Desafios para la fe en contextos de desarraigo
La tercera década de este milenio está caracterizada por crecientes movimientos migratorios debidos principalmente al conflicto armado, el colapso económico, la falta de seguridad pública y/o los impactos negativos del cambio climático y otras crisis socio ambientales. Estos factores afectan, a veces simultáneamente, los prospectos de sobrevivencia de familias y comunidades enteras en distintas regiones del mundo. Como en el pasado, con dolor y coraje, individuos y familias, sobre todo jóvenes, en medio de riesgos terribles y muchas veces a pie, han decidido decir adiós a sus seres amados y a su tierra, y comenzar a caminar hacia lo que esperan sea una oportunidad para comenzar de nuevo.
Este volumen nos ofrece una mirada bíblica y teológica al complejo fenómeno de la movilidad humana desde las Américas con una significativa urgencia. La necesidad de sensibilizar a los y las ciudadanas y especialmente a los colectivos eclesiales en esta temática desde la perspectiva de la dignidad humana como corolario del imago Dei es apremiante. El problema no es que no haya personas cristianas dedicadas a servir a las personas migrantes. Muchos cristianos y cristianas trabajan arduamente en responder de múltiples maneras a la realidad abrumadora de millones de personas en condición de movilidad en las Américas y otros continentes; pero no podemos negar que el gran potencial de las iglesias locales muchas veces es desaprovechado porque las congregaciones están demasiado ocupadas en servir hacia adentro, en vez de mirar más allá de sus muros.
Puede bajarse libremente aqui:
https://drive.google.com/file/d/1CyUkz6iwKAFCAP2Dz3a9w-DafI-wVXJd/view?pli=1
Sanación post-pandemia
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Estas fueron las palabras de Jesús cuando “sintió” la ausencia de Dios Padre en aquel momento de dolor en la cruz como es la de muchos en estos momentos de crisis producto de la pandemia que asecha a toda la humanidad.
En medio de esta realidad, otros se preguntan reiteradamente: ¿Dónde está Dios? Algunos van más allá, casi cuestionado a Dios. ¿Por qué Dios permite este mal? De la misma manera, otros afirman que lo que estamos experimentando en el mundo es un castigo divino por nuestra incredulidad y pecados.
Tanto preguntas como afirmaciones son el resultado de una enorme incertidumbre, del temor que nos provoca el hecho de que nunca, en nuestros tiempos, ha habido una pandemia como esta en donde millones de personas alrededor del mundo han enfermado y, sobre todo, porque miles han muerto y han dejado una estela de dolor entre sus familiares y seres queridos.
Así comienza en primer capítulo de este necesario libro auspiciado por el Instituto Cristiano de Estudios sobre Género (ICEG), con la Coordinación Editorial de la Lic. Moraima González Ortiz y la Dirección de la Dra. Ofelia Miriam Ortega.
Puede bajarse libremente aquí: https://drive.google.com/file/d/1YdAIrdBQSTt-nYNE3J0rWoX0rEp_h57b/view?usp=sharing
Evangélicos y política. Estudio de espiritualidad y movimientos sociales en Aca. Latina
El presente informe tiene como objetivo analizar la relación entre la fe y los movimientos sociales en la región. A través de entrevistas a militantes de movimientos sociales, activistas religiosos y personas involucradas en comunidades evangélicas, se exploran las formas en que las creencias religiosas influyen en la participación política de los movimientos sociales, así como las principales formas en que estos perciben y utilizan la religión en su lucha por los derechos humanos.
Además, se examina cómo las prácticas religiosas cotidianas se relacionan con la construcción de identidades y la resistencia frente a la opresión en América Latina y el Caribe. Este informe, un esfuerzo conjunto entre Tricontinental y Otros Cruces, es una herramienta valiosa para comprender mejor las complejas interacciones entre religión, espiritualidad y política en nuestra región.
