Un camino eclesial con María Magdalena, ‘apóstol de los apóstoles’
Por: Marcela Soto, DMSF | Amerindia Bolivia-
¿Qué viste en el huerto?/ Dinos, Magdalena.
Vacío el sepulcro, / sudarios y vendas, /Ángeles testigos, / movida la piedra.
Vi al Resucitado, / soy su mensajera
(Himno de vísperas fiesta de María Magdalena, Oficio de Lectura)
Este himno retoma la expresión del evangelio de Juan, luego del diálogo entre Jesús resucitado y María Magdalena, ella se reconoce como mensajera y se siente enviada a anunciar. Este reconocimiento personal de quien es, la impulsa a asumir una identidad y un rol protagónico en la vida de la comunidad eclesial.
María de Magdala se encuentra en la historia concreta y real, su nombre probablemente alude a su ciudad de origen: Magdala, cuya raíz hebrea Migdal significa “torre”1. Esta ciudad se sitúa al borde de lago Genesaret, en la orilla occidental, a cinco kilómetros al norte de Tiberíades.
Demos la palabra a María Magdalena. Estoy en los cuatro evangelios. Soy una de las mujeres que acompañan a Jesús, que financiamos su misión y Él me ha curado de siete demonios que me hacían sufrir. Estoy junto a la cruz y en el momento de la muerte de mi Amado, observo el lugar en donde van a colocar su cuerpo, miro desde lejos, al atardecer continuo sentada ante el sepulcro. Pasado el sábado, muy de madrugada, el primer día de la semana, voy junto a otras mujeres con aromas al sepulcro, huimos porque está vacío el sepulcro y de regreso anunciamos a los Once y a todos los demás, pero no nos creen. Retorno sola al sepulcro, lo confundo con el jardinero, pero cuando me dice Mujer lo reconozco, sorprendida disfruto de un pequeño encuentro, soy la primera a quien Jesús resucitado se le aparece, charlamos y quiero aferrarme a él, pero me lo impide, él me da el encargo y me manda a contarle a los discípulos lo que he visto y lo que me ha dicho. Corro emocionada.
Como podemos darnos cuenta, María Magdalena tiene una participación activa como seguidora y discípula de Jesús. Es interesante como su nombre está en los cuatro evangelios. Su protagonismo está mayormente referido a su presencia en: la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús, es testigo ocular, no sólo es observadora de los acontecimientos sino que ella toma la iniciativa y va al sepulcro y se encuentra con la novedad, con la noticia, con el mismo Señor Resucitado, quien la envía a comunicar este acontecimiento, comenzando una misión apasionada. Juan lo relata muy bien en el capítulo 20 pero posteriormente se agrega el capítulo 21 dejando a Pedro como cabeza. Y Pablo omite “el anuncio de Cristo resucitado a María, a pesar de que está atestiguado en los cuatro evangelios… el ejercicio de la autoridad por las mujeres era algo muy frecuente en las primeras iglesias cristianas”2.
Existen otros textos3, los extra canónicos, los escritos disciplinares de la Iglesia, escritos eclesiásticos e himnos litúrgicos, en ellos se reconoce a María Magdalena por su rol protagónico, dejando constancia de su participación e importancia en la comunidad, se le menciona como compañera de Jesús, quien le manifiesta su amor.
Es una discípula más, que dialoga y pregunta a Jesús, aparece como una mujer completa, incluso ya no necesita ser varón para entender y comprender la tarea de ella como mujer. Aparece como interlocutora en el diálogo junto con otros discípulos; en otras se le encuentra como la única mujer del grupo de discípulos que recibe una enseñanza especial de Jesús resucitado; se le ve cuando “conforta y anima a los discípulos para que prediquen”4.
Descubrimos su lugar privilegiado en la comunidad de discípulos que no se puede negar, en donde se pone de relieve la figura como favorecida de Jesús, existe una relación estrecha con el Maestro, desde donde se puede comprender el que ella efectúe muchas preguntas interpeladoras, además es “alabada por la belleza de su discurso y por su gran capacidad para comprender los misterios que Jesús les revela”5.
Y en los primeros siglos de la Iglesia, se encuentran Hipólito de Roma y Orígenes, ambos la menciona en sus escritos como Mariamme, aludiendo a escritores que “legitimaban su enseñanza en María Magdalena”6 y reconocen que ejerce poder como mujer.
