombre y quién es la mujer en la pareja. Cuestiones ancladas en un imaginario que se resiste a superar la heterosexualidad, en el que no florece una sexualidad que se inventa y reinventa según las necesidades de quienes la construyen.

Este expone en sus páginas las trayectorias de vida de las mujeres lesbianas o no, sus vicisitudes y sus logros, sus reclamos y sus luchas para habitar como sujetos de derechos en escenarios en los que la heteronorma y el heterosexismo alimentan el estigma y la discriminación; las mismas que, día a día, reivindican sus derechos como humanas y como cubanas. ¿Qué reflexiones me promueve su lectura?»

Ada Caridad Alfonso en las palabras de presentación del libro Libres para amar, una complicación de entrevistas publicada bajo el sello de la Editorial Caminos del Centro Memorial “Martin Luther King”, en alianza con SEMlac Cuba.

Puedes descargar el libro en el siguiente enlace:

https://www.redsemlac-cuba.net/…/LIBRO-Libres-para-amar…

Cinco mujeres ocupan cargos en la nueva conducción de AIPRAL

Se concluyeron las actividades de la XIII Asamblea General de la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina-AIPRAL. Resultó electo el nuevo Comité Ejecutivo y la Secretaría Ejecutiva para este período de la Alianza.

En el nuevo Comité realizarán sus actividades cinco mujeres de diversos países: la Vicepresidenta es Berla Andrade (Parte de Con Efe Comunicaciones), de Venezuela; la Tesorera Yasmin Mosquera, de Colombia; la Directora de Jóvenes es chilena, Emilia Ahumada Tapia en tanto la Directora de Mujeres es la uruguaya Blanca Geymonat. La flamante Secretaria Ejecutiva es la pastora Dora Arce Valentin, de Cuba. La Ruah bendiga la tarea de estas mujeres en la Alianza, junto a todo el Comité electo.

Gracias a Dios fue posible desarrollar en tres sesiones virtuales del 21 al 23 de abril la agenda de trabajo y finalizar con las directivas y hoja de ruta que la Asamblea propone para continuar con la misión de AIPRAL como referente de la fe reformada en el continente.

El jueves 21 de abril a las 16 horas de Uruguay se dio inicio a las sesiones de la XIII Asamblea General. El plenario mayor de AIPRAL fue precedido por la Pre-Asambleas de Jóvenes y la de Mujeres en febrero, además de las Conferencias Públicas a principios de abril. Las conexiones permitieron la participación de 39 delegadas y delegados de las actuales 20 iglesias miembros de la familia reformada latinoamericana.

En sesión del día sábado 23, tras aprobar los últimos acuerdos, se procedió a votar a través de la herramienta de votación de la plataforma Zoom donde se desarrollaba la sesión, con la sola presencia de los 39 delegadas y delegados con voto, al nuevo Comité Ejecutivo.

Presidente: WERTSON BRASIL DE SOUZA (Brasil)

Vicepresidenta: BERLA ANDRADE DE VARGAS (Venezuela)

Tesorera: YASMÍN MOSQUERA GARCÍA (Colombia)

Directora de Dpto. de Jóvenes: EMILIA AHUMADA TAPIA (Chile)

Directora de Dpto. de Mujeres: BLANCA GEYMONAT GONNET (Uruguay)

Director de Dpto. de Teología y Misión: PAULO C. M. PEREIRA JR. (Brasil)

Director de Dpto. de Justicia y Comunión: DAN GONZÁLEZ ORTEGA (México)

Secretaria Ejecutiva: DORA ARCE-VALENTÍN (Cuba)

Obispa luterana Izani Bruch fue nombrada Capellana de la Moneda

La obispa Izani Bruch de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile, fue nombrada esta semana capellana evangélica del Palacio de la Moneda. La ceremonia de instalación se realizó este jueves con la presencia del Ministro Secretario General de la Presidencia, Giorgio Jackson, junto a diversos líderes del mundo evangélico.

“Asumo con alegría y con esperanza; espero que podamos desarrollar alguna capellanía que sea amorosa, que sea respetuosa de las diversidades del mundo evangélico en Chile. El mandato que recibimos es abrir espacios, dialogar con todas las diferencias y desde esa postura del gobierno vamos a hacer el trabajo que corresponde en la Moneda”, dice Izani, en diálogo con ALC Noticias.

La iglesia Luterana en Chile saludó en redes sociales a la Obispa, felicitando “este reconocimiento a su trayectoria de 30 años”. Bruch llegó como estudiante de teología desde Brasil a Chile, y luego fue vicaria, pastora, obispa, y también activa participante del movimiento ecuménico y de diversas redes de trabajo de la sociedad civil ligadas a los derechos humanos.

Izani Bruch es Licenciada en Teología de la Comunidad Teológica Evangélica de Chile, obtuvo su maestría en la Facultad Luterana de Sao Leopoldo en Brasil, y fue ordenada pastora en 2002. Durante 10 años ejerció esa función en la Congregación La Paz de Osorno, y desde 2013 es la pastora de la Congregación el Buen Samaritano en Peñalolén, Santiago.

Desde 1999 se concedió bajo ley el estatus legal de igualdad a todas las iglesias y religiones registradas en Chile. Como parte de la aplicación de dicha ley, el gobierno ha instituido una capellanía Evangélica. De los 16 millones de habitantes de Chile, aproximadamente el 17% son protestantes de acuerdo al censo de 2017.

En las capellanías al interior de La Moneda existen tres autoridades religiosas: católica, evangélica y judía (desde el 2012), figuras encargadas de mantener relaciones entre el mundo religioso y el laico, una herencia histórica que se mantiene desde hace más de un siglo cuando en 1925 fue suprimido el vínculo entre el Estado y la Iglesia. 

Las funciones del capellán en La Moneda, principalmente, buscan “representar al Gobierno frente a entidades religiosas”, pero más allá de ser un nexo entre los credos y el Ejecutivo, el nombramiento no es algo accesorio. De hecho, entre sus objetivos estratégicos definen “promover la efectiva Igualdad y Libertad religiosa en Chile”, además de “propiciar el diálogo interreligioso”.

“Hay quienes se oponen a la existencia de este cargo dentro de las dependencias de Palacio. Esto, pues señalan que más allá de sus facultades su presencia no se justifica. Tal es el caso del académico de la Universidad Católica, Jorge Precht, quien en una columna de opinión publicada en Diario Constitucional donde entre los argumentos que plantea, sostiene un problema de igualdad ante la ley, incompatibilidad con la laicididad del Estado y el fortalecimiento de la ONAR, si es que la intención es tener asesorías en materias eclesiásticas”, afirma el medio chileno Interferencia,

La pastora Juana Albornoz, fallecida hace un año, fue la primera mujer en ser nombrada Capellana Evangélica en el Palacio de La Moneda.

Fuente: ALC Noticias

“Hoy son las mujeres, los feminismos ecoterritoriales, quienes acuñan nuevos horizontes”

La investigadora y escritora argentina Maristella Svampa (*) piensa alrededor de los ecofeminismos y las experiencias territoriales en defensa del ambiente, en el marco de los Encuentros de Formación Política que el Fondo de Mujeres del Sur (FMS) impulsó durante 2021.

Compartimos su intervención, que aporta claves valiosas para seguir reflexionando sobre la intersección entre justicia ambiental y justicia de género, desde una perspectiva latinoamericana.

