María de Betania: Ungir, cuidar, devolver dignidad
Por Claudia Florentin- Asesora de Justicia de Género FELM
“Seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania”. (Juan 12:1)
Para Jesús, según nos cuentan los evangelios, el hogar de María, Marta y Lázaro en Betania era una casa de amistad, de afectos, de seguridad. Era un lugar donde lo recibían para cenar como uno más de la familia (Lucas 10:38-42). Betania quedaba camino a Jerusalén. Se nos indica específicamente que Betania estaba como a tres kilómetros (Juan 11:18).
Mucho recordamos la última Cena pero bastante menos consideramos esta cena que ocurrió unos días antes, ya en la semana donde Jesús moriría. Esta cena es la última con sus afectos tan queridos.
Jesús se reúne por última vez con Marta, María y Lázaro y es allí, donde María hace un gesto que le valdrá reproches: unge al amigo, a Jesús, con un perfume de alto costo. El Nuevo Testamento lo entiende como un gesto profético, que reconoce a Jesús como el Mesías y también lo prepara para la muerte que se avecina, anticipándose a su sepultura. Ella dispone de un símbolo de unción y de cuidado que las mujeres de la época tenían en sus manos para preparar los cuerpos amados que morían.
Muchos de los símbolos de unción, de consagración eclesiales están hoy en manos de varones, pastores, sacerdotes, obispos…Pero nosotras seguimos teniendo-para bien y para mal- las tareas de cuidado en nuestras manos.
¿Cómo recordamos hoy en la Semana Santa este gesto simbólico de María?
¿Cómo reapropiarnos de este símbolo como mujeres?
Podríamos empezar a imaginar otro Día Santo que nos ayude a hacer memoria de la acción de María de Betania. Podríamos ungir, tocar, abrazar, compartir, como una forma sagrada de devolver la dignidad de vida a tantas otras mujeres que están condenadas a la violencia y a hasta la muerte por el machismo, por la pobreza, por el patriarcado judicial, social, eclesial…
¿A quién estamos llamadas a ungir hoy?
Contenido compartido en el Devocional Caminando en Sororidad 2024, de Con Efe