La sensibilidad de Jesús

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“Se me conmueven las entrañas al ver a esta gente" (Marcos 8:2)

                                                   Por Ofelia Miriam Ortega-

Celebramos el "Día Internacional de la Alimentación”. Al recordar las necesidades para la alimentación diaria de tantas familias de nuestras sociedades e iglesias, las palabras de Jesús de Nazareth en el Evangelio de Marcos 8:2 resuenan como un llamado, no solamente para nuestra comprensión, sino para compartir ese sentimiento " crístico", que debe conducirnos a una práctica de compromiso solidario con las demandas de las personas que necesitan de nuestro apoyo y sostén.                                

Introducción

La psicología, las psicólogas los psicólogos nos dicen: Cada persona es lo que es su sensibilidad. Y es cierto; la mayor parte de nuestras acciones están motivadas por la sensibilidad.

Cuando somos sensibles ante la dignidad, los derechos o el dolor de otra persona, nuestras acciones tienen un valor extraordinario. Pero cuando somos insensibles ante las situaciones humanas con las cuales nos enfrentamos en la vida, por muchas buenas intenciones que podamos tener, nos volvemos indiferentes ante el dolor si nos falta la sensibilidad.

Así que, la sensibilidad y no meramente la razón, es el motor de la vida y la conducta. Es evidente que la relación con Dios y con las personas que nos rodean no se logra solamente a través de la fe o de las convicciones que tengamos, sino también con expresiones de sensibilidad.

Hace algún tiempo, leí un reportaje del periodista Ismael Enríquez, de la Agencia de noticias de América Latina (Prensa Latina). Según él, la compasión llegó demasiado tarde para el inmigrante guatemalteco Hugo Tale Yax. Al menos 25 personas pasaron por su lado mientras moría en una calle de Nueva York, sin que nadie moviera un dedo para ayudarlo.

El caso salió a la luz pública gracias a una cámara de seguridad instalada en un edificio cercano, que grabó como Tale, de 31 años, acudió en defensa de una mujer a la que otro hombre atacaba por la espalda. Eran las cinco de la tarde. Gracias a su auxilio a la mujer, el agresor emprendió la fuga, pero no sin antes dejar al joven latino mal herido, apuñalado en el pecho y tirado en una acera donde estuvo agonizando más de una hora.

El video de vigilancia reveló como un hombre sacó su celular, fotografió al joven y siguió su camino. Otro lo movió y al ver que sangraba profusamente continuó la marcha. Los más tenían prisa y solo se pararon unos segundos en el cuerpo para perderse luego más allá del ángulo de la visión de la cámara.

Los médicos llegaron cuando ya Tale estaba muerto. Agonía y muerte de un buen samaritano en Nueva York, enunció luego un diario que recreó la noticia sobre la tragedia.

I.                    La sensibilidad de Jesús

La pregunta que hoy nos hacemos en relación con el texto bíblico de hoy es: ¿Qué sabemos sobre la sensibilidad de Jesús?

Escuchemos de nuevo el texto central de este capítulo 8 del evangelio de Marcos:

“Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo y no tienen que comer, y si los envío en ayunas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.”

Aunque aquí se usa el término compasión – el original griego de la Biblia usa el verbo que significa – las entrañas, los órganos internos de nuestro cuerpo. Para el pueblo hebreo, las entrañas eran la sede de los sentimientos. Por eso en el título de nuestra reflexión usé el original griego: “Se me conmueven las entrañas”.

Por lo tanto, cuando los evangelios utilizan este verbo para referirse a las relaciones o comportamiento de Jesús, en realidad, de lo que hablan es de la sensibilidad de Jesús, cosa que con frecuencia no aparece con claridad en las traducciones del texto griego original.

No es raro que al encontrarse los traductores con este texto lo traduzcan por “tener misericordia” o “tener compasión”, o en ocasiones “tener lástima”.