Puede descargarse libremente aquí: https://otroscruces.org/wp-content/uploads/2023/05/Publicacion-ESPANOL-final-con-legales-1-1.pdf
Premio “Mujeres Construyendo Paz 2022” a la colombiana María Eugenia Mosquera Riascos
En 1991, María Eugenia Mosquera Riascos era hija de agricultores en una de las regiones más pobres y violentas de Colombia, y sobrina de un querido tío que trabajaba con un movimiento de justicia católica que protestaba contra la corrupción de los funcionarios locales. Cuando un escuadrón de policía mató a su tío en una redada nocturna, dice, la familia temía incluso enviar a alguien para identificar su cuerpo al día siguiente. Fue María Eugenia, de 17 años, quien acudió a la morgue a reclamar su cuerpo, deformado por disparos. “Cuando trajimos su cuerpo a casa, le prometí que seguiría su camino de lucha por la justicia para todas las personas”, dice ella. Ese voto ha definido su vida.
Veintidós años después, Maru, como la conocen sus amigos y vecinos, ayuda a liderar una red de 140 organizaciones cívicas y comunitarias que trabajan para construir la paz en medio del conflicto civil más largo y mortífero del hemisferio occidental. Estos grupos de base se oponen a la violencia de facciones armadas y organizaciones criminales y narcotraficantes en sus territorios rurales en 14 de los 32 departamentos de Colombia. La red, Comunidades que Construyen la Paz en Colombia (conocida localmente como CONPAZCOL ), es parte de la lucha de Colombia de seis años para implementar el acuerdo de paz de noviembre de 2016 entre el gobierno y el grupo rebelde más grande del país, las FARC-EP, y para establecer medidas de seguridad. y una gobernanza eficaz en amplias zonas del país.
El mayor impulsor de la continua violencia en Colombia es la corrupción de una economía y un sistema político alimentados por el comercio ilegal masivo de drogas, declaró la comisión de la verdad de Colombia en junio. Después de protestas públicas masivas el año pasado por la corrupción, la pobreza y otros agravios, el gobierno recién elegido del presidente Gustavo Petro promete fortalecer el esfuerzo nacional de consolidación de la paz. Sin embargo, investigadores independientes de la sociedad civil descubrieron este año que más de un tercio de los distritos del gobierno local de Colombia tienen alguna presencia de facciones armadas y corren el riesgo de sufrir violencia.
El departamento natal de Maru, Cauca, se extiende desde las exuberantes y escarpadas montañas del interior de Colombia hasta la costa del Pacífico, la región más violenta de Colombia . Cauca ha sido un vórtice de las décadas de guerra y es una importante ruta de tráfico para las bandas criminales de narcotraficantes. Hasta marzo de 2022, hombres armados habían asesinado a 1.327 activistas sociales o de derechos humanos y a 182 mujeres líderes desde la firma final del acuerdo de paz con las FARC, según Indepaz , un centro de investigación colombiano, y Cauca había sufrido la mayor cantidad de asesinatos de este tipo de todos los departamentos colombianos. Un enviado de derechos humanos de la ONU advirtió en agosto que el Cauca es especialmente peligroso para activistas como Maru, que denuncian la corrupción de las élites.
Ayudando a las víctimas de la guerra a construir poder
Durante años, el trabajo de Maru ha sido reunir, capacitar y energizar a las víctimas de la guerra de Colombia, en particular mujeres, comunidades marginadas de agricultores y trabajadores, afrocolombianos e indígenas, para lograr la restitución de las pérdidas, defender sus derechos humanos y resistir sin violencia. esfuerzos de grupos armados o criminales para tomar el control de sus territorios. Ganar tales batallas sin armas requiere una combinación de protestas públicas, presión contra las autoridades y las élites, juicios y negociaciones, y el coraje de persistir frente a amenazas y ataques.
Durante años, en medio de la guerra de Colombia, élites poderosas han robado tierras de comunidades pobres o minoritarias para construir plantaciones o ranchos lucrativos. Maru y sus colegas son parte de una amplia campaña para revertir esas incautaciones. “He visto la alegría de las personas que habían sido desplazadas por la fuerza, cuando ganaron el derecho a regresar a casa”, dijo en una entrevista. Estos incluyen “comunidades cuyas tierras fueron robadas por una gran empresa para construir una plantación de aceite de palma”.