Los Encuentros de Formación Política son una instancia de formación y pensamiento común que articulamos desde el FMS con activistas e investigadoras, para indagar y compartir visiones sobre los debates y las realidades actuales de los movimientos feministas y de la diversidad en nuestra región.

Buenas tardes, es un gusto estar en compañía de tantas mujeres luchadoras, mujeres que este mundo –que entra en colapso, que está en colapso– necesita tanto. A mí me pidieron hacer una introducción sobre ecofeminismos y lo que yo denomino feminismos ecoterritoriales, así que voy a hacer una división entre estos dos temas, planteando las conexiones, y subrayando la diversidad de tramas y narrativas que hay a lo largo de los feminismos ecoterritoriales en América Latina.

En primer lugar, es importante reconocer que el ecofeminismo, que tiene hoy en día una gran actualidad, es una corriente de pensamiento pero, sobre todo, es un movimiento social. Un movimiento social que no nació en la academia o en la universidad sino en la calle. Es la lucha de mujeres que se juntaron, que construyeron un colectivo para luchar contra la cultura de la muerte que simbolizaban la Guerra Fría y la amenaza de la guerra nuclear. En nombre de la cultura de la vida es que nace el ecofeminismo y, en el marco de este surgimiento, hacia los años 70 en Estados Unidos, comienzan a plantearse estos lazos, o esta certeza, de que existe efectivamente mucha similitud entre la opresión hacia las mujeres y la opresión y la explotación de la naturaleza.

Estas dos cuestiones están conectadas: las mujeres son inferiorizadas, son consideradas irracionales, emocionales, sensibles; más aún, uno podría decir, impuras, y por eso están más cerca de la naturaleza; mientras que la naturaleza es devaluada, desacralizada y explotada, porque esto se apoya en su feminización. Esto es importante tenerlo en cuenta porque lo que las ecofeministas pusieron en la agenda es el hecho de que, detrás de esta doble opresión, está la idea de dominación: de dominación del hombre sobre la naturaleza, de dominación del hombre sobre la mujer. Idea que se fue configurando al calor de paradigmas binarios, que oponen al hombre a la mujer; la sociedad a la naturaleza; lo público a lo privado; el occidente al no occidente; la razón a la emoción.

En virtud de ello, este paradigma binario lo que hace es caer en lo que se denomina una lógica de la identidad. ¿Qué quiere decir esto? Que solo se reconoce aquello que es considerado el polo positivo: el hombre, la sociedad, la razón; mientras que es devaluado y desvalorizado todo aquello que es diferente: la mujer, la naturaleza, la emocionalidad. Entonces, esta es de alguna manera la base del patriarcado occidental, este paradigma binario que se fue consolidando a lo largo de siglos y que devalúa el trabajo que hace la mujer, sobre todo en el orden doméstico, en relación con la reproducción social, en relación a los cuidados, así como devalúa también el trabajo de la naturaleza en relación a la reproducción de los ciclos, considerándola infinita, ilimitada y, por supuesto, exterior al ser humano.

Así que el punto de partida es que el ecofeminismo invierte el estigma de esta asociación entre mujer y naturaleza y lo hace por dos vías: por un lado, muestra que es posible otra conexión con el cuerpo y con la naturaleza y, por otro, que en definitiva todos somos naturaleza y de lo que se trata es de “renaturalizar al hombre” (como diría Yayo Herrero).

Lo mismo hace en relación a los cuidados. Es bueno subrayar la importancia que tienen los cuidados, sobre todo al calor de la crisis ambiental, pero, más importante aun, es necesario colocarlos como un derecho, afianzando un proceso de políticas públicas que garanticen la universalización de los cuidados, para que este no recaiga solo sobre las mujeres y, además, sobre las mujeres pobres. Los hombres tienen que involucrarse activamente, eso es parte del mensaje ecofeminista en términos de horizonte societal.

Lo que plantea es otro vínculo con la naturaleza, narrativas relacionales que se fundan en la interdependencia, en la complementariedad y que, por ende, colocan la ecodependencia en el centro. Por otro lado, un paradigma de los cuidados que implica su reconocimiento como derecho, un derecho básico, que debe ser universalizado y por ende involucrar a los hombres.

Ahora bien, los feminismos en América Latina, sobre todo los feminismos territoriales, han peleado desde el comienzo defendiendo las condiciones de vida, sobre todo ante el impacto de las industrias y de los viejos y los nuevos extractivismos. Esa es una de las características fundamentales, porque en América Latina y, en líneas generales en el sur, el protagonismo de las mujeres ha sido siempre fundamental, y estas problemáticas ligadas al cuidado, ligadas a la relación con la naturaleza, están, sin duda, en el centro.

En esa línea, yo prefiero hablar de feminismos ecoterritoriales, o ecofeminismos del sur, para dar cuenta de estos feminismos que luchan contra la expansión de la frontera extractiva, y también de esos feminismos que denuncian el impacto sociosanitario de los modelos industriales o de los extractivismos de larga data: los pasivos ambientales y las desigualdades ambientales que ya conocemos.

Una de las características fundamentales de los feminismos ecoterritoriales del sur es que nacen en los márgenes. No son feminismos de clases medias. Son feminismos que involucran a mujeres de zonas rurales, periféricas, pobres, indígenas, campesinas, afro que luchan por tener visibilidad y, muchas veces, por desnaturalizar una situación de sufrimiento ambiental, y que hoy se movilizan en contra de la expansión de las fronteras del extractivismo.

Al principio, muchas de ellas no se consideran feministas. Esto es importante tenerlo en cuenta, porque es en el proceso mismo de lucha, en ese vaivén entre lo público y lo privado o, si ustedes quieren, en la lucha acuerpada en los territorios, en el que luego se da el retorno a lo privado, y es en ese retorno donde se experimenta la opresión patriarcal. Es ahí cuando las luchas comienzan a devenir también feministas y las mujeres comienzan a ponerle ese nombre a la violencia patriarcal que padecen en sus propios hogares. Así que no es posible etiquetarlas como feministas sin más, sino que esto se ha ido construyendo y todavía hay reticencia en algunas organizaciones o colectivos, porque los feminismos aparecen asociados a los feminismos occidentales, de clase media, cuyas temáticas son otras.

Este es un feminismo que incorpora temas nuevos tanto a la ecología como al campo feminista, ampliando las narrativas y las tramas que se van tejiendo. En esa línea, quiero destacar que, en la relación que se va construyendo con diferentes colectivos, organizaciones no gubernamentales, profesionales, los feminismos ecoterritoriales en América Latina han crecido y han ampliado sus narrativas. Sobre todo, en el diálogo con las mujeres jóvenes y también de otras clases sociales, desde una mirada no jerárquica, esa que ha democratizado, o al menos ha comenzado a democratizar, también la esfera feminista.

Hay, por lo menos, cuatro narrativas fundamentales a la hora de analizar los feminismos ecoterritoriales en toda la región latinoamericana. Voy a resumir rápidamente, porque seguramente luego hablarán las propias protagonistas de estas luchas.

Hay una problemática muy ligada a la afectación ambiental y las zonas de sacrificio, vinculada a los modelos industriales consolidados hace tiempo y a los viejos extractivismos. Mujeres en zona de sacrificio en Chile, por ejemplo, en la región de Puchuncaví, representan esa lucha; pero también en la cuenca Matanza Riachuelo, en el conurbano bonaerense, en Argentina. Hay un trabajo de las activistas por desnaturalizar el sufrimiento ambiental, el hecho de vivir en un contexto tóxico, y el empezar a construir un lenguaje en torno a la justicia ambiental, que también se declina en términos de clase y etnia.

