La gracia más allá de los límites
Por Yuliet Teresa Villares Parejo, Cuba-
Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 2da Corintios 12:9
El texto que precede esta afirmación en el segundo libro a los Corintios 12:9 tiene una antesala que me parece fabulosa. Narra la imposibilidad, el desgarramiento, la zozobra de quien quiere cambiar algo y, ni aún la oración, ha podido lograr. De esas pequeñas y grandes contradicciones que nos encontramos en la Biblia cuando la leemos como un libro estático y no como la gran crónica de experiencias que es. Si se contrasta con el texto de Santiago 5:16 que literalmente dice “la oración eficaz del justo puede mucho”; nos deja un posible margen de “error” al interpretar literalmente este texto y, luego otorgarle valor absoluto a las tradiciones evangélicas que han depositado en el acto de la oración toda la responsabilidad de lograr las cosas. Hay un parteaguas importante en este texto al que invito mirar desde otra perspectiva, buscando esa voz de Dios que nos mueve de sitio y permite vivir no solo nuevas sensaciones sino nuevas maneras de vivir.
Por un lado, el apóstol Pablo describe que tres veces había orado para que Dios eliminara el “aguijón” en la carne (2Cor 12: 7-8) y que Dios no le había respondido. Ese aguijón el cual nombra Pablo a ciencia cierta no sabemos qué es. Suponemos que se refería algún tipo de debilidad, malestar, incomodidad. Algunos creen que era una afección psicosomática, alguna enfermedad crónica como la malaria, hasta problemas oculares, trastornos del habla o enemigos incansables que se le oponían tenazmente. La alusión de Pablo sobre el aguijón, ese órgano punzante que tienen algunos animales, como los escorpiones, abejas, avispas y con el cual pican, no es casual. Este símil también lo encontramos en Jesús. El sufrimiento a través de las “espinas”, nos recuerda la corona que le fue impuesta en su martirologio la cual tenía dos funciones: humillar a Jesús como Rey de los judíos burlándose de su autoridad y provocarle dolor. (Mateo 27:29)
Al parecer Pablo quería conectar con la iglesia de Corintos recordándoles esta simbología de momentos de frustración: Jesús en la cruz y él en agonía. Me gusta entender este texto desde el prisma del escritor Pablo Martínez: “una situación de sufrimiento crónico en la que encontramos cinco rasgos distintivos: es dolorosa, es limitativa, es humillante, implica lucha”. Hablar de debilidad a una iglesia como la de Corintos, fascinada por la sabiduría (1:21, 24) y el poder (1:18, 24), resultaba conflictivo. Esta ciudad griega, ostentosa y dada al placer, según Pablo, necesitaba corrección. La primera tendencia de la doctrina paulina se centraba en “corregir inmoralidades” y lograr la unidad de personas que creían en el poder de Jesús pero que no les era suficiente para preocuparse por la integralidad de la congregación. En otras palabras, la salvación no dependía de la sabiduría, ni de la habilidad para alcanzarla; sino del favor de Dios.
Las cartas paulinas no se pueden leer como un texto monolito, sin cuestionamientos, sin sospechas. Hay sabiduría, pero también disputa de poderes. Hay amor, pero también
vacíos de amor. Hay buenas noticias, pero también moralismos. Está Cristo, pero también está Pablo. Y esa es la bienaventuranza de descubrir el proyecto de liberación de Jesús, o al menos entreverlo entre tantas intencionalidades. Entender la debilidad y la gracia es una línea de doble vía, digamos que son interdependientes, hablan alto al mismo tiempo.
En el texto del versículo 9, cuando se habla de gracia, escrita en griego, la raíz de la palabra “charis” se traduce como favor, bondad. Aunque a lo largo de las escrituras se menciona la gracia, por ejemplo, khanun, se relaciona con el sustantivo hebreo khen. Esta palabra muchas veces se traduce como gracia, pero también puede traducirse con palabras como deleite, favor, encanto, belleza. En latin, por su parte, es un nombre propio femenino y procede de Gratia, derivado de gratus: grato, agradable. La Real Academia de la lengua Española (RAE), la define como cualidad o conjunto de cualidades que hacen agradable a la persona o cosa que las tiene. No es de sorprendernos la utilización intencionada de Pablo al hablar de la gracia, como mismo Juan nombra a Jesús “lleno de gracia”, en griego “pléres cháritos”.
Sin embargo, cháris viene de la raíz char, que significa brillar. Chará significa gozo, alegría, regocijo, contento, placer, gusto. Es increíble la forma en que “bástate mi gracia” nos muestra la esencia de un Dios que invita al gozo, la alegría, regocijo, contentura, placer, gusto. Lo reitero porque pareciera que estas cualidades de Dios no son obviadas por algunos que profesan la fe. Hagamos un juego con estas palabras, y releamos el texto nuevamente:
>>Bástate mi gozo, alegría, regocijo, contentura, placer, gusto; porque mi poder se perfecciona en la debilidad>>.
¡Ah!, ahora parece distinto este texto y si encarnamos la comunidad corintia sería revelador. Pongamos un nuevo contexto, ahora somos esas personas amantes de la belleza, el placer, la sabiduría, la plenitud de la sexualidad, la virtud, el poder desde una saludable asunción. Dios nos dice Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Y la debilidad sería esa ausencia de belleza, placer, sabiduría, plenitud, virtud. Entendámonos como una comunidad griega, esa que fue madre del pensamiento helenístico y que tiene cimientos en Sócrates, Platón, Aristóteles.