Una de sus misiones más apasionantes, dice Maru, es ayudar a los niños que se han visto obligados a unirse a las facciones armadas para que las abandonen y regresen a las escuelas y estudios universitarios que puedan ofrecer a los jóvenes la esperanza de una vida más productiva.
“No tenemos que seguir siendo víctimas”, dijo Maru. “Podemos construir nuestros métodos para resistir a los grupos armados y crear comunidades sin miedo”. Su organización ha sido una defensora tan efectiva de los derechos de las víctimas de la guerra que fue invitada a ayudar a representar los intereses de las víctimas en las negociaciones en La Habana, Cuba, que dieron como resultado el acuerdo de paz de 2016. Esa misma eficacia ha atraído amenazas de muerte de grupos armados, uno de los cuales mató en 2017 a una de sus amigas y compañeras más cercanas, una mujer que había sido madrina de la hija de Maru.
Un paso vital: reforzar los roles de las mujeres
Maru y la comunidad establecida de mujeres vigorosas constructoras de paz de Colombia son emblemáticas del papel crítico y creciente de las mujeres en la negociación, mediación, organización e implementación de procesos de paz en todo el mundo. En los años previos al acuerdo de paz de Colombia de 2016, redes de mujeres mediadoras en todo el país negociaron cese al fuego local y liberaciones de rehenes por parte
de grupos armados. Las mujeres formaron un tercio de los negociadores en las conversaciones de La Habana.
“Esas charlas fueron pioneras en la inclusión de mujeres”, señaló Tonis Montes, experto de USIP en Colombia. “130 de las 578 disposiciones del acuerdo abordan específicamente las cuestiones de género en el conflicto. El liderazgo de las mujeres sigue siendo vital en la labor de implementación del acuerdo, y María Eugenia lo está brindando en una de las regiones más violentas del país”.
A principios de este siglo, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU ( RCSNU 1325 ) consagró lo que muchos gobiernos, investigadores y constructores de la paz de primera línea habían declarado durante años: que los conflictos violentos no pueden reducirse sin la plena participación y liderazgo de las mujeres en los gobiernos, las instituciones internacionales y la sociedad civil. sociedad. Sin embargo, más de 20 años después, nuestro mundo está rezagado en la implementación de ese principio, conocido como la “ Agenda de Mujeres, Paz y Seguridad ”. Con mucha frecuencia, las mujeres son confinadas a roles simbólicos o directamente amenazadas por insistir en ser escuchadas.
Las “represalias, la violencia, las amenazas y los ataques cada vez mayores contra las mujeres y las niñas, tanto fuera de línea como en línea” han tenido como objetivo a las defensoras de los derechos humanos, periodistas, constructoras de la paz y otras “mujeres y niñas en entornos afectados por conflictos y crisis, sobre todo en Afganistán , Colombia, Etiopía, Myanmar, Sudán, Siria y Yemen”, declaró este mes el consejo coordinador de políticas de la Unión Europea .
USIP estableció su Premio Mujeres Construyendo la Paz para acelerar el papel de las mujeres en la construcción de la paz en todo el mundo, y el consejo asesor de 18 miembros del Instituto eligió a Maru como la tercera ganadora del premio, después de Rita Lopidia de Sudán del Sur y Josephine Ekiru de Kenia . “Los logros extraordinarios, frente a la violencia, de mujeres como Maru y otras finalistas del premio —de Uganda, Siria y Yemen— ilustran los triunfos, pero también los obstáculos inaceptables y continuos para las mujeres como líderes en la construcción de la paz y la justicia a partir de guerras”, dijo Kathleen Kuehnast, quien dirige los programas de USIP en apoyo de las mujeres constructoras de paz.
Para Maru, 30 años de construir sobre los ejemplos de su tío y otros que la inspiran ha forjado un mensaje que ofrece a las niñas y mujeres jóvenes.
“Nunca debemos dejar de luchar por el respeto a los derechos de las mujeres”, dijo. “Nuestras hijas deben creer en sí mismas y saber que tenemos mucho poder para cambiar el mundo para que los hombres no manipulen a las mujeres. Todas deberíamos saber que las mujeres podemos unirnos, cuidándonos unas a otras, para controlar nuestras propias vidas, para sostener los legados de las mujeres que han luchado por nuestros derechos, y para avanzar más en ese mismo camino. De esta manera podremos lograr nuestro sueño de vivir en justicia y paz, libres de represiones y violencias y hegemonías patriarcales, no solo en Colombia sino en el mundo entero”.