Sale a la luz claramente, una María Magdalena muy cercana a Jesús, discípula y apóstol, una mujer con un protagonismo y fuerza en la palabra, que sigue los pasos del Maestro y es enviada a predicar el evangelio, formando pequeñas comunidades. Entonces surge la pregunta ¿Por qué desaparece María Magdalena en el tiempo? ¿Por qué es excluida como discípula y apóstol? Ella que representa a las mujeres, ¿cómo es posible dejarnos fuera de los espacios de liderazgo y por tanto de decisión en la comunidad eclesial?
Nuevamente, María Magdalena, toma la palabra. Me ha hecho mucho daño el que sólo se refieran a mí como pecadora, prostituta, cuando en realidad Jesús “me libero de siete opositores del Reino, él venció en mí todas las fuerzas del mal”7, permitiéndome estar con él y seguirle. Soy nombrada junto a otras mujeres como discípulas, “soy de los suyos”8, pero se nos ha restringido la predicación y la enseñanza, ahora nuestro ministerio como diaconisas se ha reducido a la asistencia de mujeres en el bautismo, de este modo nuestra autoridad ha disminuido. No dejaron que recibiera el título de apóstol, los varones con su machismo me callaron y silenciaron, negando que en el momento de la resurrección de Jesús me nombró por mi nombre y me envió. Pedro que lo negó tres veces, que lo abandonó y se escondió cuando Jesús, más lo necesitaba, siente celos de mi ministerio que realizo animando a los discípulos y como “dirigente apostólica”9 de la comunidad, como gestora de un movimiento nuevo y renovado de la predicación del mensaje en todo lugar. Le molesta mi modo de ser discípula después de la muerte de Jesús, por ello discutimos mucho y finalmente vencieron ellos, asumiendo el liderazgo. Y siento que muero en vida, no quiero competir, pero sigo adelante, en pequeñas comunidades y no dejo de anunciar la Buena noticia y de predicar en nombre de quien le da sentido a mi vida.
La autoridad de María Magdalena, el poder otorgado por el mismo Jesús resucitado, genera tensiones especialmente en los varones, que no comprenden que ella puede ser preferida del Resucitado antes que a ellos y a ella ahora deban escuchar. María Magdalena a pesar de todos los comentarios ambiguos, las tensiones, la imposición a callarla, no puede “haber duda acerca de que las mujeres ocupaban un lugar en la vida y el ministerio de Jesús, tanto mientras él estaba en vida como después de la resurrección, cuando estaban en formación las primeras comunidades y su mensaje empezaba a difundirse”10. Ella seguirá presente, porque está los evangelios, canónicamente aceptados.
Pero, a partir de esta “mujer amiga de Dios, sabia discípula, compañera y valiente testigo, maestra e intérprete del mensaje de Jesús en la Iglesia temprana”11. ¿Cómo podemos tomar la palabra y recuperar este espacio vacío por siglos? ¿Será posible que las mujeres podamos recuperar la autoridad y el liderazgo en igualdad de condiciones en la Iglesia? ¿Qué nos impide a las mujeres la participación y el asumir roles ministeriales que ayuden a recuperar credibilidad a la Iglesia, en tiempos de tanto desprestigio por parte de los pastores? ¿Cómo sería una Iglesia con rostro femenino que anima la vida eclesial junto a los varones?
Citas
1 Bernabé, María Magdalena, tradiciones en el cristianismo primitivo, 21.
2 Jo Torjesen Karen, Cuando las mujeres eran sacerdotes. El liderazgo de las mujeres en la Iglesia primitiva y el escándalo de su subordinación con el auge del cristianismo. 48
3 Bernabé Carmen. María Magdalena, tradiciones en el cristianismo primitivo. 205-426
4 Marcos y Torres, “El evangelio de María Magdalena y la literatura gnóstica” en María Magdalena. De Apóstol, a prostituta y amante, 143.
5 Ibid., 147.
6 Ibid., 136.
7 De Freitas Jacir. El otro Pedro y la otra Magdalena según los apócrifos. Una lectura de género. 119
8 Schüssler Elisabeth. En memoria de ella. 399
9 Johnson Elizabeth. Amigos de Dios y profetas. Una interpretación teológica feminista de la comunión de los santos. 208
10 Jo Torjesen Karen, Cuando las mujeres eran sacerdotes. El liderazgo de las mujeres en la Iglesia primitiva y el escándalo de su subordinación con el auge del cristianismo. 50
11 Johnson Elizabeth. Amigos de Dios y profetas. Una interpretación teológica feminista de la comunión de los santos. 206