Esto es fundamental, porque es una narrativa que comienza desde cero, tratando de luchar contra la naturalización de la pobreza, del sufrimiento ambiental; porque desde el origen ha habido una superposición, una coincidencia, entre el mapa de la contaminación y el mapa de la pobreza. Ahí tenemos elementos muy importantes que, inclusive en América Latina, han dado origen a una epidemiología crítica, porque han sido las mujeres las que han ido mapeando los barrios, los impactos sociosanitarios de los modelos de mal desarrollo, sea el modelo industrial, el sojero o la expansión petrolera. Ese es uno de los elementos, una de las tramas.

La segunda, que creo yo tiene una gran centralidad, al calor de la expansión del neoextractivismo, es la asociación entre agua y territorio. El agua es para la vida, no para la minería, no para el fracking, no para las represas, no para los monocultivos, porque, efectivamente, el agua es un bien cada vez más escaso y está en el centro de la disputa.

Lo que hoy vemos es una serie de luchas contra diferentes tipos de extractivismos sedientos de agua, en donde las mujeres luchan precisamente para afirmar la sostenibilidad de la vida a través del cuidado del agua. El agua se necesita para la vida, no para estos extractivismos que destruyen los ecosistemas y la biodiversidad. Hay toda una ecología política del agua, una ecología política feminista del agua, que atraviesa las luchas contra el extractivismo en América Latina y me cansaría de dar ejemplos, no solo en relación con la lucha contra la minería sino también contra la expansión de la frontera petrolera y las mega represas.

En tercer lugar, hay un tema, cada vez más importante, que tiene que ver con la denuncia de la violencia. La violencia que es patriarcal, colonial y extractivista, y su relación con los cuerpos y territorios. Esta narrativa de los cuerpos, la tierra y los territorios nació en América Central, de la mano de mujeres indígenas como Lorena Cabnal, y se ha expandido en toda América Latina, en distintos colectivos, porque efectivamente pone en el centro el tema de la violencia, y abre un horizonte en el cual la sanación, la resiliencia, aparecen como el rol fundamental que tienen las mujeres a través de la tarea colectiva.

Es muy importante subrayar el rol de apoyo que tienen en esto los distintos colectivos feministas, de mujeres jóvenes, que vienen apoyando estos talleres de sanación para efectivamente dar visibilidad a esta violencia que entra en los cuerpos tanto como en los territorios. Es una narrativa muy disruptiva, muy interpelante, diría yo, que hoy se expande por América Latina.

Y la última, aunque seguramente no estoy agotando las narrativas y los feminismos ecoterritoriales, es la que está ligada a la soberanía alimentaria, a los feminismos campesinos e indígenas que ponen en el centro otros modos de habitar el territorio, otros modos de producir la tierra, y que denuncian también la desigualdad en la distribución de la tierra porque, ustedes saben, a nivel global, el 75 por ciento de las tierras son trabajadas por mujeres, mientras que solo el tres por ciento de esas mujeres son propietarias. Esto se da en el marco de esa categoría central que la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y la Vía Campesina han venido sosteniendo, la de la soberanía alimentaria. Sobre todo, el paradigma de la agroecología, que cada vez se instala de manera más firme y que se opone a aquel que encarna la violencia ambiental, que es el paradigma de los agronegocios.

Mujeres del Taller Flotante

Entonces, tenemos un espacio de geometría variable, de feminismos ecoterritoriales muy potentes que van recreando nuevas narrativas, que introducen nuevos temas tanto para la ecología como para los feminismos, democratizando a estos últimos y, sin duda, haciendo grandes aportes en este contexto de crisis ambiental. Cerraría subrayando que, si ustedes observan las luchas ecoterritoriales de los últimos 15 o 20 años, podemos afirmar que ha habido un desplazamiento en términos de protagonismo social. Si alrededor del año 2000, el inicio del ciclo progresista o la llamada “marea rosa”, tuvo a los pueblos originarios como aquellos que acuñaron las grandes categorías y horizontes de nuestra gramática política, al final del ciclo y en la actualidad son las mujeres, los feminismos ecoterritoriales, los que acuñan nuevas categorías horizonte, sobre todo al calor de la crisis ecológica.

Eso es importante que lo tengamos en cuenta a la hora de intervenir en el debate sobre la transición ecosocial justa que requiere de la construcción de un movimiento transambiental, que tendrá sin dudas a las mujeres y a los feminismos ecoterritoriales como grandes protagonistas; a partir de un ecofeminismo que se nutre mucho de la interconexión con la naturaleza y de una epistemología de los afectos y las emociones. Muchas gracias.

(*) Maristella Svampa es investigadora, docente y escritora. Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y Doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Ha recibido varios premios y reconocimientos, entre los cuales se destacan el Premio Konex de platino en Sociología (2016) y el Premio Nacional de Ensayo Sociológico por su libro Debates latinoamericanos. Indianismo, Desarrollo, Dependencia y Populismo (2018). Coordina el Grupo de Estudios Críticos e Interdisciplinarios sobre la Problemática Energética (www.gecipe.org) y, desde 2011, es miembro del Grupo Permanente de Alternativas al Desarrollo.

Se autodefine como una intelectual anfibia, que piensa en clave latinoamericana. Sus investigaciones abordan la crisis socioecológica, los movimientos sociales y la acción colectiva, así como problemáticas ligadas al pensamiento crítico y la teoría social latinoamericana.

Fuente: https://www.mujeresdelsur.org/

Las domadoras del Paraná

Periodista: Carina Bazzoni

Fotoperiodista: Celina Mutti Lovera

Fuente: https://territoriosyresistencias.com/

En medio de la pandemia de Covid-19 y la extraordinaria bajante del río Paraná, una cooperativa busca mejorar los ingresos de un grupo de mujeres que vive de la pesca artesanal, uno de los eslabones más delicados de la emergencia hídrica que afecta a siete provincias argentinas, entre ellas las del Litoral.

“Es lo que hay”, dice María Barrios y se encoge de hombros. Las cuatro palabras suenan cada vez con más frecuencia en el galpón de la Cooperativa de Trabajo ”Fisherton – Pueblo Esther”, estratégicamente ubicado frente al Paraná, en la bajada Balbi, a unos 30 minutos en auto de la ciudad de Rosario (la urbe más poblada de la provincia de Santa Fe).

Mientras habla, la pescadora y referente de esta cooperativa mira los cinco sábalos plateados que sacó del río ese miércoles, después de una larga jornada de recorrer las redes sin mucho éxito. De a uno, los acomoda sobre una tabla, los mide con las manos y hunde el cuchillo en la panza blanca y blanda. Con pericia, en unos minutos despina la poca pesca del día.

En los primeros días de otras primaveras, la mujer hubiera vuelto con su canoa repleta de pescados. Pero en los dos últimos años las desgracias cayeron como plagas en este barrio de pescadores artesanales. A mediados del año 2019, antes del inicio de la pandemia de Covid-19, el Paraná comenzó un proceso intenso de pérdida de caudal que lo llevó en 2021 a su peor bajante en más de 70 años.

La reducción del nivel del río, uno de los más bravos de América, no sólo es abrupta sino prolongada. Entre las causas determinantes para la histórica bajante se encuentra el déficit de precipitaciones en las cuencas brasileñas del río Paraná, del Uruguay y del Iguazú, en un escenario de mayor variabilidad climática como consecuencia del calentamiento global y de cambios profundos en el uso de la tierra por la extensión de la frontera agropecuaria a lo largo de toda la cuenca.