Fuente: https://www.usip.org/
Traducción: Con Efe
El cuerpo como cauce: las normas religiosas de genero en clave performativa
Por Melisa R. Sánchez-
“Mi cuerpo es y no es mío.
Desde el principio es dado al mundo de los otros, lleva su impronta, es formado en el crisol de la vida social”
(Butler, 2006 p. 41).
Claudia es una mujer de alrededor de 50 años que pertenece a una tercera generación de HL (Hermanos Libres) en Córdoba, con quien surgió el tema de la mantilla (velo) durante la entrevista. Ella comentó que ya no la usa, que en su juventud se usaba más, pero que hacía ya un tiempo que su iglesia no se usaba. Cuando indagué desde cuándo no se usa, Claudia hizo una expresión corporal con la mano y la mirada hacia atrás, como quien expresa que hay que remontarse a mucho tiempo atrás: ¡Uf! Hace como cinco años que ya no se usa. Su respuesta me sorprendió, ya que por su expresión esperaba un período de tiempo mayor, considerando también que en otras iglesias este tema se debate desde la década de 1980. Le pregunté cómo fue el proceso para decidir eso en su congregación, a lo que dijo —con cara de desconcierto—: No sé, simplemente empezamos a dejar de usarla, y nadie dijo nada. Continuando con su relato, Claudia recordó un evento reciente, cuando su hija junto a otras jovencitas se iban a bautizar. En esa ocasión le preguntó a Bety, su amiga y esposa de uno de los líderes cuya hija también se bautizaba, qué iban a hacer con los regalos de las bautizadas. Tradicionalmente a las mujeres que se bautizan se les regala una mantilla, sin embargo, su amiga respondió: Y, no gastemos plata al vicio… haciendo alusión a que las mantillas no serían utilizadas por las jovencitas, y Claudia celebró la practicidad de la decisión.
El relato de Claudia nos invita a conocer y comprender las normas de género para las mujeres en el contexto evangélico de los hermanos libres.
El espacio de la iglesia como espacio social conlleva una exposición corporal, y consecuentemente, el reconocimiento de pertenencia al grupo. La filósofa Judith Butler en su libro Cuerpos que importan (2002) propone pensar las normas de género como performativas, es decir como un conjunto de actuaciones que se producen y se reconfiguran en cada reiteración. Al mismo tiempo, las normas de género se conforman de manera relacional, es decir, en la interacción con otras personas, de manera situada en un tiempo y un espacio determinado que les da sentido. En este caso, lo pensamos en relación a las normas religiosas que hacen a los géneros. Los cuerpos son esa materialidad desde la que se producen las interacciones, con sus relaciones de poder y resistencias. Como en el relato de Claudia, los corrimientos de las normas se erigen en y desde los cuerpos. Transcurre entre negociaciones individuales y colectivas, que no son absolutamente racionales o premeditadas, pero tampoco tiene carácter no-conscientes o no-razonadas. Del “simplemente dejamos de usarla” a la decisión “práctica” de no comprar más mantillas para entregar a las jovencitas en sus bautismos, hay un trayecto que ha ido sedimentando y madurando en la comprensión de las normas religiosas de género por parte de las mismas mujeres que las encarnan. Se trata de una revisión interpretativa implícita, mas inteligible en y desde los cuerpos. La hija de Claudia sería una de las generaciones de ese espacio religioso que no recibe una mantilla como símbolo de sumisión a Cristo. Esto no significa que dejen de lado ese principio, sino que se encarnará en otros gestos y símbolos.
Esta mirada de las normas religiosas de género y sus transformaciones, es una invitación para comprender a las mujeres evangélicas como agentes activas en la producción de las normas que habitan cotidianamente, en las que, al mismo tiempo, se producen a sí mismas.
