Mujeres en el Territorio, cuidadoras de la Casa Común

Imagen: https://www.entreculturas.org/noticia/mujeres-defensoras-de-nuestra-casa-comun/

Por Margot Bremer, RSCJ-

Como en muchos otros ámbitos, también en nuestra relación con la tierra ha acontecido un cambio desmesurado que consecuentemente ha afectado también nuestro trato con ella. Podemos decir con el papa Francisco: “Hemos olvidado que nosotros mismos somos tierra” (LS 2).

Hoy, en muchos lugares la tierra con sus recursos naturales, se está transformando en un botín mercantil que justifica su devastación mediante fraking, extracción, deforestación, contaminación de suelo, aire y agua, etc. que destruye la vida de nuestros territorios. ¿Estamos conscientes que, con tal tergiversión de relacionamiento nosotros mismos estamos en camino de ser mercancía? Las venas de nuestros territorios latinoamericanos siguen abiertas. Por esa razón nos parece necesario hacer memoria de nuestros pueblos originarios. ¿Cómo ellos se relacionaron con la tierra? Recojamos aquí en síntesis las experiencias de algunas mujeres indígenas. Descubrimos allí que el territorio es mucho más que un espacio geográfico. 

 

Territorio en visión originaria

 

Parto de una experiencia guaraní: En sus celebraciones los chamanes realizan las oraciones en forma de danza sagrada al ritmo de los golpes (con la tacuara) que las mujeres dan a la tierra. Uno de sus significados es que las mujeres, al ser generadoras y cuidadoras de vida, perciben debajo de la tierra todo un microcosmos de vida durmiendo: brotes, gérmenes y embriones de diferentes especies, propias de cada territorio. Con sus golpes, las mujeres quieren despertar esa vida oculta e invitarla a integrarse en el ritmo de alabanza y gratitud al creador del territorio. Esta visión nos reconduce a las fuentes de vida y nos llena de sacralidad lo que expresó nuestro papa Francisco:”hay que valorar esa mística indígena de la interconexión e interdependencia de todo lo creado, mística de gratitud que ama la vida como don, mística de admiración sagrada ante la naturaleza que nos desborda de tanta vida”. (Q.A. 73).

 

Tal forma de celebrar los indígenas, surge de una profunda convivencia con su territorio que les ha abierto el misterio de la vida como una sagrada trama. Explican: “Con nuestra visión afirmamos nuestra alteridad a este sistema moderno desde nuestra manera milenaria de ocupar nuestro territorio. Es el compromiso de nuestra vida que sigue a miles de otras vidas en tiempos pasados, presentes y futuros y se inscribe en el cumplimiento de nuestro deber espiritual de salvaguardar nuestras tierras sagradas 1

 

Tienen diferentes imágenes de su territorio. Por ejemplo, el pueblo guaraní considera su territorio como una mujer por cuyas venas corre su sangre, representado por el agua de los ríos y arroyos que derrama vida en exuberancia, fertilizando la tierra y produciendo frutos. La tierra, en la visión de casi todos los pueblos indígenas, es como una Madre que ofrece a sus hijos lo mejor que ella misma puede producir. 

 

Es decir, para ellos la tierra tiene vida propia, y por eso también puede morir. Del agradecimiento por tal cuidado maternal, surge del afecto filial el deseo de cuidarla en reciprocidad. Este principio de reciprocidad es inherente a cada territorio y cada pueblo; es la base de todas formas de convivencia. Hay mujeres indígenas que afirman de que cada territorio tiene su propio proyecto de vida que deben investigar y conocer para poder colaborar con él. Esta reciprocidad madre-hijos, necesita ser constantemente renovada desde cada casa familiar, pero siempre en el horizonte de la Casa Común universal, la gran familia de la creación. 