Después de analizar las mediciones de los caudales medios diarios del Paraná a lo largo de 117 años, desde 1905 a 2021, investigadores de la Universidad Nacional de Rosario concluyeron que “la disminución observada en los años 2020 y 2021 puede relacionarse sustancialmente a lluvias medias anuales muy por debajo de las consideradas normales en el último período”. Esto destaca un trabajo presentado en las XV Jornadas de Ciencias, Tecnologías e Innovación de la universidad pública rosarina que lleva las firmas de Pedro Basile, Gerardo Riccardi y Marina García.

La bajante de estos últimos dos años transformó el paisaje de los humedales: las costas se ampliaron, dejando a la vista la arena y el limo que le dan al río su color marrón y emergieron varias maravillas que habían quedado sepultadas por el agua: fragmentos de un viejo puente en la ciudad de Santa Fe, antiguas anclas a la altura de Ramallo y, en la ciudad de Paraná, una ermita de la Virgen de Guadalupe que se había hundido a principios de 1991 tras una creciente.

En la zona de islas, los cambios fueron más sobrecogedores. Muchos de los riachos y lagunas que dependen del cauce principal del río se secaron y los peces perdieron parte de su lugar para reproducirse.

Los cinco sábalos que limpia María en el galpón de la cooperativa de pescadores, son otra cara de la crisis ambiental: “Las lagunas donde íbamos a buscar el pescado están secas. En la isla ahora hay campos sembrados, hay máquinas, hay vaquitas. Está todo arrasado”, señala la mujer y pronostica: “si esto sigue así, en dos años nos quedamos sin pescados”.

Resistir juntas

La cooperativa de pescadores Fisherton de la localidad de Pueblo Esther nació hace diez años. Está integrada por 19 personas, donde las mujeres son siete, la mayoría dedicada a la elaboración de alimentos en base a pescado.

María está al frente del proyecto, que busca sumar valor agregado al trabajo de las y los pescadores. En el grupo están quienes pescan, quienes limpian y despinan y quienes cocinan las empanadas, albóndigas, milanesas o canelones que, congelados, venden en ferias y mercados.

“La vida del pescador y de su familia es durísima”, afirma Marcela Báez, cuñada de María y jefa de cocina. El adjetivo no alcanza para resumir las muchas horas de trabajo a la intemperie, de noche, de madrugada, con frío, con lluvia, con sol, con mosquitos, con el cuerpo cansado y la humedad que cala los huesos; sin sueldo fijo ni beneficios sociales.

La cooperativa nació como un intento de enmendar esta cadena de miserias, de mejorar los ingresos de las y los pescadores y, al mismo tiempo, cuidar el recurso de la voracidad de los frigoríficos que pagan poco por el pescado: aún en épocas de escasez de oferta, como la actual, la retribución por el kilo de sábalo puede llegar a 100 pesos, hasta cinco veces menos de lo que se vende en algunos supermercados del centro de la ciudad de Rosario, que apenas alcanzan para comprar medio kilo de pan.

El proyecto comunitario se volvió imprescindible a medida que el Paraná redujo su caudal. En el invierno de 2021, el río bello y bravo, el segundo más largo de Sudamérica después del Amazonas, atrajo la atención de la prensa argentina y de medios internacionales, como el diario New York Times o la cadena Al Jazeera.

“El Paraná se marchita” o “El nivel del río se desploma” alertaron en títulos que intentaban resumir la tragedia ambiental que tensiona el pulso de este torrente por el cual, en el 2020, circularon el 70% de los granos, el 96% de los aceites vegetales y el 96% de las harinas que explican el 37% de las exportaciones agrarias de Argentina, según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario.

Pero esos números no bastan para medir las consecuencias del descenso de las aguas. Para Maria, Marcela y sus compañeras y compañeros de la cooperativa, el retiro del río no solo lastima su flaca economía sino también su historia, y siembra preocupación sobre el futuro.

Con ritmo de cumbia

Para llegar a la “bajada Balbi” hay que cruzar la zona de quintas de Pueblo Esther y prestar atención a los carteles pintados con cal, sin mucho esfuerzo tipográfico, que anuncian “hay pescado”. Los días de semana, por esas calles de tierra no circula un alma. Los sábados y domingos, la gente se acerca a la playa y suena cumbia.

En los mapas de Google, la zona figura como bajada Barbi, pero no es el nombre correcto. La barriada lleva el apellido de “Don Balbi”, uno de los pr
imeros acopiadores de pescado del pueblo, que armó su rancho sobre el vértice que forma el Paraná con la desembocadura del arroyo Frías, un sitio arqueológico al que en 1907 llegaron los hermanos Carlos y Florentino Ameghino con su idea de demostrar el origen pampeano de la humanidad. Con el tiempo, el lugar se fue poblando de familias de pescadores, cuyas casas miran de frente al delta del río. Actualmente son unas 50, aunque ya no todas viven de la pesca.

La geografía de esa zona del río empezó a cambiar hace 20 años, cuando Argentina se posicionó como el principal proveedor de harina y aceite de soja a nivel mundial.

En las barrancas empinadas de ese tramo del Paraná crecieron los puertos de las multinacionales Cargill, Louis Dreyfus o Toepfer, industrias de reparación de barcazas como Ultrapetrol, que fueron limando los bordes de agua, y también barrios cerrados con nombres bucólicos como Campos de Esther, Tierra de Sueños o Azahares del Paraná.

Cada nuevo emprendimiento fue celebrado como una señal de progreso. Pero la ilusión, afirman en la bajada Balbi, se desvaneció rápidamente. “Algunos de nuestros pibes consiguieron entrar a trabajar con las barcazas, pero en tres meses los echaron -dicen algunos de los pescadores-. A nosotros nos perjudicó muchísimo. Nos achicó nuestra cancha de pesca, nos obligó a abandonarla y a corrernos”.

La “cancha de pesca” es algo así como el lugar sagrado de los pescadores. Es el área del río donde pueden trabajar tranquilos y tirar sus redes, sin temor a engancharlas, romperlas o perder herramientas. El tamaño de esas zonas se mide por el tiempo que lleva recorrerlas con la canoa.

EN LA COOPERATIVA BUSCAN SUMAR VALOR AGREGADO AL PESCADO.

Tradicionalmente, los pescadores de la bajada Balbi arrojaban la línea sobre la desembocadura del arroyo Frías después de navegar una hora. Pero el crecimiento de las industrias los obligó a correrse más hacia el sur y a achicar el sector, acercándose peligrosamente al borde del canal de navegación, la parte más profunda y con más correntada del río. “Actualmente, nos queda poco más de media hora de cancha”, rezonga Barrios.

Las mujeres de la bajada

María Barrios tiene la piel morena, los ojos negros y el pelo largo, pero lo esconde bajo una cofia blanca mientras despina pescados en el galpón de la cooperativa, una construcción de ladrillos y techo de chapa, levantada por la misma comunidad, que esa tarde huele a lavandina. La mujer llegó a la bajada Balbi cuando era una niña. Más de una vez, en épocas de crecida, el río se acercó a pocos metros del edificio levantado sin mucho plano sobre la barranca.

Ahora, por la bajante, para llegar al Paraná no basta con desandar esa cuesta, sino que hay que avanzar aproximadamente otros 70 metros, hundiendo las botas en el barro, entre cañas altas, sauces frágiles, arbustos aromáticos y yuyos que ocuparon el espacio cuando el agua empezó a retirarse, lentamente primero, con violencia este último invierno.

