Maternidades otras
Dra. Marilú Rojas Salazar
“La Maternidad es una función que trasciende el sexo, el género,
la elección objetal heterosexual u homosexual y
la relación biológica con la criatura.
Sólo es la madre biológica quién procrea,
lo que no significa que ejerza la función materna.
La Maternidad es una elección.
El tan sólo hecho de parir no implica el ejercicio de la función materna,
ya que existiendo o no la procreación
se puede ejercer la función materna,
esta función trasciende lo biológico.
Sí bien hablamos en la maternidad de una función vincular
o relación intersubjetiva,
también en ella tendremos que considerar
una relación tran- subjetiva,
establecida entre el sujeto y el marco del contexto social”.
(Indalecio Fernández Torres)[1]
En una sociedad tan patriarcal como la mexicana, una no puede entender cómo existe una especie de casi culto a la maternidad o a la madre. Y es que el día de la madre de un lado, es una celebración casi de adoración por la figura de quien le engendró, mientras que por otro lado, somos una sociedad feminicida, cuya violencia hacia las mujeres en vez de disminuir, se acrecienta cada vez más ¿no es esto una contradicción en sí misma, la de una sociedad patriarcalmente hipócrita y a la vez descarada en cuanto al ejercicio de la violencia que deriva en una especie de neurosis entre el culto y el odio hacia lo femenino? ¿no es acaso violencia pensar que los cuerpos de las mujeres sean solamente valorados por ser vientres reproductivos, que contribuyan a dar trabajadores esclavos al servicio del patrón-mercado capitalista, no es acaso esto un utilitarismo explotador del cuerpo?
La imagen de la madre permea el imaginario de una sociedad donde la paternidad irresponsable es justificada, la ausencia de los hombres de la tarea de los cuidados ha sido casi naturalizada, la negligencia de los padres en la manutención de los hijos se torna en un común denominador y todo esto no pasa por la visión crítica de género a la hora de ‘celebrar el día de la madre, cayendo así en un esencialismo del rol de la madre como una realidad cuasi ‘natural’ y no como una función que puede o no elegirse. Por esta razón hemos de deconstruir el concepto de maternidad esencialista.
La maternidad no es una asignación de género, no es verdad que todas las mujeres nacemos con chip para la maternidad, no hay un ‘instinto maternal’, eso es un mito patriarcal que ejerce de sistema de control hacia los cuerpos, imaginarios y subjetividades de las mujeres. Durante mucho tiempo la preñez de las mujeres fue un arma de control de los hombres para que éstas se mantuvieran ‘ocupadas’, y no tuvieran tiempo para pensar en sí mismas, porque al ejercer la reflexión sobre su situación no estarían tan contentas de vivir como oprimidas.
Habemos mujeres muy felices de no ser madres, y otras más que para nada nos llama la atención el cuidado de los niños, eso no significa que no seamos mujeres, pues desde la crítica al esencialismo de género la maternidad es una función, una elección y no algo para lo que nacemos. La maternidad es un aprendizaje que se nos instala a las mujeres desde la infancia en el momento de asignarnos los roles o estereotipos de cuidado a través de los juegos infantiles, los juguetes que se destinan a las niñas, los mandatos de género de una cultura para que las niñas ‘aprendan’ sus funciones en una sociedad patriarcal, machista y violenta hacia las mujeres como una forma de sometimiento.
El tan solo hecho de parir no implica la función materna, existen otras formas de maternidad: la maternidad lésbica, la maternidad homosexual, la maternidad subrogada, vientres de alquiler, madres solteras, madres adoptivas, madres de crianza. Con ello lo que quiero afirmar es que no hay un modelo de ser madre, ni la maternidad es un mandato. Es con la crianza que alguna mujeres entran al ejercicio de la maternidad y ésta tiene como ámbito la vida cotidiana, lo que hace que sea una función y no una asignación, y menos un asunto ‘natural’.