 

Las mujeres, experimentadas en ser generadoras y cuidadoras de vida, conocen las propiedades específicas de su territorio:  la diversidad, calidad fragilidad, etc. e intentan organizarse en reuniones para intercambiar sus experiencias y elaborar de ellas una visión integral. Su objetivo es mantener, restaurar, reconstruir y renovar la armonía y el equilibrio en su convivencia con el territorio. Comunitariamente ellas planifican la siembra, el cultivo, la cosecha y distribución e inventan cocinar y conservar todo lo comestible que les brinda su territorio. Inventan comidas típicas con sabor a territorio.

 

También saben organizarse con una opción clara y valiente por la defensa de los derechos y la dignidad de vida en convivencia con su territorio y por una justicia socio-ambiental entre todas las culturas presentes. Saben colaborar con el ritmo de la naturaleza, saben entrar en sus ciclos de renovación y saben adaptarse a los cambios históricos y climáticos. A la vez saben cuidar la memoria reconectándose con los orígenes y con las utopías del pasado. Esta mirada atrás les lleva a la mirada al futuro que les da la audacia de transformar estructuras anacrónicas que ya no dan vida.

 

Estas mujeres organizadas saben despegar su mirada desde el “borde del plato de comida” (über denTellerrand gucken) de cada día, y ensancharlo hacia una mirada universal, una utopía, que conduce hasta la puerta de la Casa Común, siempre medio cerrada por la sobrecarga de conflictos, aprietos, apuros y problemas cotidianos, borrando aquella “mirada larga”. Gracias a su sentido comunitario, a su espíritu de resistencia colectiva y a su tierno afecto de su territorio, estas mujeres se mantienen firmes y unidas y así sobrepasan situaciones difíciles con esperanza colectiva. Por ser la vida del territorio sagrada, las mujeres suelen proteger con preferencia aquellas formas de vida que se manifiestan en lo más frágil y débil a nivel socio-ambiental. Saben prevenir al calor y al frío, a la sequía y a la inundación, al peligro de las plagas y de los agrotóxicos, etc. siempre defendiendo, cuidando y re-construyendo la armonía y el equilibrio de la convivencia en el territorio. Ya sus ancestros descubrieron que su territorio es el “centro integrador de la vida de la comunidad2

 

Para mantener la íntima relación entre comunidad humana y territorio, es necesario tener un sueño común, una utopía. Hay diferentes nombres de este sueño como la Tierra sin Mal, el Buen Vivir, Casa Común

 

Para las mujeres indígenas, el cuidado de la Casa Común siempre comienza con el cuidado de la propia casa en el territorio. En algunos mitos antiguos del Gran Chaco y Acuífero Guaraní, aparecen mujeres como colaboradoras de la creación3. Las condiciones climáticas, ecológicas, topográficas, etc. les habían inspirado a intuiciones creativas en desarrollar, comunitariamente, a lo largo de las generaciones, una propia cosmovisión, un idioma propio, unas estructuras organizativas propias, etc. Siempre transmitieron a la nueva generación sus costumbres, sus derechos consuetudinarios y tradiciones como fieles cuidadoras de la cultura de su territorio.

 

Pues estas mujeres saben unir su afecto al territorio con el afecto a su comunidad/pueblo que les hace descubrir en ellos el sueño compenetrado de la Casa Común. Saben escuchar desde las venas abiertas en su territorio el grito de los heridos y golpeados y saben distinguir entre ellos los gemidos de parto de una nueva creación (Rom 8,22).

 

 

Imagen: https://www.entreculturas.org/noticia/mujeres-defensoras-de-nuestra-casa-comun/

 

1 Volviendo a la Maloca Proyecto de 390 pueblos originarios articulados en la región amazónica, 2004

2 Tierra y Territorio, Jubenal Quispe, Bolivia

3 Por ejemplo, Mito nivaclé sobre las mujeres del agua, mito avá guaraní sobre la abuela cuidadora del manantial del agua en el centro de la tierra.

Fuente: AMerindia en la Red

Claudia Florentin