Todos los martes, miércoles y jueves, los días exentos de la prohibición de pesca comercial ampliada por el gobierno provincial a raíz de la bajante, la mujer recorre ese camino para ganarse la vida. Sólo en la provincia de Santa Fe hay 4.020 familias que dependen de la pesca y unas 1.628 son de pescadores artesanales, según el último relevamiento del Ministerio de Ambiente y Cambio Climático santafesino.

Las mujeres son minoría en ese universo de trabajo rudo. Según esa misma nómina, sólo 85 pescadoras tienen permisos de pesca comercial y otras 80, de subsistencia -es decir, sólo para consumo propio o familiar-. Tradicionalmente la actividad se enseña y se aprende de padres a hijos. Y en ese mundo caprichosamente masculino, las mujeres tienen otras tareas: son las que limpian, faenan o cocinan el pescado. No las que lo sacan del río.

María cuenta que aprendió a pescar de la mano de su padre. Aunque su progenitor nunca la alentó, ella empezó a pescar para alimentar a sus hijos. Si las historias de las personas pudieran resumirse en una serie de momentos significativos, la de María diría más o menos así: A los 9 años trabajaba junto a su mamá en una quinta de frutillas. A los 13 años con sus hermanos ya eran “medieros”, es decir cultivaban una quinta y repartían ganancias con los dueños de la tierra. Después trabajó en una fábrica, apenas unos meses porque nunca consiguió que le pagaran y a los 20 le dijo a su papá que iba a empezar a pescar. Le alquiló la canoa y salió al río.

Aprendió a tejer y armar redes, a calarlas, a tirar líneas, tarritos y anzuelos. Aprendió los ciclos y las arribadas de los distintos peces; a buscarlos en el río, en las lagunas de la isla y, sobre todo -dice- aprendió a defender el precio del pescado. Entonces, se puso al frente de la cooperativa.

María conoce de memoria las idas y venidas del río. Sin embargo, nunca vio una bajante como la actual.

El caudal del Paraná baila al ritmo de las lluvias registradas en su cuenca alta, sobre todo en el sur de Brasil, Paraguay y el norte de Argentina. Quienes se encargan de estudiar estos vaivenes han medido bajantes y crecidas dentro de un mismo año, descensos en otoño e invierno y subidas en la primavera y el verano, y también en períodos más largos, con años secos y años húmedos. A su favor, esas investigaciones tienen una larga historia de registros que datan desde la construcción del puerto de Rosario, en los últimos años del siglo XIX.

Durante el verano de 2020, mientras las noticias hablaban exclusivamente del crecimiento de los casos de covid-19, en el Centro Universitario Rosario de Investigaciones Hidroambientales (CURIHAM) se empezaba a advertir que la bajante se corría de los márgenes habituales. En el invierno siguiente, cuando la altura del Paraná se ubicó durante casi un mes por debajo del cero de la escala que se usa para medir el río en la zona del puerto de Rosario -mientras que la altura promedio para esa época del año, según el Instituto Nacional del Agua, es de tres metros- ya no cabía duda de que se trataba de una situación extraordinaria.

Según explican los investigadores del CURIHAM Gerardo Riccardi y Pedro Basile, en la historia de casi 140 años de mediciones de los niveles del Paraná se incluyen numerosos eventos severos. Pero desde el comienzo de la década de 1970, el régimen hidrológico del río muestra un cambio, con valores máximos y mínimos más extremos.

La bajante actual resulta comparable con la de los años 1944-45, cuando se registraron dos niveles mínimos anuales límite: a la altura de Rosario se midieron -1.39 y -0.81 metros respectivamente.

Para los especialistas, la variación en el régimen hidrológico del río desde 1972 se explica por diversos factores observados en la cuenca a partir de la década del 60, como los aumentos de lluvias a escala regional, la deforestación y los cambios de
l uso del suelo, que contribuyeron a un mayor escurrimiento en la cuenca.

Algo queda claro: el río de la bajante del 44 ya no es el mismo que el actual. Entre otros factores, porque en siete décadas creció la población de las ciudades situadas a su alrededor, se multiplicaron las urbanizaciones y también las industrias afincadas en su costa, las hectáreas cultivadas en toda la cuenca y el tránsito de barcos que transportan la cosecha. Todo cambió.

El río en emergencia

Una semana antes de que termine julio de 2021, el gobierno nacional declaró la emergencia hídrica para los territorios ubicados en las márgenes de los ríos Paraná, Paraguay e Iguazú.

El documento, firmado por el presidente Alberto Fernández, señala que el déficit de precipitaciones en las cuencas altas “es uno de los factores determinantes para la bajante histórica actual, considerada la más importante en nuestro país en los últimos SETENTA Y SIETE (77) años”. La mayúscula es del original.

La pérdida de niveles en estos cauces, sigue el decreto, puede perjudicar “el abastecimiento del agua potable, la navegación y las operaciones de puerto, la generación de energía hidroeléctrica y las actividades económicas vinculadas a la explotación de la Cuenca”.

El área afectada por la bajante no sólo es extensa sino sumamente diversa. El retiro de las aguas imprime sus consecuencias en siete provincias: Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires que suman 809 mil kilómetros cuadrados de extensión, un tercio de la superficie continental del país, y 24 millones de personas o más de la mitad de la población argentina.

Para algunas organizaciones ambientalistas agrupadas en la Multisectorial de Humedales, la emergencia en el río se declaró demasiado tarde y estuvo apalancada sobre todo por la necesidad de obras para adecuar los sistemas de provisión de agua potable y las pérdidas generadas en el transporte de granos. Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, sólo entre enero y mediados de septiembre de 2021, la disminución de altura del río significó una pérdida de 620 millones de pesos en exportaciones de harina y aceite de soja. La economía, advierten desde esa organización, se impuso por sobre la necesidad de protección del ambiente.

Tras declarar la emergencia, el gobierno nacional anunció que había empezado a gestionar ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) la posibilidad de sumar 100 millones de dólares a los 300 millones que ya tenía comprometidos este año con el organismo para atender eventos como inundaciones y terremotos.

En septiembre, el entonces jefe de Gabinete de Ministros, Santiago Cafiero, informó que se autorizaban obras a través del Fondo de Emergencia Hídrica, que administra el Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento (ENOHSA) e implica inversiones por 1.000 millones de pesos para la asistencia a las provincias y localidades afectadas.

Santa Fe adhirió a la emergencia hídrica en agosto, un mes después del decreto nacional. Pero, según indicaron desde el Ministerio de Ambiente local, las cuentas provinciales aún no habían recibido a fines de octubre de 2021, un solo peso del fondo de emergencia. “Ya remitimos toda la documentación, con los requerimientos correspondientes, a la Jefatura de Gabinete de Nación. Ahora nos encontramos a la espera de la asignación de recursos”, explicaron.

Una tormenta de verano

Micaela Tosco tiene 24 años y los ojos muy parecidos a los de María, su mamá. No vive en la bajada Balbi, sino en una casa humilde de la zona sur de Rosario. Todas las mañanas, viaja una hora en colectivo para ir a trabajar a la cooperativa.

Era muy pequeña cuando María empezó a pescar y ya no se acuerda de la primera vez que la acompañó en la canoa, pero sí de la última. Fue después de que una tormenta de verano, de esas que se forman rápido y llegan a la tierra con violencia, las encontró en medio del río. Las olas eran enormes, recuerda la joven. Su mamá apenas atinó a lanzar a ella y a sus hermanos de panza sobre el piso de la canoa y pedirles que se taparan los ojos. Mientras la mujer le daba pelea al río, pensó que no salían, pero logró domarlo y llegó a la orilla. Desde entonces, ninguno de los siete hijos de María volvió a pescar con ella.