Esta condición de agentes habla de la posibilidad de autodeterminación y de autonomía interpretativa de las normas religiosas de género, así como de la transformación de las mismas en esa cotidianidad. Estas transformaciones son sutiles corrimientos que pasan a formar parte genealógica del ser-mujer-evangélica. De ese modo, amplían y enriquecen los sedimentos que se acumulan y transmiten desde los cuerpos de las mujeres a otras mujeres y personas que habitan ese espacio social.
Cauces y Reverberaciones
Claudia preguntó a su amiga sobre el regalo de las bautizadas. Una inquietud individual que se pone en palabras, se hace colectiva y pone en movimiento tradiciones, silencios, incomodidades, interpretaciones, objetos sagrados, normas. Cuando las mujeres evangélicas se permiten la pregunta, aparecen decisiones propositivas y creativas que las reafirman como mujeres creyentes desde una posición de autodeterminación.
Como el movimiento del oleaje que produce la corriente de un río —que en su repetición, moldea su cauce, su fondo, sus orillas—, las experiencias de las mujeres moldean las normas religiosas de género, corren los bordes y permean los marcos interpretativos de las normas de género. En este movimiento, al toparse con elementos en su trayecto, se reflejan, erosionan y modifican su entorno. Actuaciones como las de Claudia se producen estas reverberaciones a lo largo del tiempo y del espacio en el que acontecen: producen modificaciones en y desde el género, en y desde las normas religiosas de género. La experiencia singular de repensar y resemantizar los gestos que hacen su expresión religiosa tiene repercusión en el resto de la comunidad.
Insisto aquí en la sutileza y en la cotidianidad de estos corrimientos de las normas. No necesariamente se producen “con bombos y platillos”, sino que implican una comprensión situada y singular para comprender la reverberancia de estos actos. Por eso es preciso volver a situar este análisis. Este acontecimiento emerge -y tiene sentido- en un espacio evangélico en el que predominan valores vinculados a la modestia y la mansedumbre. En esta denominación evangélica, no fomentan en su liturgia formas discursivas donde se eleva la voz con efusividad emocional ni fomentan instancias de discusión asamblearias. Por lo que, el hecho de que nadie diga nada —como narró Claudia— puede ser comprendido como parte de un modus operandis colectivo del que pudieron sacar provecho para producir cambios.
El dejar de usar la mantilla de manera sostenida y sacar provecho de ese silencio cómplice, de algún modo da cuenta de las maneras en que las mujeres hacen uso de esos espacios grises de las normas para producir desplazamientos en las normas. Puede que este acto perdure por más o menos tiempo; siempre será provisorio.
En todos los espacios sociales nos encontramos con normas que de algún modo configuran los géneros. ¿Qué es la autodeterminación sino el poder sacar provecho de estos intersticios para moldear nuestra forma de habitar las normas y hacernos a nosotras mismas?
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La autora es Doctora en Estudios de Género por la Universidad Nacional de Córdoba (ARG) y Licenciada en Trabajo Social por la misma universidad. Actualmente becaria postdoctoral de CIJS- CONICET.
Publicado en https://otroscruces.org/el-cuerpo-como-cauce-las-normas-religiosas-de-genero-en-clave-performativa/
Cuerpos y Libertades: Proyecto de Católicas por el Derecho a Decidir
Católicas por el Derecho a Decidir Argentina se propone como objetivo a largo plazo que el derecho a la autonomía reproductiva llegue a todas las mujeres y personas gestantes de Argentina teniendo en cuenta las intersecciones que atraviesan a los feminismos como la edad, la clase social, la condición de ruralidad y el origen étnico en particular.
Como organización pionera en la consolidación de la Marea verde en nuestro país y en toda América Latina y el Caribe, buscamos propiciar resultados a corto plazo con hincapié en el fortalecimiento de liderazgos de mujeres y diversidades sexuales indígenas, campesinas y afrodescendientes. Construimos colectivamente desde una perspectiva feminista interseccional, decolonial y antirracista, en el que ellas y elles sean protagonistas de la conversación y los acuerdos con decisores, actores de la sociedad civil, y hacia adentro del movimiento feminista argentino y latinoamericano, desde su mirada y en su propia lengua.
El objetivo es fortalecer los liderazgos emergentes de mujeres indígenas, campesinas y afrodescendientes de Argentina para el acceso al derecho al aborto y los derechos sexuales y reproductivos.
