Sanando los cuerpos territorios y la tierra territorio

(Hipermidia)

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Por Sofía Chipana Quispe

La espiritualidad que honra el cuerpo se fundamenta y se enriquece a través de la percepción de la red cósmica de la vida. Charlene Spretnak

En estos tiempos en que somos parte de una de las consecuencias más sentidas en la ruptura de la humanidad con la interdependencia de los ciclos dinámicos del cosmos, que con sabiduría algunas voces nos recordaban que “el sufrimiento de la tierra se convierte a la fuerza en sufrimiento para sus hijos e hijas”, porque estamos vinculadas como una misma familia. Aunque se la vive de manera desigual, ya que las repercusiones más agresivas la viven las poblaciones vulnerables y empobrecidas.

Desde estos tiempos en que buscamos el vínculo con las fuerzas de la Gran Red de la Vida,  evoco la conexión con la fuerza de las espiritualidades profundas que vienen ofreciendo sus sentipensares en diversos espacios y de manera específica en las comunidades de mujeres convocadas por la conspiración del cosmos, que entretejen sus aportes desde el ecofeminismo y su conexión con las teologías feministas y que en nuestros tiempos extienden sus vínculos con el feminismo comunitario indígena de Abya Yala que camina por las rutas de las resistencias frente al patriarcado capitalista, racista y sexista.  

Que la fuerza sanadora nos habite.

El tejido del Ecofeminismo

Rescato que la fuerza movilizadora del Ecofeminismo fue una de las propuestas transgresoras que cuestionaron el antropocentrismo, como lo plantearía Ivone Gebara, “la vida humana depende de todos los otros seres vivos para mantenerse en la vida” (2002, p. 236), proponiendo así la interdependencia del ser humano con todas las comunidades de vida. Lo que la lleva a asumir la ruta de las espiritualidades en relación en el cosmos y sus diversos ciclos, inspiradas en diversas culturas ancestrales. Nos parece importante rescatar este sentido porque es lo que se diferencia con los movimientos ambientalistas y ecológicas que aún ven al cosmos desde afuera, desde la propuesta de vincular al ser humano/a y su relación con el cosmos habitado, plantea alternativas frente al sistema capitalista y patriarcal, siendo críticas ante las estructuras fundamentalistas de la religión:

Las ecofeministas señalan que las tradiciones patriarcales dominantes de la civilización occidental se basan en la espiritualidad que busca, en forma bastante desesperada, trascender la naturaleza y el cuerpo, especialmente el cuerpo femenino. En contraste, las ecofeministas que se interesan en la dimensión espiritual de la vida, durante años han tendido hacia orientaciones y prácticas que consideran a la naturaleza y al cuerpo como sagrados y fuentes de revelación espiritual. Esa perspectiva se explora en las siguientes reflexiones: la primera, sobre una espiritualidad basada en la tierra, y la segunda, sobre una espiritualidad de la condición física femenina y experiencias relacionadas. La espiritualidad que honra al cuerpo se fundamenta y se enriquece a través de la percepción de la red cósmica de la vida (Spretnak, 1997, p. 481).

El ecofeminismo basada en la espiritualidad y que se reconoce en conexión con el cosmos, fue asumida en los diversos territorios con sus propios matices, en los territorios del sur, se ubica al Colectivo Conspirando de Chile, muy relacionada con las teologías feministas que buscaron en sus reflexiones teológicas, no sólo encontrar a las mujeres en la Biblia, para que se reconozca su presencia y rol en las iglesias, sino de cuestionar la imagen androcéntrica, patriarcal y kiriarcal[1] de la divinidad, para descubrir el rostro materno de la divinidad o el par femenino, como parece presentarse en algunos textos bíblicos y arqueológicos en la presencia de la diosa Cananea Asherá vinculada a Yahvé (cf. 2 Re 23: 4 – 14), o la asignación de la tercera persona de la Trinidad, como la Ruaj (aliento de vida), o la Sabiduría Divina.

Mientras que el Ecofeminismo busca vincularse a las sabidurías milenarias de la humanidad que empezó a reconocerse en la red del tejido vivo de la que todos los seres somos parte, por lo que crea rituales personales de comunión con la Madre Tierra, considerada como Diosa, desde una participación creativa en mitos y símbolos que se sostienen en la historia sagrada de la divinidad femenina, que no se limita a las particularidades de las mujeres, sino a reconocer que el cosmos es un cuerpo, un cuerpo interrelacionado, un cuerpo común de sistemas de circulación dinámica, pues se celebra ese cuerpo de la Tierra. Y desde la participación cuidadosa y responsable en las interrelaciones con la Tierra, es crítica a los sistemas cosmológicamente irresponsables con los ciclos de la vida, que la rasgan.