El recuerdo llega como un pájaro a la mesa donde las mujeres convierten unos diez kilos de picada de pescado en empanadas, tartas, albóndigas, arrollados o chorizos, todos caseros.

De fondo, la radio habla de la cumbre del clima en Glasgow. Más de 10 mil kilómetros -y muchas otras cosas- separan a Pueblo Esther de esa ciudad escocesa, pero las preocupaciones son las mismas. “Todos los que somos pescadores somos conscientes de lo que está pasando con el clima”, comenta María y añade que ya no es tan fácil anticipar las arribadas de especies como el sábalo, la boga o el pacú; y que el tiempo entre que las tormentas se arman en el cielo y se precipitan cada vez es más breve.

Y algo de eso hay. Los peces del Paraná reproducen el dicho popular: el grande se come al chico. En el comienzo de esa cadena está el sábalo, cuyos huevos y larvas alimentan a otras especies como la boga, el surubí o el dorado. Pero el sábalo requiere para su reproducción de las oscilaciones naturales del nivel del río y de las lagunas del delta donde se desarrollan sus crías.

El proyecto de Evaluación biológica y pesquera de especies de interés deportivo y comercial (Ebipes), del que participan el Ministerio de Agricultura Ganadería y Pesca de la Nación y las provincias de la zona media y baja del Paraná, se gestó en el 2005 para mejorar el conocimiento sobre los recursos pesqueros de esa zona del río. Para determinar el estado de situación, en forma periódica se realizan estudios sobre variedad, cantidad y tamaño de las especies.

Las evaluaciones del 2021 indicaron que, a causa de la bajante, ya se suman dos años en que la reproducción del sábalo no fue supernumeraria. Gaspar Borra, abogado ambientalista y asesor del Ministerio de Ambiente de Santa Fe, advierte que la situación echa incertidumbre sobre el futuro del recurso. Después de dos años de reproducciones muy escasas, “hay que ver qué pasa este verano porque, si bien el río está subiendo, las proyecciones no son muy alentadoras y, de mantenerse los caudales bajos, esta tampoco sería una buena temporada de reproducción”.

Por eso, afirma Borra, se dispusieron medidas para reducir la presión de pesca, vedando la captura algunos días y limitando el cupo de exportación de pescado. En 2019, el Litoral argentino exportó 18 mil toneladas de sábalo. Ese año, todas las provincias litoraleñas (Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes y Chaco) se pusieron de acuerdo para bajar un tercio la cuota de exportación. “Para que haya pescado mañana, tiene que haber peces hoy”, apunta Borra, pero de todas formas destaca que l
a variable ambiental no puede disociarse de lo social o lo económico. “Hay comunidades que por una cuestión cultural subsisten del río. Tenemos que buscar el equilibro”, agrega.

Biodiversidad

En el Paraná viven unas 200 especies de peces con una dinámica “única” en el mundo, por su capacidad de adaptarse a los irregulares flujos de sequía e inundación del río. Si se pone el ojo en toda esa riqueza, no sólo en los peces de interés comercial, “se puede decir que se conoce muy poco de lo que pasa en el río”, señala Andrés Sciara, decano de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario y especialista en Biotecnología aplicada a la acuicultura de especies nativas.

En ese desconcierto, ya hay especies que prácticamente han desaparecido de estas costas. El pacú es un claro ejemplo: muchos pescadores de la zona ni siquiera lo identifican, lo confunden con palometas o pirañas. Lo mismo ocurre con el manguruyú, uno de los mayores peces existentes en la cuenca. Al menos un estudio científico muestra también la vulnerabilidad de algunas rayas, sobre todo la raya gigante del río, afectada por la sobrepesca accidental y por la pérdida de hábitat.

Vanina Villanova es doctora en Ciencias Biológicas, investigadora del Conicet y del Laboratorio Mixto de Biotecnología Acuática que funciona en el Acuario del Río Paraná en Rosario, y cada tanto los pescadores le acercan capturas que les resultan extrañas. La última fue, justamente, una cría de manguruyú, que su captor consideraba una especie exótica.

La científica explica que la fauna ictícola es un recurso a cuidar tensionado por la pesca, ya sea la de gran escala para exportación, la incidental o la deportiva. Las modificaciones que se producen en su ambiente, como el dragado del río y la modificación de los cursos de agua en las islas, conspiran contra la buena salud de las especies.

“Si bien la dinámica de esos peces les permite sortear las bajantes del río, ahora tenemos también una mayor actividad humana de todo tipo: contaminación, pesca, transporte, cambio de usos del suelo en los humedales y endicamientos que repercuten en toda la cadena”, señala la experta.

Especialistas consideran que una buena práctica para preservar estas especies es la conservación de áreas naturales -sobre todo en las zonas donde se reproducen los peces- y también el control de los cupos de exportación. Algunos sugieren eliminar la venta internacional de pescado de agua dulce como otra herramienta para la preservación.“Son medidas que tienen un costo político y son un poco drásticas, pero habría que pensarlas”, apunta Villanova.

“No cambiaría mi vida por nada”

En febrero de 2005 se celebró la primera reunión del Consejo Provincial Pesquero un organismo del que participan 20 personas, representantes de las cámaras legislativas, funcionarios provinciales, municipales y comunales, acopiadores, frigoríficos, empresarios turísticos, clubes de pesca deportiva, ONGs, universidades y comités pesqueros regionales. También los pescadores se sientan a esa mesa, que se reúne unas seis veces al año para analizar la realidad del sector.

La bajante del Paraná y sus consecuencias en la pesca fue el “gran” tema de los últimos encuentros donde, señala María, pueden discutir de igual a igual con biólogos y políticos. “Para estar ahí tuvimos que aprender, mucho que prepararnos, y de a poco nos vamos haciendo escuchar”, dice, y asegura que las voces de los trabajadores del río enriquecen el debate.

Tradicionalmente, afirma, “los pescadores hemos sido perseguidos por todo lo que pasa en el Paraná”. Sin embargo, destaca que la presión inmobiliaria sobre los terrenos costeros, el dragado del río, el intenso tránsito de los buques o el uso de pesticidas es lo que daña al río. ”Los pescadores siempre aparecemos como los únicos culpables de todo”, se queja María. Micaela y Marcela comparten la bronca.

“Igual yo no cambiaría mi vida por nada”, señala María y muestra un tatuaje que lleva orgullosa con la imagen de un hermoso pez dorado que salta sobre el agua. Se lo estampó en una nalga hace algunos años, cuando cumplió los 40 y el reuma y el asma la empujaban a dejar de pescar.

Pero, dice que el río la sigue llamando, que el agua la calma. Y que después llegó la bajante, que muchos pescadores dejaron el río para hacer otras changas y que empezó a faltar pescado para la cooperativa. Todavía no pudo dejar de pescar.

* Este artículo fue realizado entre octubre y diciembre de 2021

Esta historia forma parte de “Territorios y Resistencias” la investigación federal y colaborativa de Chicas Poderosas Argentina, que fue realizada entre octubre y diciembre del año 2021, con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos en Argentina, por un equipo de más de 35 mujeres y personas LGBTTQI+ de todo el país.