Desde 2019, CDD Argentina ha comenzado una asociación virtuosa con mujeres y diversidades sexuales indígenas y campesinas organizadas en 10 provincias del país en la que se van desarrollando capacitaciones, acciones de incidencia, encuentros, producción de materiales en lengua originaria de pueblos Wichí, Chorote, Guaraní, Qom y Mapuche realizados por mujeres líderes indígenas sobre derechos sexuales y reproductivos, aborto, y violencias de género, en formato gráfico y audiovisual.
A través de un micrositio web, Católicas por el Derecho a Decidir Argentina comparte con especialistas, estudiantes, investigadores, feministas, feminismos, y el público en general, los materiales, herramientas.
Ahora se puede escuchar del tema en Podcast:
Católicas por el Derecho a Decidir Argentina estrena un nuevo podcast de su colección Cuerpos y Libertades, que reúne tres capítulos especiales en los que las mujeres indígenas repasan temas como la relación entre cuerpo y territorio, la autonomía en la toma de decisiones y la importancia de la lengua para el acceso a los derechos sexuales y no reproductivos.
Estos tres capítulos especiales de la colección, disponibles para su reproducción en el canal de YouTube de CDD Argentina, fueron producidos y realizados por la periodista feminista Maru Rocha, en el marco del proyecto “Mujeres indígenas. Violencias y acceso a los derechos sexuales y (no) reproductivos”, con apoyo de UNFPA e Iniciativa Spotlight.
Cuerpos y Libertades es la colección de materiales gráficos y sonoros realizados por y para mujeres indígenas y campesinas bajo un programa impulsado por el área de Cabildeo de CDD Argentina, coordinado por Mónica Menini, y que se lleva adelante en diferentes provincias de Argentina, con el propósito de fortalecer liderazgos y ampliar el acceso a derechos sexuales reproductivos y no reproductivos en los distintos territorios del país donde habitan las mujeres pertenecientes a estas comunidades.
Esta es mi historia: relatos sobre violencia obstétrica en la adolescencia
El maltrato hacia la persona gestante durante el embarazo, el parto y el post parto, es mucho más habitual de lo que se cree. Y cuando hablamos de adolescentes madres o padres, estas cifras crecen aún más. Desde Fundación Kaleidos crearon un podcast con el objetivo de visibilizar esta realidad y brindar un espacio de sensibilización para la prevención de la violencia obstétrica en adolescentes.
De la mano de muchos testimonios de adolescentes que sufrieron violencia obstétrica, y guiados por Félix, Isaak, Akemi y Mora, adolescentes promotores en ESI, los y las invitamos a escuchar el podcast “Esta es mi historia: relatos sobre violencia obstétrica en la adolescencia”.
En el primer episodio contamos qué es la violencia obstétrica para los y las que nunca escucharon hablar de esto, o escucharon poco, y hablamos acerca de porqué cuando la persona gestante es adolescente, estas situaciones son más frecuentes y graves y qué consecuencias tiene. Para evitar la violencia obstétrica, hablamos de la no discriminación y de la importancia de erradicar las burlas, humillaciones o palabras hirientes ¡y que se respeten las decisiones de las personas gestantes sobre su parto! Decisiones que tienen que ser informadas y acompañadas de una previa charla por parte de los y las médicas sobre qué métodos y opciones tienen las adolescentes. La libertad de elección y de acceso a la información, es parte de sus derechos.
En el segundo capítulo hablamos de violencia obstétrica psicológica. Un tipo de violencia más difícil de detectar porque es invisible y naturalizada, y está conformada por los comentarios hirientes, humillaciones y presiones ejercidas hacia las adolescentes mamás y también, hacia los adolescentes papás. En este capítulo te contamos acerca de las consecuencias de este tipo de violencia y por qué la exclusión de los adolescentes varones del proceso de pre parto, parto y pos parto es violencia. Si visibilizamos e informamos, damos lugar a que se pueda revisar el vínculo que tienen los y las profesionales de la salud con los y las adolescentes y brindamos las herramientas a estos/as últimos/as para que puedan decidir cómo transitar sus partos.