El cuerpo tierra y la tierra territorio

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Desde las rutas de vínculo con el cosmos, nos aproximamos a las sabidurías milenarias de los pueblos, nacionalidades o comunidades de Abya Yala, que pese a la opresión y represión histórica del colonialismo y la enajenación de sus identidades y espiritualidades que fueron fuertemente tocadas por el avasallamiento de sus territorios, sostuvieron sus espiritualidades relacionales en el Cosmos, conservando la responsabilidad de ser parte del tejido de la vida, teniendo como propósito de resguardar el equilibrio y la armonía en las relaciones, ya que el desequilibrio generado por el ser humano o de algún otro ser, podría implicar la destrucción de las otras comunidades de vida y su propia destrucción.

Desde la fuerza o memoria ancestral busca sostener la comunión con el Cosmos, nombrado en sus diversos idiomas, ya que las cosmogonías y cosmologías ancestrales ubican a la comunidad humana dentro de las interrelaciones que se dan en su interior, como recordamos en las palabras del sabio de Seattle “el ser humano, no teje la trama de la vida, no es más que una de sus hebras. Todo lo que le hace a la trama, se lo hace a sí mismo”. Esta sabiduría a veces ensombrecida y otras veces, mucho más, corazonada, es la que incomoda al capitalismo extractivista que busca a toda costa la explotación sin medida de los territorios, con la complicidad de los Estados que buscan el tan anhelado “desarrollo”, a fin de sostener el poder y bienestar de unos cuantos, en desmedro de muchos/as.

La constante ampliación de la frontera territorial destinados a la minería, los pozos petroleros, el monocultivo, las hidroeléctricas y todos los que explotan los territorios en Abya Yala, hace que los pueblos estén en pie de la lucha y defensa permanente de la tierra y el territorio habitado por las múltiples formas de vida, ya que la devastación de los territorios, no sólo supone la contaminación y expropiación, sino la destrucción del mundo simbólico indígena y su posibilidad de gobernarse, que conllevaría la pérdida de las identidades y la desaparición de muchos pueblos.

Aunque de manera explícita, serán las mujeres indígenas a partir de la organización del feminismo comunitario en Bolivia y Guatemala que posicionan la indignación de los cuerpos de mujeres, como el cuerpo territorio sobre la que recae las múltiples violencias del patriarcado colonial y del patriarcado ancestral que muy diferente al primero. Por ello se plantea que el cuerpo de las mujeres indígenas es el primer territorio en ser recuperado, pues ha sido el primer territorio en disputa. Por otra parte, no se puede luchar por la tierra y territorio cuando la comunidad ha roto el equilibrio en sus relaciones, aunque desde las cosmogonías y cosmologías se plantea las relaciones duales, donde las fuerzas masculinas y femeninas se complementan en la dinámica de la reciprocidad cósmica, pero la realidad refleja que ambos cuerpos están atravesados por la violencia, ya que, al someter a la mujer, el varón se somete a sí mismo, porque ella es parte de la comunidad.

En este planteamiento no se busca presentar a la mujer como víctima, pues se reconoce su gran aporte en la preservación de las sabidurías y espiritualidades ancestrales. Y ellas están presente en las diversas luchas por el territorio junto a sus hijas/os, respaldando los acuerdos en comunidad, aunque no sean asumidas en toda su dignidad. Por ello la propuesta conlleva la preocupación por el restablecimiento de la armonía y el equilibrio en la comunidad que implica el camino de la sanación de los cuerpos territorios y la tierra territorio, como diría Lorena Cabnal, como un camino cósmico político.

La sanación como camino cósmico político

Para todos los pueblos acuerpados en la asignación indígena, las espiritualidades no se separan de la vida, pues los más de 500 años de resistencia estuvo sostenida por la espiritualidad ancestral. En algunas crónicas ubicadas en las regiones andinas de Perú en el primer tiempo de la conquista y colonización, registraron al movimiento Taqi Onkoy[2], que invocaban el poder de las huacas[3] destruidas para que habiten sus cuerpos, y entre danzas y cantos limpiar el territorio que sufría el dolor de la conquista y la invasión. Lo que nos deja ver que los cuerpos y territorios, son una realidad integrada, pues la sanación del cuerpo implica el restablecimiento de la relación con la Pacha (el Cosmos).

En ese sentido, la espiritualidad orienta el caminar de las mujeres sanadoras de Guatemala, que asumen la espiritualidad sanadora del cuerpo territorio y la tierra territorio, como lo expresa Lorena Cabnal:

En el planteamiento de recuperación y defensa histórica de mi territorio cuerpo tierra, asumo la recuperación de mi cuerpo expropiado, para generarle vida, alegría, vitalidad, placeres y construcción de saberes liberadores para la toma de decisiones y esta potencia la junto a la defensa de mi territorio tierra, porque no concibo este cuerpo de mujer, sin un espacio en la tierra que dignifique mi existencia, y promueva mi vida en plenitud. Las violencias históricas y opresivas existen tanto para mi primer territorio cuerpo, como también para mi territorio histórico, la tierra. En ese sentido todas las formas de violencia contras las mujeres, atentan contra esa existencia que debería ser plena” (2010, p. 22).