Puerto Rico y la otra cara del abandono: una perspectiva feminista

Por Sarah González-López-

El pasado 8 de abril según informado por la prensa en Puerto Rico, a una joven madre de 21 años, de nombre Elianni Gelabert Bello, se le impuso una fianza de $50,000 por delito de negligencia por abandono. Al no poder prestar la fianza, fue encarcelada, bajo el modelo convencional de justicia punitiva. Gelabert Bello, fue acusada abandonar a su bebé (una niña de 3 meses) colocada en un asiento protector, frente a la residencia del padre, cuyo nombre no fue revelado en ese momento.

Estos son los hechos que se fueron develando tras su arresto e imposición de fianza:

(1) es una joven dominicana de raza negra cuya situación migratoria todavía no está clara;

(2) no ha podido laborar desde las últimas etapas del embarazo y tampoco tras parir, debido a la falta de acceso a facilidades de cuido para la bebé;

(3) tenía en sus manos una orden de desahucio mediante la cual, en un plazo de 20 días debía abandonar su casa al no poder satisfacer $590.00 correspondientes a 3 meses de renta;

(4 ) al momento del arresto, la joven solo disponía de $3.15;

(5) contaba con una orden de protección contra el padre que estaba vigente desde el año pasado, cuyo nombre ahora se revela como el de Yon Arias Lugo (42 años y casado) que vivía con su mamá;

(6) dejó la bebé no frente a la residencia del padre, sino en el patio de la casa, cruzó la calle y se ocultó a la espera de que éste se hiciera cargo y llamó a la policía;

(7) la joven estaba presente y se identificó al momento que llegó la policía;

(8) los medios ni las agencias han informado detalles de su núcleo familiar íntimo, por lo que aparentemente está sola en la Isla.    

Este caso es un ejemplo claro de los resultados funestos de desventaja social y jurídica en los que la ideología patriarcal y sus intersecciones por clase, raza y estatus migratorio, han sumido a las mujeres; propiciando un sistema de perversión del derecho que da como resultado la experiencia de revictimización, en este caso mediante la aplicación de sanciones punitivas y rechazo social. Claramente esta joven actuó movida por la esperanza de poder obtener un mínimo de apoyo para el cuidado de su niña, que al no conseguirlo, en su desesperación, se la entregó al Estado.

La negligencia por abandono por parte de una madre, igual que los asuntos relacionados con el aborto, necesitan del análisis que aporta la perspectiva de género para poder contar con un panorama completo de la situación antes de emitir juicios valorativos. De otro modo se corre el peligro de tronchar vidas y relaciones materno-filiares que responden a la falta de sensibilidad en cuanto a la situación de precariedad que viven las mujeres, particularmente aquellas que están en una situación de pobreza extrema. Los distintos sectores feministas así lo reconocieron, incluso desde la fe, el caso se comparó con el de la madre y la hermana de Moisés en las narrativas del Éxodo.

Como resultado del análisis, se generó una ola de presión social denunciando el sesgo de sexismo y machismo amén de los asuntos interseccionales ya mencionados (raza, clase y estatus migratorio), presentes tanto desde el marco social como institucional. Al padre no se le ha exigido responsabilidad. No se le ha acusado de negligencia por abandono. Tampoco le han impuesto una pensión alimenticia. La madre ha cargado con todo el peso de la ley y para colmo, las opiniones de sectores fundamentalistas y conservadores la acusan de irresponsable abonando a su deterioro emocional y sicológico. También hay versiones contradictorias en cuanto al cumplimiento de las obligaciones por parte de las distintas agencias que tenían conocimiento del caso antes del suceso.  

Ante los reclamos feministas, la joven fue excarcelada y al día de hoy, está bajo la custodia del Centro para la Mujer Dominicana, una organización sin fines de lucro, que defiende los derechos a una vida integral para mujeres inmigrantes que sufren situaciones de violencia doméstica. La fianza fue rebajada a la cifra nominal de $1.00. Para poder continuar con su vida, la joven está esperando que se aclaren todos los detalles del caso, con miras a que se le retiren los cargos criminales tal como opina la defensa y un amplio sector de la sociedad. De esta manera, podrá recuperar a su niña, quien está bajo el cuidado del Departamento de la Familia, que es la agencia gubernamental responsable por casos como este.

Los varios niveles de violencia de género presentes en este caso dan cuenta que tanto la madre como la bebé son víctimas de un sistema que definitivamente no responde al ideal de cuidado integral y de justicia restaurativa que las mujeres reclamamos. Las responsabilidades materno-filiales responden a modelos patriarcales donde es a la madre, quien por estar biológicamente capacitada para albergar y nutrir la criatura, también se le asigna una mayor responsabilidad en el rol de la crianza de la criatura, al punto de contar con una clase social compuesta por hombres irresponsables en el ejercicio de su paternidad.

Al momento de esta publicación los cargos han sido retirados, lo que supone un futuro promisorio para esta joven, que sería el objetivo más importante y una victoria para el feminismo en Puerto Rico.

De todos modos queda meridianamente claro la necesidad de no claudicar en las luchas feministas.  Los protocolos jurídicos deben ser sensibles a las situaciones particulares de las mujeres y para ello deben incluir de forma transversal la perspectiva de género.

Mujeres indígenas y campesinas: “Cuidar y cultivar la tierra es signo de esperanza”

La pastora Luisa en la huerta comunitaria, Gunayala (Foto: C Florentin)

El 17 de abril conmemoramos el Día Internacional de la Lucha Campesina en memoria y homenaje a las campesinas y los campesinos en tan diversos territorios, que han ofrendado su vida por un mundo mejor, por la Reforma Agraria y la Soberanía Alimentaria, en la defensa y cuidado de la naturaleza, de las semillas, del agua. Las mujeres son protagonistas de estas luchas en todos los territorios. Hace unas semanas, Claudia Florentin, coordinadora de Con Efe, estuvo en Gunayala, comarca indígena en el caribe panameño. Allí conoció a la pastora Luisa, de las Asambleas de Dios, quien lleva adelante un proyecto de Huerta comunitaria, acompañada de varias mujeres de la isla Naranjo Grande.

El 17 de abril de 1996, en el Dorado dos Carajas, Brasil, fueron asesinados 19 campesinos organizados en el MST. Cada día crece la ofensiva de las transnacionales sobre nuestro continente, con el afán del capitalismo financiero de privatizar y mercantilizar la tierra, la agricultura y la naturaleza, las luchas y resistencias campesinas se multiplican en todas las regiones. Los agronegocios, en su ambición desmedida, han respondido con violencia, ilegalidad y corrupción, llevándose la vida de cientos de campesinos y campesinas en tantos países. A esta violencia se suma un proceso de criminalización de las luchas campesinas y una gran ofensiva sobre las semillas criollas, donde nuevos proyectos de ley en todo el continente avanzan para legalizar y masificar transgénicos y obstaculizar el uso y circulación de semillas tradicionales.

Hace años, mujeres campesinas de distintos países de la región se unen para apoyarse entre ellas y darles una voz colectiva a sus reclamos. Lo hacen para exigir soberanía alimentaria, conectividad en sus comunidades, acceso al agua y a la tierra, además de apoyo a la producción. También, el justo reconocimiento al rol que ocupan: son quienes están en la primera línea en la lucha por la defensa del territorio y quienes, además de realizar las labores de producción, cuidan a las familias de sus comunidades. A nivel mundial las mujeres administran menos del 20% de las tierras, aunque cultivan mucho, pero no son de ellas ni pueden tomar decisiones sobre las mismas.