De acuerdo a Marcela Lagarde: “La maternidad es uno de los hechos de la reproducción socio-cultural. Se sitúa en las relaciones sociales, es decir, en la sociedad y en el estado-o en cualquier forma de superestructura jurídico-política-, y en la cultura… La maternidad es el conjunto de hechos de la reproducción social y cultural, por medio del cual las mujeres crean y cuidan, generan y revitalizan, de manera personal, directa y permanente durante toda la vida, a los otros, en su sobrevivencia cotidiana y en la muerte”. [2]
El gran problema de la maternidad como se ha construido a nivel social es que es una vida para los otros, que no solo son personas, sino también pueden ser organizaciones o instituciones, esos otros también son personas aptas, por lo que el drama de la maternidad como lo explica Lagarde es el trabajo materno excedente: “llamo trabajo materno excedente, al trabajo y a las actividades que realizan las mujeres maternalmente, para los aptos, porque es un trabajo obligatorio e innecesariamente realizado por las mujeres-madres… Los cuidados a los aptos se hacen a quienes actúan como si estuvieran impedidos. Las madres hacen por ellos cosas tabuadas: les hacen la comida, se la sirven, les dan de comer, les recogen sus cosas y sus desechos, los despiertan, lavan, barren y limpian por ellos, recogen y ordenan sus cosas, compran sus bienes. Las mujeres hacen todo eso como madres, y mucho más, como si ellos estuvieran impedidos. Estas actividades son realizadas por las mujeres, sólo por el convencimiento cultural (político-consensual y coercitivo), de que se trata de un deber a tal punto ineludible, que es un deber ser, ubicado en el centro de la identidad femenina de las mujeres y del género. Deber ser, asociado al irrenunciable amor maternal”. [3]
Este trabajo realizado se hace como sometimiento, desvalorización de las mujeres y acosta de la inferiorización y no se ve como un trabajo, ya que este no es remunerado, y tampoco genera un mínimo de gratitud afirma Lagarde, luego entonces se convierte en esclavitud, explotación y violencia. Esa maternidad que celebramos es una celebración a la violencia infligida a las mujeres en su dignidad humana y en sus cuerpos utilizados como herramienta de producción. Casi nadie aborda el tema de las maternidades forzadas como es el caso de las maternidades adolescentes, que no son maternidades sino víctimas de abuso sexual en muchos casos.
Jesús de Nazareth y su relación con María
¿Qué nos dicen los textos bíblicos sobre la figura de la maternidad? Aunque en la tradición católica se ha dado por esencializar también la figura de María de Nazareth como ‘la madre’, en los textos del segundo testamento o nuevo testamento, no es así, pues resulta bastante curioso que en ningún momento Jesús se dirija a María con el vocablo de madre. La comunidad Joánica es quién pone a María a los pies de la cruz y, Jesús aplicando la ley de levirato o del pariente redentor asigna a Juan como rescatador de María en calidad de hijo con las palabras: “¡Mujer, he ahí a tu hijo! ¡He ahí a tu madre!” (Jn 19.26) Sin embargo, es la única vez que en labios de Jesús aparece la palabra madre. En los escritos joánicos aparece Jesús dirigiéndose a María con el término ‘mujer’ y nunca el de ‘madre’. La pregunta que nos suscita es ¿por qué? Desde una reflexión feminista de la teología podemos pensar que Jesús rompe con los esquemas patriarcales de su sociedad y cultura, de tal suerte que al referirse a María con el término ‘mujer’ justamente transgrede los roles a los que la sociedad patriarcal judía sometía a las mujeres: como madres, esposas o hijas. Ya que las mujeres en esa sociedad eran únicamente valoradas por su función reproductiva para dar hijos al pueblo, y quién no ejercía esa función era considerada una mujer casi maldita. El término MUJER cobra un sentido de dignidad y autonomía. María de Nazareth es reconocida por Jesús en su dignidad y valor de ser mujer, no por sus funciones reproductivas o por los roles que debía cumplir. María no es únicamente importante por ejercer una función de madre de Jesús, es una mujer histórica en todo el sentido que cobra la palabra y no queda sometida a la figura del Hijo, sino es reconocida en todo su valor de ser persona, autónoma, libre e independiente, por lo tanto, la tradición católica romana tiene una deuda con la mujer María de Nazareth, la de desesencializar del rol único de maternidad y en ella a todas las mujeres, pues la figura mariana ha servido como un símbolo de opresión para las mujeres, especialmente cuando se enfatiza su figura única de madre como si para eso hubiera nacido.
Jesús no sometió a María a los roles o estereotipos patriarcales de su sociedad y tiempo, al contrario la reconoció como Mujer, como categoría de dignidad y en el reconocimiento de ser persona.
Conclusión
El cristianismo ha de romper con lo esencialismos de género, especialmente con los estereotipos patriarcales asignados a las mujeres como sagrados, especialmente el de la maternidad. Las mujeres no nacimos para ser madres, la maternidad es una función que puede ser o no elegida por las mujeres, y ello no las hace ni más valiosas, ni menos mujeres. Nuestra identidad es la de ser personas y no somos las funciones o los estereotipos asignados por el patriarcado a nuestra corporalidad. No todas las mujeres tenemos que ser madres, como tampoco, no todas las madres son biológicas. La maternidad ha de ser deconstruida para esta no sirva de sometimiento, servilismo e inferioridad a las mujeres que la ejercen. No podemos dejar de reconocer que muchas de éstas maternidades son un ejercicio de violencia contra las mujeres y sus cuerpos, instalado y sostenido también por el lenguaje religioso.
[1] Indalecio Fernández Torres. “La maternidad en las mujeres homosexuales” en Tópicos Revista de Psicoanálisis año XX. Vol. 1.2012. 28-29.
[2] Marcela Lagarde y de los Ríos. Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. México: UNAM, 2011. 246 y 248.
[3] Ibid. 250.