Agar e Ismael
Stephanie Andrade Vinueza-Ecuador
El frío cala los huesos,
y el azul del alba desgarra por dentro.
Nuestro peregrinar parece eterno.
Del pan, sólo hay migajas.
En el odre, sólo gotas de agua.
Mis pies languidecen.
Mis brazos, cansados, ya no aguantan sostenerte.
Tu cuerpo, Ismael, cada vez,
se siente más pesado.
Pesa tu cuerpo,
pesa el destierro,
pesan mis pies diminutos
en la inmensidad del desierto.
Pesa esta libertad que no quiero.
En medio de este destierro,
que es desierto de sueños,
la esclavitud era hogar y sustento.
Quédate aquí, hijo mío.
Te dejo.
Al amparo de esta sombra
encontrarás nuevo aliento.
Estaré siempre contigo.
En este adiós te guardo eterno.
A lo lejos,
el lamento tuyo llega al alma.
Es desgarrador hasta el alto cielo.
Entre nuestros sollozos,
los temores encuentran cobijo.
Nos dicen que el desierto
es sólo una parte del camino.
Nos dicen que sí hay abrigo,
y que no está todo perdido.
El banquete está servido
ante nuestros ojos encegecidos.
Regreso a vos.
Recorro mis huellas.
Voy a tu encuentro.
Corro a tu abrazo.
Te vuelvo a elegir, Ismael.
Por ser mi más fiel compañero.
Si tus lágrimas llegaron al cielo,
con tu aliento construiremos nuevos sueños.
Reinventemos el destino,
Ismael, vamos de la mano,
continuemos el camino.
Publicado por Sociedades Bíblicas Unidas en Ecuador