Un Dios escandalosamente humano

Imagen de Lizeth Mussy

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Por Gabriela Merayo-

Dios se encarnó, se hizo carne, puso su morada entre nosotros y nosotras y con este gesto abrazó el tiempo y la historia, Dios quiso ser parte de nuestra historia.

Lo que diferencia al cristianismo de otras religiones monoteístas es tener como centro a un Dios encarnado, un Dios que se hizo parte de nuestra historia y de nuestra humanidad.

Dios se encarnó, se hizo carne, puso su morada entre nosotros y nosotras y con este hecho abrazó el tiempo y la historia, Dios quiso ser parte de nuestra historia.

¿Por qué llamarnos cristianos si adoramos a un Dios energía, fuerza, luz, gloria, verdad, que está lejos, en el cielo, ausente, que es impersonal? Los sustantivos abstractos están lejos de acercarnos al Dios de Jesucristo, porque Dios se hizo Persona en la Historia. No adoramos a ‘la’ verdad o a ‘la’ luz, sino a la persona de Jesucristo que es luz para el mundo, que es verdad.

Cristiano/a es aquél o aquella que intenta seguir los pasos de Jesucristo: el Jesús de la Historia y el Logos de Dios, la Palabra de Dios encarnada en el tiempo.

 

El literalismo bíblico desconoce la Encarnación de Dios

El literalismo bíblico no es compatible con el cristianismo porque omite a todas las personas que transmitieron un mensaje a una comunidad concreta, y a todos los que lo escribieron y reescribieron por más de veinte siglos. La Biblia es la Palabra de Dios pero también es “palabras de hombres” (y varones en su mayoría), leerla sin hermenéutica, sin contexto socio-económico, sin política, sin cultura es quitarle la mayor originalidad al mensaje cristiano, la historia por la cual transitó y atravesó la sabiduría de Dios.

En estos tiempos posmodernos, líquidos y fundamentalistas vamos dejando una Biblia desencarnada, vamos dejando una Biblia sin el Dios de Jesucristo al que decimos seguir los cristianos.

Para aquellos que leen la Biblia y la interpretan tal cual está escrita, la vida es mucho más fácil, porque si hay algo que no concuerda en ella, si hay contradicción o incongruencias (y vaya que las hay…) el que tiene la culpa es Dios. Se engañan aquellos que creen que esta forma de acercarse a la Palabra es más fiel que cualquier interpretación, porque siempre se elige qué se lee y cómo se lee, nadie hace una lectura ingenua sino profundamente intencionada. Creer en un Dios encarnado y en un texto sagrado inspirado nos ata incondicionalmente a la interpretación a través de la cultura.

Podemos decir que hay tres tipos de personas que leen la biblia de esta manera: los primeros viven en una esfera espiritualista y desencarnada (son pocos los que la leen así y a los cuales se les podría cuestionar su sanidad mental), los segundos, personas ignorantes no sólo del texto bíblico sino de cualquier texto literario, los últimos, son aquellos que tienen conocimiento y clara intención en lo que hacen, en cómo lo hacen y en para qué lo hacen. Lo hacen para obtener poder, dominio y sometimiento, a ellos les conviene que nada cambie ni en los primeros, ni en los segundos.

Hermenéuticas encarnadas y trinitarias

Cuando quieras leer la Biblia e intentar interpretarla, buceá en las fuentes, viajá al contexto, pero, sobre todo, no olvides si te llamás cristiana/cristiano de pasar todo lo que leas y descubras a través del prisma de la encarnación, vida, muerte y resurrección de Jesús.

Hay muchas idas y venidas en los diferentes libros de la Biblia, pero en los Evangelios, en los dichos y hechos de Jesús de Nazareth hay una concordancia muy grande, prima el amor a la verdad, prima el perdón a la venganza o el odio, la unidad a la división. No se puede interpretar un pasaje bíblico sin iluminarlo con los dichos y hechos de Jesús, sin pasarlo por el tamiz del mandamiento más importante el del Amor a Dios, al Prójimo y a Nosotros Mismos.

Tampoco te olvides al hacer una interpretación que creemos en un Dios Uno y Trino, un Dios Padre-Madre, un Dios-Persona y un Dios-Espíritu-Ruah. Un Dios que abraza desde el origen la comunidad, la diversidad y la comunión. Un Dios que eligió darse a conocer, revelarse y relacionarse con las personas como uno más y que pasó haciendo el bien, pero también un Dios que demostró cuan divino se puede ser siendo plenamente humano.

Que tu cristianismo no te deshumanice, porque el Dios de Jesucristo a quien seguís y rezás se hizo escandalosamente humano de una vez para siempre.

Blog de Gabriela: https://gabriela.enpalabras.app/

Claudia Florentin