Hace unas semanas, Claudia Florentin, coordinadora de Con Efe, estuvo en Gunayala, comarca indígena en el caribe panameño. Allí conoció a la pastora Luisa, de las Asambleas de Dios, quien lleva adelante un proyecto de Huerta comunitaria, acompañada de varias mujeres de la isla Naranjo Grande.

Estas mujeres comenzaron con la huerta en tiempos de pandemia, para poder garantizar a sus familias frutos y hortalizas de las más utilizadas en su alimentación. La isla donde habitan queda a varios minutos del continente y la comarca dista a casi 3 horas de la capital panameña. Al ser islas marítimas, no tienen tierras productivas, por lo que deben recurrir a tierras continentales.

Visitamos, cuenta Claudia, la huerta que se encuentra a la vera de un río que desemboca en el Caribe. Llegamos luego de casi dos horas de navegación y nos encontramos con cocos, plátanos. caña de azúcar y en proceso de crecimiento, mangos y yuca.

Las comunidades gunas son propietarias de las tierras isleñas y del continente dentro de su comarca; allí las tierras pasan de generación en generación y no pueden ser vendidas, ni pasarse a otras personas fuera del pueblo guna.

La pastora Luisa apenas habla español, pero pudimos compartir, aprender de sus luchas, desafíos, dificultades y logros. Ella contó sobre la importancia de cuidar y cultivar la tierra como signo de esperanza y de la buena nueva de Jesús, que, dice, transformó su vida.

Me sorprendió la resistencia, la alegría, el esfuerzo y la profunda fe que la mueve. A pesar de tantas diferencias culturales, ella ha sido también víctima del patriarcado y esa sobrevivencia de violencias nos une, dice Claudia.

En la actualidad el movimiento internacional La Vía Campesina agrupa a 182 organizaciones sociales y campesinas de 81 países.

Para conocer sus experiencias, en el marco del Día Internacional de la Lucha Campesina, Presentes conversó con las referentas campesinas Lesbia Artola (Guatemala), Alicia Amarilla Leiva (Paraguay) y Miriam Vilcay (Argentina), aquí: https://agenciapresentes.org/2022/04/18/mujeres-campesinas-en-pie-las-demandas-por-el-medioambiente-y-la-soberania-alimentaria/

Fotos: Claudia Florentin

CSW66: de las palabras a la acción

La 66.ª Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas realizada del 14 al 25 de marzo de 2022, es el principal organismo intergubernamental de las Naciones Unidas para promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Al documentar la realidad de la vida de las mujeres en todo el mundo, CSW ayuda a dar forma a estándares globales sobre igualdad de género. Las negociaciones de este año se centraron en Lograr la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas en el contexto de las políticas y programas de cambio climático, medio ambiente y reducción del riesgo de desastres.

ACT Alianza estuvo presente con una delegación global que impulsó una acción audaz y reafirmó el papel clave de los actores religiosos que pueden llegar a las personas donde las estructuras formales han fallado.

Patricia Mungcal, del Consejo Nacional de Iglesias de Filipinas y copresidenta de la CoP de Jóvenes de ACT, compartió algunas ideas alarmantes. “Las mujeres jóvenes y las niñas en áreas afectadas por desastres son más propensas a la violencia de género”, dijo. “Sin políticas basadas en el acuerdo mutuo, el respeto mutuo y el reconocimiento de los derechos territoriales y patrimoniales, la crisis climática solo exacerbará una crisis económica en curso que pone en peligro la vida de todas las personas. La justicia climática y de género no son cuestiones independientes, sino que se centran en la justicia civil y económica”.

Joel Kelling de la Alianza Anglicana, con sede en Jordania, y miembro de la Comunidad de Práctica de Justicia Climática de MENA planteó un tema clave compartido por otros participantes. “¿Cómo involucramos a las personas en la gravedad de la situación cuando normalmente no tenemos desastres naturales de inicio rápido aquí?” él dijo. “La ciudad de Alejandría en Egipto podría estar bajo el agua en 50 años y, sin embargo, hay una clara falta de acción inmediata y urgente en respuesta”. El apoyo financiero es crucial y debe canalizarse hacia las comunidades, dijo. La buena noticia es que hay iglesias en el Medio Oriente que están comenzando a brindar más apoyo a la justicia climática y de género.

Sostina Takure, quien es la coordinadora del Foro ACT Zimbabue, destacó cómo los cambios en los patrones climáticos están afectando a las mujeres y niñas rurales y la seguridad alimentaria en las comunidades. Zimbabue, como muchos otros países, depende en gran medida de la agricultura para sustentar su economía. “Recientemente ha habido una mezcla de fenómenos meteorológicos naturales, y también políticos, que han contribuido a que nuestra economía muera”, dijo. La región ha experimentado sequías extremas y ciclones devastadores que afectan los medios de subsistencia de las comunidades.

Los abusos contra los derechos humanos, específicamente los abusos contra mujeres y niños, han aumentado debido a la inseguridad económica y política. Las mujeres aún no pueden poseer tierras en Zimbabue y el acceso a la educación es limitado. Las mujeres rurales tienen poco acceso a la información y, a menudo, no se las incluye en las actividades de toma de decisiones e intercambio de conocimientos. Aunque las mujeres que viven en áreas urbanas pueden tener más educación, todavía están excluidas de las conversaciones sobre justicia climática y soluciones climáticas.

Zoraya Urbina de la FLM y la Comunidad de Práctica de Igualdad de Género de LAC habló sobre cómo los países más empobrecidos están luchando para hacer frente a un clima que está cambiando demasiado rápido para que puedan adaptarse o mitigar los efectos. La región es conocida por su biodiversidad, sin embargo, los países centroamericanos ya están mostrando los efectos negativos del cambio climático. Como en otras partes del mundo, las comunidades rurales son las más afectadas y esto ahora es parte de la vida diaria de millones de personas.

ACT Alianza es una coalición de 144 iglesias y organizaciones afiliadas que trabajan juntas en más de 100 países para propiciar un cambio positivo y sostenible en la vida de las personas pobres y marginadas independientemente de su religión, creencias políticas, género, orientación sexual, raza o nacionalidad

Consulte su página de Trello para ver elementos de redes sociales y compartibles.

E-book “Mulheres: Fé, direitos e justiça”

Este e-book é resultado do projeto Apoio a lideranças femininas nas igrejas para a superação da desigualdade de gênero. O projeto iniciou-se em novembro de 2019, com o objetivo de fortalecer o papel das mulheres de fé para a promoção da justiça de gênero, ampliando suas capacidades para a busca da igualdade, bem como para o enfrentamentode normas sociais que propagam a violência de gênero, e recebeu oapoio da Campanha de Desenvolvimento Mundial, da Igreja Presbiteriana na Irlanda, por intermédio da Christian Aid/Brasil.

As rodas de conversa com o tema “Mulheres: Fé, direitos e justiça” trouxeram reflexões e desafios, entre eles o de “identificar os limites bíblico-teológicos, pastorais e diaconais que persistem nas comunidades de fé para que as mulheres sejam plenamente reconhecidas em sua dignidade e protagonismo”.

Este e-book quer tornar visível a invisibilidade da mulher. As mulheres são visíveis para os trabalhos de limpeza, organização dos espaços litúrgicos, visitação às pessoas doentes, mas são invisíveis nos espaços de liderança, ordenação e participação igualitária aos homens, o que impede o protagonismo que lhes é de direito.

Pode ser baixado aqui: https://www.conic.org.br/portal/images/2022/documentos/ebookmulheres2022.pdf

1 2