Sin una sanación integral, sería imposible propiciar el Buen Vivir que se ofreció desde los espacios indígenas para restablecer la interrelacionalidad, la complementariedad y reciprocidad de las diversas comunidades humanas y no humanas a fin de generar el equilibrio necesario para la armonización de la Red de la Vida, frente al sistema hegemónico del capitalismo patriarcal que desde las conquistas, las colonizaciones, y hasta las supuestas “democracias”, siguen rompiendo sistemáticamente las relaciones al interior del cosmos. Pues dentro de ese gran aporte, algunas voces de mujeres, van visibilizando las rupturas internas en sus comunidades de origen que bloquean el sentido del Buen Convivir, como señalaría Cabnal, se trata de “evidenciar que existe desarmonía cosmogónica entre mujeres y hombres, e invita a repensarnos profundamente para desmontarlo y volver al camino que nos permita construir la plenitud de la vida” (Cabnal, s/a, p. 13). 

Finalmente considerar que los caminos de sanación, también pasan por reconocer la colonización internalizada, como lo plantea el feminismo comunitario de Bolivia, por lo que será necesario el proceso descolonizador del ser, saber y poder, a fin de seguir cultivando las espiritualidades que posibiliten la armonización de las relaciones a partir del despertar de la consciencia cósmica que frene al monocultivo mental y su tecnología y ciencia devastadora, que no es capaz de reconocer los otros saberes y dejarlas que se cultiven. 

Es un tiempo significativo para muchas mujeres indígenas que no sólo cuestionan las tradiciones heredadas, sino buscan recrearlas, como lo plantea Sylvia Marcos, “las mujeres están recapturando, de manera activa, espiritualidades ancestrales para descolonizar aquellos universos religiosos que fueron forzadas a adoptar históricamente” (2002, p.4).

 

Bibliografía

Cabnal Cabnal, Lorena (2010). Acercamiento a la construcción de la propuesta de pensamiento epistémico de las mujeres indígenas feministas comunitarias de Abya Yala. Feminista Siempre. Feminismos diversos: el feminismo comunitario (pp. 10 – 25). España: ACSUR – Las Segovias. Recuperado a partir de https://porunavidavivible.files.wordpress.com/2012/09/feminismos-comunitario-lorena-cabnal.pdf

_____________ (s/a). Documentos en construcción para aportar a las reflexiones continentales desde el feminismo comunitario al paradigma ancestral originario del “Sumak Kawasay”, Buen Vivir. Asociación de mujeres indígenas de Santa María Jalapa AMISMAXAJ. Recuperado a partir de https://amismaxaj.files.wordpress.com/2012/09/buen-vivir-desde-el-feminismo-comunitario.pd

Gebara, Ivone (2002). Itinerario teológico: una breve introducción. En: Tamayo y Bosch (eds). Panorama de la Teología Latinoamericana. Estella, España: Verbo Divino. Pp. 229 – 239.

Sylvia, Marcos (2002). Mujeres, indígenas, rebeldes, zapatistas. México: Eón.   

Spretnak, Charlene (1997). Lo sagrado en el cuerpo de la tierra y en el cuerpo personal. En: Ress, Judith; Seibert, Ute; Sjorup, Lene. Del cielo a la tierra: Una antología de la teología feminista. Chile: Sello Azúl. pp. 481 – 503.

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[1] Adjetivo acuñado por Elisabeth Schüssler Fiorenza: Puesto que los discursos feministas tienden a conceptualizar ‘patriarcado’ (lit. dominio o gobierno del padre) primordialmente en términos de opresión de género, he acuñado el neologismo ‘kiriarcado’ (lit. el dominio del amo/señor…) para remarcar el patriarcado occidental siempre ha sido y aún es kyriarcado, que da poder de dominio a los varones libres, educado acaudalados de la élite de un grupo nacional o religioso”. En: Croatto, Severino. La sexualidad de la divinidad. Reflexiones sobre el lenguaje acerca de Dios. Ribla 38 (1/2001), p. 15.

[2] Movimiento que surgió hacía el 1565, usó la danza para limpiar la tierra de los males que la aquejaban. Es conocido como “la enfermedad del baile”, al parecer usaba una danza ritual de relación con las divinidades andinas, porque su propuesta fue que las Huacas, divinidades andinas hagan frente a los conquistadores y al dios cristiano, desde la reivindicación de la espiritualidad ancestral a fin de restaurar la organización andina. Se dice que fue uno de los movimientos que se extendió por diversas regiones de la Serranía de Perú, la costa de Lima y Sucre en Bolivia, denominada como Charcas.

[3] Se trata de lugares y piedras sagradas, protectoras de las comunidades.

La autora es Teóloga Andina de Bolivia. Miembro de la Comunidad de Sabias y Teólogas Indígenas de Abya Yala y la articulación de Teología y Pastoral Andina, PerúBolivia-Argentina.

Publicado en EcoEspiritualidad 2 de la Red Iglesias y Minería, Agosto 2020

Claudia Florentin