Cuando se expone a las personas gestantes a procesos médicos invasivos, o cuando se realizan prácticas sin control o innecesarias, hablamos de violencia obstétrica física. A veces, las personas reciben medicación que no necesitan o no reciben el tratamiento adecuado. Qué consecuencias tiene esto en las personas gestantes adolescentes y cómo prevenir estas situaciones, te lo contamos en el tercer episodio de “Esta es mi historia: relatos sobre violencia obstétrica en la adolescencia”.
Socialmente se piensa que el ser mamá está asociado al dolor, al sacrificio y al sufrimiento. Sobre todo, en el momento del parto y post parto. Esto, sumado a la falta de información, lleva a que muchos y muchas adolescentes no se den cuenta que están siendo víctimas de violencia, por ello la importancia de visibilizar esta problemática. Además, es necesario el consentimiento de los y las adolescentes para todas las prácticas médicas que vayan a realizarse sobre sus cuerpos, y para ello deben estar bien informados/as. Estar acompañados/as y contenidos/as por quienes ellos/as desean, es muy importante también.
La violencia obstétrica puede tomar muchas formas. Comunicar, escuchar y denunciar, son las claves para erradicarla.
¿Qué es la violencia obstétrica?
La violencia obstétrica es aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo, los procesos reproductivos y la emocionalidad de las mujeres y personas gestantes. La Ley Nº 26.485 (de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ámbitos en que desarrollan sus Relaciones Interpersonales) la define como “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización, y patologización de los procesos naturales”.
¿Existen distintos tipos de violencia obstétrica?
Sí. Se las cataloga formalmente en dos grupos: violencia física y violencia psicológica.
La violencia física son todas aquellas acciones innecesarias o inapropiadas y/o no informadas o no consentidas que pueden afectar a la persona gestante. Por ejemplo, tactos vaginales innecesarios o realizados sin respetar la intimidad, episiotomía por rutina y no por necesidad y maniobras que están prohibidas. También el uso de medicaciones y sueros para acelerar el parto son ejemplos de violencia obstétrica. Otros ejemplos, son no permitir a la persona gestante decidir en qué posición desea parir y la realización de cesáreas innecesarias.
Como violencia psicológica podemos considerar al trato irrespetuoso o insultante y la violación de la intimidad. Algunas frases ofensivas que denotan violencia son “te gustó tener relaciones y ahora te quejas” y “no hagas un escándalo”. Impedir que la persona sea acompañada por su pareja o persona de confianza y/o separarla de su hijo o hija sin necesidad, también es violencia.
¿Qué pasa cuando se ejerce violencia obstétrica en adolescentes?
En muchos casos, la edad de la persona gestante profundiza la violencia que ejerce el personal de salud sobre los y las adolescentes. Esta se agrava producto de los estigmas que recaen sobre adolescentes papás y mamás y por la asimetría que se genera entre el o la profesional y el o la adolescente. Quedan marcas psico emocionales y físicas muy profundas que impactan directamente en el vínculo con la o el hijo, la lactancia, la relación con el cuerpo, los procesos sexuales y reproductivos y en la calidad de vida en general (pérdida de autoestima, miedos, etcétera) de la mujer o persona gestante. Además, los y las adolescentes se alejan del sistema de salud reforzando la vulneración de derechos y las barreras de acceso.
¿La violencia obstétrica es violencia de género?
Sí. La ONU, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Ley Nº 26.485 (de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ámbitos en que desarrollan sus Relaciones Interpersonales) reconocen a la violencia obstétrica como violencia de género contribuyendo con el avance en la lucha contra los distintos tipos de violencia que muchas mujeres experimentan y que son invisibilizadas.
¿Por qué la violencia obstétrica viola los derechos humanos?
Porque la violencia contra la persona gestante durante la atención de la salud reproductiva y el parto en hospitales amenaza los derechos a la vida, la salud, la integridad física, la privacidad, la autonomía y a la no discriminación.
¿Qué es el parto respetado?