El hecho es que todo eso es verdad, pero también esas expresiones, aunque dicen algo, pueden tener el peligro de hacernos pensar que Jesús reaccionaba ante las desgracias ajenas como cualquier persona reacciona ante un mendigo que pide limosna o cualquier persona desamparada.

A veces también sentimos lástima, damos una limosna, y así pensamos que cumplimos “una obra de misericordia”.

Por supuesto que todo eso es bueno. Pero nada de eso explica lo que Jesús vivía y hacía. Tenemos que insistir en que el verbo vinculado a la sensibilidad de Jesús significa literalmente “sentí una conmoción en las propias entrañas”. Expresa, por lo tanto, una reacción visceral, la más entrañable y humana que pueda experimentar una persona.

II.                   Enseñanzas de Jesús sobre la sensibilidad

Esa sensibilidad fue la que experimentó el padre del hijo extraviado cuando lo vio regresar a casa en la parábola del hijo pródigo – o lo que vivió aquel samaritano ejemplar cuando encontró al desgraciado al que habían robado, dejándole medio muerto en el camino, en la parábola del buen samaritano.

Yo pienso que a través de estas historias, de estas parábolas, Jesús quería enseñarnos sobre la necesidad de una sensibilidad que debe conmoverse intensamente para ver la necesidad de los que nos rodean, para conducirnos a acciones éticas valiosas.

En el texto bíblico de hoy, Jesús reacciona visceralmente ante la pobre gente que desfallecía de hambre. No soportaba ver a las personas pasando necesidad, no aguantaba el dolor de los otros y otras, era algo superior a sus fuerzas. Su sensibilidad no lo toleraba.

Lo mismo ocurrió el día que Jesús encontró a un leproso, el ser más despreciado de aquella cultura, hasta el punto que tenía que vivir en un descampado, alejado de todos (Marcos 1:41).

Y otro tanto pasó cuando Jesús vio la patética escena de una mujer viuda que iba a enterrar a su único hijo recién fallecido en Lucas 7:19. La misma compasión que sintió al ver a dos ciegos que pedían limosna sentados a la vera del camino (Mateo 20:34 y 20:29).

III.                 El sufrimiento de Jesús

Es importante darnos cuenta de que la sensibilidad de Jesús se menciona en los evangelios solamente cuando se trata de situaciones de sufrimiento de otros y otras.

No se habla de eso ni cuando lo que está en juego es el sufrimiento de Jesús, y menos aún para indicar la sensibilidad de Jesús cuando lo ofendían, lo insultaban, lo trataban con desconfianza o desprecio, ni cuando se vio amenazado, en peligro, incomprendido, o sobretodo injustamente tratado en su pasión y en la muerte.

No se trata de que Jesús fue un ser extraño, insensible a los insultos y a las ofensas, al propio dolor y a las humillaciones que nos presenta la vida. Jesús fue un hombre normal, al que todo eso le tuvo que doler y ofender. Pero el hecho es que los evangelios no hacen mención de su sensibilidad nada más que cuando se trata del sufrimiento de otros y otras.

IV.                Sensibilidad e indiferencia

Recordemos lo que dijimos al principio – hay una gran distinción o separación entre la sensibilidad y la indiferencia.

La persona que es insensible ante determinada situación, permanece indiferente a los que allí sucede, va a lo suyo, sigue su camino, pase lo que pase a su alrededor.

Hoy se valora sociológicamente si realmente vivimos cada día para cumplir con nuestros deberes – no estando conscientes de las necesidades de los que nos rodean. Por eso, en muchas ocasiones, llegamos a ser solamente buenos cumplidores. Pero, de la vida y obra de Jesús aprendemos que tenemos que ir más allá y ser sensibles al desamparado y a la necesidad de cariño, respeto y estimación de los que nos rodean, sea quienes sean.

Siempre me han impresionado las palabras del defensor de los derechos humanos de los ciudadanos negros de Estados Unidos, Martin Luther King Jr., que dijo en uno de sus discursos patrióticos:

“Cuando reflexionamos nuestro siglo no nos parece lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas”.

 

 

 

Claudia Florentin