Agnese Boaretto: "Parte de los proyectos con los que me vinculo están relacionados con una cosmovisión espiritual y política de los evangelios"

"El pez si no abre la boca muere" es un proyecto cinematográfico que incluye dos piezas audiovisuales, un cortometraje de ficción y un microdocumental. Ambas piezas abordan la problemática del abuso sexual contra las infancias.

Una historia protagonizada por Mateo Gómez Rochero y Laura Azcurra, escrita y dirigida por Agnese Boaretto, producido por Frater Audiovisual y Federico Bolan, música de Lisandro Aristimuño. Este relato de ficción continua con un microdocumental dirigido por Juan Sabio, donde parte del equipo de realización y personalidades de autoridad como el ex juez federal Dr. Carlos Rozanski y la Licenciada en Psicología Susana Toporosi abordan el ASI en profundidad complementando la ficción.

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 CONOCEMOS A LA DIRECTORA

Agnese

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¿Quién es Agnese hoy? ¿Te definirías como una mujer creyente?

Soy una construcción en proceso, con un camino recorrido que me ayuda a valorar el presente teniendo en cuenta todo lo vivido hasta acá, re-elaborando la existencia a cada paso y teniendo como norte la premisa de que estoy aprendiendo en todas las áreas de la vida. Quizás ese es el motor que me tracciona, ser consciente de que no tengo todas las respuestas, pero si miles de preguntas con las que hoy puedo convivir sin que sea un problema portarlas. Me gusta estar en contacto con las personas, el arte y la naturaleza. Soy realizadora audiovisual y en este momento estoy estudiando psicología social.

Si bien pase por diferentes momentos respecto a mi fe, esta me sigue atravesando de lado a lado, gran parte de los proyectos con los que me vinculo están relacionados con una cosmovisión espiritual y política de los evangelios. Tengo una relación estrecha con mi fe, es lo que ha permanecido constante a través de los años, sin importar que relación vincular fui teniendo con las instituciones eclesiásticas, creo que he podido cuidarla a pesar del tiempo y los cambios de la vida. Me lleva a repensar la realidad, la vida y a reelaborar acciones concretas para los escenarios que elijo habitar.

Hoy por hoy comparto de forma colectiva con la comunidad con quienes tengo muchos puntos en común respecto a esta forma de vivir y transitar, con amigues. Esa comunidad es una red de personas distribuidas en diferentes lugares geográficos, con quienes tenemos algunos proyectos en común.

En tu corto-documental abordas la temática de abuso sexual, ¿qué te llevó a esa temática?

Desde que recuerdo que las injusticias me produjeron muchas preguntas y dolor, particularmente el abuso sexual contra las infancias siempre me provoco impotencia, una especial impotencia basada en conocer a muchas víctimas dentro de mis entornos personales y ver como todos los hechos quedaban impunes. Vi el dolor que genera este flagelo en la vida de les sobrevivientes y el silenciamiento social es el que me llevo a involucrarme cada vez más con la problemática, transformando la indignación en motor. En una primera instancia mientras estudiaba cine produje una campaña de bien público en torno a la problemática, luego de eso seguí pensando que era necesario y urgente utilizar un género de interpelación como lo es la ficción para hablar de este delito tan silenciado, entonces sí, fue eso, romper el silencio desde el arte. Buscar la incomodidad del espectador para poder producir un quiebre

¿Crees que es también un tema oculto en comunidades de fe? ¿En tu investigación pudiste dialogar con gente de fe?

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En la investigación que hicimos para producir las piezas que componen al proyecto no tuvimos contacto estrecho con comunidades de fe, pero si a lo largo de algunos años de investigación personal de la problemática y por haber pasado tiempo participando en instituciones eclesiásticas, se que esto también sucede en estos ámbitos Si bien el más alto índice de abusos se da en el contexto intrafamiliar de niñxs y adolescentes, también se ha dado en instituciones como en las iglesias o ámbitos educativos. Las denuncias más conocidas provienen de la iglesia católica, pero lo cierto es que este delito es cometido en diferentes espacios de confianza donde los niñxs deberían ser cuidados y no violentados, también sucede en iglesias evangélicas. Es importante destacar esto, ya que al tratarse de contextos y personas que lxs niñxs y adolescentes conocen, es para ellos muchísimo más difícil romper el silencio y poder apalabrarlo, denunciarlo.

¿Qué te parecería ideal hacer en iglesias donde se educa a niñez en cuanto a tratamiento del tema como para que se generen espacios y las víctimas puedan hablar?

Considero que es fundamental hablar sobre el abuso sexual contra las infancias y adolescencias en todos los ámbitos, en la casa, en la escuela, en las iglesias, en los clubs, en las organizaciones sociales, merenderos etc., Una herramienta fundamental es la ESI, es una de las acciones prácticas para poder no solamente informar y concientizar sobre esta problemática, sino que brinda el espacio para que aquelles que fueron o están siendo violentades puedan hablar. Por eso me parece muy importante que la ley se cumpla, existe desde el 2006 y es un derecho que tiene que llevarse adelante por lo menos en los ámbitos educativos.

En el marco de las iglesias o comunidades de fe lo que considero central es entender el abuso sexual contra las infancias y adolescencias como lo que es, un delito, el cual es urgente denunciar. En primer lugar para que ese niño, niña o adolescente deje de ser violentadx, esté resguardadx y se lleve adelante justicia sobre el caso, en segundo porque por más de que el delito se haya cometido hace años, el victimario puede estar repitiendo el abuso con una nueva víctima en el presente. Considero que muchas veces ha habido una mala praxis en este tipo de ámbitos confundiendo el perdón de Dios, con la complicidad y eso es repudiable. Debemos acompañar a las víctimas en su proceso personal de restauración, pero tenemos la obligación ética, moral, espiritual y judicial de denunciar. Si no lo hacemos, estamos siendo cómplices del abuso y estamos dejando expuesta la vida de ese menor, los adultos y adultas tenemos responsabilidades muy claras en cuanto a esto. Creo que debemos seguir concientizando a los miembros de las comunidades de fe para que denuncien y en forma paralela puedan habilitar la palabra con sus jóvenes y niñxs. En muchos casos las víctimas solo hablaran en aquellos lugares donde tengan contención y un espacio de confianza, con lo cual resulta muy importante y pertinente tener una escucha activa con elles.

Me gustaría dejar muy en claro que los niñxs no mienten y que es VITAL creerles, no podemos poner en duda su palabra, debemos activar todos los mecanismos de cuidado y acompañamiento necesarios. Por otro lado, la concientización sobre esta problemática resulta muy apropiada, dar talleres es una herramienta sumamente pertinente. En estos espacios construir diálogo, habilitar la palabra para que se pueda indagar es elemental, sabemos que los victimarios hacen todo para que la víctima no pueda hablar, es esa la estructura que debemos romper, la del silencio. Desde nuestros discursos y acciones comunitarias e individuales tenemos que estar atentxs de que comunicamos y que subjetividades construimos. No poner en tela de juicio a la víctima ni culpabilizarla, bajo ningún punto de vista. La concientización de este flagelo debe llevarnos a repensar los modelos patriarcales que se reproducen muchas veces en los ámbitos vinculados a la religión, es necesario desmantelarlos y pensar en mecanismos de cuidado, libertad real y justicia real, no solamente formal.

Claudia Florentin