Para que una persona gestante viva un parto respetado y sin violencia se la debe atender respetuosamente, garantizando su dignidad, confidencialidad y privacidad. Se debe establecer una buena comunicación con el personal de salud brindando apoyo continuo durante el trabajo de parto y el post parto. No se debe emitir ningún comentario que dañe la integridad física y emocional de las personas y para toda intervención médica o quirúrgica, se debe pedir consentimiento voluntario. Se debe permitir que la persona participe en la toma de decisiones sobre el manejo del dolor decidiendo si desea o no analgesia epidural y la postura en la que quiere dar a luz.
Los derechos de las madres y padres y los bebés en el momento del nacimiento son tan importantes que merecieron el respaldo de una Ley Nacional, la 25.929. Esto significa que rige en todos los lugares del país. La ley garantiza, entre otros, el derecho a: un parto normal, que respete los tiempos de la persona; la no discriminación y el respeto por la intimidad; elegir al acompañante durante el trabajo de parto, el parto y el posparto; que el bebé esté al lado de la madre durante toda la internación (a menos que necesite cuidados especiales); que la persona gestante y su familia reciban toda la información necesaria, en un lenguaje claro, sobre tu estado y la evolución del parto y del bebé.
¿Qué leyes amparan a las personas en situaciones de violencia obstétrica?
La Ley Nº 25.929 (de Parto Humanizado) que establece los derechos de las personas gestantes y la Ley Nº 26.485 (de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales) que contempla a la violencia obstétrica como violencia de género.
¿Qué le pedimos al Estado?
La violencia obstétrica no es invisible para las personas embarazadas que la experimentan por eso hay que reconocer a la violencia obstétrica como una violación de derechos humanos y hacer cumplir la obligación de los gobiernos de respetar y proteger los derechos de las personas embarazadas durante el embarazo, el parto y el posparto. Pedimos a los gobiernos que aborden la violencia obstétrica contra las mujeres en los centros de salud y adopten medidas prácticas y legislativas para prevenir, prohibir, sancionar y reparar estos actos.
¿Qué podemos hacer para cuidar a los y las adolescentes?
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Sensibilizarnos como adultos/as que trabajamos con adolescentes para fortalecer una mirada empática.
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Acompañar desde las instituciones de salud reconociendo las singularidades de cada adolescente.
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Compartir buenas prácticas con colegas, socializar información actualizada con los equipos y denunciar la violencia.
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Brindar información a los y las adolescentes acerca de sus derechos (sobre todo lo que respecta a la Ley de Parto Humanizado).
El modo en que los/as adultos/as acompañamos a los/as adolescentes repercute en su salud y la de sus hijos/as. Hagamos cumplir la Ley de Parto Humanizado que garantiza el respeto de los derechos de las personas gestantes, los/as niños/as y sus familias en el momento del nacimiento.
Algunos números
Según el primer Índice Nacional de la Violencia Machista, en Argentina el 77% de las mujeres aseguró haber sufrido violencia obstétrica. Al 10% de las mujeres o personas gestantes las discriminaron durante el parto, al 70% la llamaron con sobrenombres, el 41% recibió burlas, al 55% le hicieron sentir que ponía en peligro a su hijo/a y al 27% la amenazaron (OVO, Las Casildas, 2019). Según un informe del Observatorio de las Violencias y Desigualdades por Razones de Género (OVyDRG) del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, el trato deshumanizado es la principal causa de denuncia, las denuncias por violencia obstétrica se refirieron principalmente a instituciones privadas (64% y 60%, respectivamente) y las jurisdicciones de las que provino la mayor cantidad de denuncias fueron Buenos Aires (42.3%), CABA (26.9%) y Córdoba (9.6%).
Información útil
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Si sos adolescente mamá o papá, estás embarazada, o conocés a alguien que lo esté te esperamos en Jakairá, un programa que acompaña a adolescentes que son madres y padres y a sus hijos e hijas. Ingresá a www.fundacionkaleidos.org/jakaira o comunícate por WhatsApp al 11 6703 3904. En Jakairá, hacemos equipo con vos.
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Si necesitas asesoramiento o queres hacer una denuncia podés comunicarte de manera gratuita las 24 hs., los 365 días, al 144.
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Estatuto a seguir para la atención a adolescentes en condición de embarazo, parto y puerperio.