Pongamos una arista más, pensemos en Platón y la percepción del placer, la “debilidad” o dolor. En sus obras recrea la idea de que en ninguna manera el placer consiste en la ausencia o remisión de dolor; no sufrir dolor y tener placer tienen distintas naturalezas, y habría que preguntarse si la ausencia de dolor realmente ya es placer. Por otra parte, cuando refiere al amor, insiste en que la persona que ama no va a amar la belleza simple, se va a concentrar en buscar lo bello de quien ama —por cierto, recomiendo leer El Banquete—. Así que, Pablo sabe muy bien lo que dice a una comunidad griega con raíces filosóficas tan fuertes y el proyecto de Jesús toma sentido en esta comunidad que intenta recrear el evangelio desde otras normas. La gracia por tanto es una ruta de búsqueda de la belleza, del deleite, de la bondad.
La subversión está en que Dios se hace fuerte en la debilidad. Dicho de otra manera, el Dios que subvierte las lógicas de dominación, poderío y hegemonía, deposita su esencia en lo que nos arropa, construye. Como también dice el Salmo 45: 1 “la gracia se ha derramado en tus labios, por tanto, Dios te ha bendecido para siempre”. Entonces no se
trata de insistir en la oración como una seguidilla de frases aprendidas sino en la sociedad que armamos con Dios, del diálogo. Se trata la insistencia de la presencia de Dios, en la pronunciación de lo que somos, en cómo nos nombramos, en cómo vivimos tal y como somos. Es una aventura. La gracia nos desafía a ser personas auténticas, no repetidoras, no reiterativas. La gracia nos limita la estupidez.
La gracia es la plenitud de Dios en acción, disponible para todas las personas y preferencial para las mujeres, niñas, pobres, personas negras, sexodiversas, campesinas, obreras, las personas de la calle, los malolientes, los que buscan comida en las hendijas de la desesperanza, los “perdedores”, los no-exitosos. No es posible entender la gracia sin la belleza que deposita en el rostro de quien la vive. La gracia es un regalo, un otorgamiento del Dios que se contenta en lo simple, en lo cotidiano. La gracia no es merecimiento individual, solo es posible en el espejo de la otredad. No es posible sin la comunidad, sin la herejía colectiva, sin la suspicacia de la multitud. La comunidad de Corinto lo entendió más que el mismo Pablo. No es posible entender la gracia sin la fragilidad de la que estamos hechas. El año pasado escuché decir a Ivonne Gebara que “somos resultado de la fragilidad de Dios”; y es tremendamente extraordinario entender también que Dios se hace fuerte en su misma fragilidad, nosotros y nosotras (hechos a imagen y semejanza).
La gracia actúa en correlación a nuestras fragilidades, ante la desesperanza, esperanza; ante la desolación, victoria; ante la tristeza, el gozo; ante el desamor, el amor; ante la intolerancia, la ternura; ante la vergüenza, el orgullo; ante la muerte, la resurrección (1era de Corintios 15:20-22).
La gracia nos recuerda la bondad, la virtud y el poder. La gracia está y es Cristo; esa configuración compleja y sublime que encarnó el Jesús judío, el Jesús palestino. Nuestra resistencia como humanidad y, también nuestro privilegio, no nos puede ensordecer de las bombas en Gaza, de sus niños y niñas, de sus ancianos, de sus jóvenes, de sus hombres, de sus mujeres, de su cultura, de su idioma, de sus frutos. Hay un pueblo en Medio Oriente que reclama esa gracia, ese favor, ese regalo. La gracia para ellos sería la paz, para nosotros la rebeldía de pararnos como civilización y ser un poderoso muro humano trenzado para que ni una pólvora desdibuje una vida más. Esa gracia, nos hace falta más ahora que nunca.
El error no está en la oración, sino en la eficacia de ella. Oremos por Palestina, pero también actuemos. Oremos por Cuba, pero también actuemos. La oración es corresponsable. “Tres veces he orado al Señor”, dijo Pablo, ¿y cómo nos lleva nuestro aguijón?, pregunto ahora. Necesitamos orar y actuar, pero también entender la gracia más allá de los límites. Ante el castigo y la deshonra de quienes dominan hoy el mundo, esta hermosa frase que debiéramos usar más: “gracia sea sobre gracia”.
“De su plenitud todos recibimos gracia sobre gracia, pues la Ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia u la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”. (Juan 1:16-18) Hagamos de Jesucristo el camino, la verdad y, sobre todo, la vida.
Me gustaría terminar con un poema que, justo cuando terminaba esta reflexión, me enviaba una amiga, Glenda Cabrera:
La gracia es la bondad de Dios
Su manera de decir “abrazo”
Su sonrisa cuando el mundo pesa,
Su descanso cuando no hay atajos.
La gracia es la bondad de Dios,
Su manera de decir “sin miedos”
Su desvelo cuando hay tormentas,
Su ternura que me encarga en brazos.
La gracia es la bondad de Dios,
Su manera de decir “confía”,
La certeza de encontrar belleza
Su refugio bajo cielo raso.
La gracia es la bondad de Dios,
Y no hay montaña que yo mueva para merecerla, No hay verdad que yo posea para aceptarla No hay fruto que yo cultive para inspirarla.
La gracia es la bondad de Dios
Y por gracia:
Despierta la semilla,
Camina el horizonte,
Germina mi esperanza.
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