La Biblia es una, las corrientes en ella son múltiples

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Por Gabriela Merayo-

Jesús es la imagen de un Dios que nos ama desde siempre, y que quiso vivir entre nosotros hasta el final, sin embargo, nos encontramos con cristianos que predican mensajes que ciegan, paralizan y someten en nombre de este Dios. Intento responder al por qué de esta cuestión con este corto texto pensado y escrito pastoralmente para alcanzar a todas las personas de buena voluntad que deseen profundizar su fe y vivir en libertad su vida de hijos e hijas de Dios.

La Biblia es una, las corrientes en ella son múltiples

La Biblia tiene 66 libros o 73 si incluimos los libros deuterocanónicos.[1] En estos textos escritos con diferencias de siglos hay muchas corrientes distintas cada una con sus intenciones y su propia mirada, por ejemplo, en el Antiguo Testamento encontramos cuatro tradiciones bíblicas cada una con sus características: la yavista, eloista, deuteronomista y sacerdotal. Mientras que en el Nuevo Testamento hay variedad de eclesiologías y teologías según el autor, el tiempo en que escribe y la comunidad a la cual dirige su mensaje.

Los primeros indicios que sacamos de esto es que si hay distintas tradiciones o corrientes escribiendo o reescribiendo las mismas historias es que había distintas miradas sobre los mismos acontecimientos sino no se repetirían los temas o la vida de algunos personajes.

La segunda conclusión es que si había distintas miradas sobre los mismos temas y todas ellas quedaron plasmadas en lo que llamamos el canon del libro sagrado esto significa que se aceptaban diferentes interpretaciones sobre un mismo hecho histórico o teológico, sobre una misma experiencia.

La variedad de miradas sobre una misma experiencia religiosa es natural, porque la experiencia religiosa se apoya en el molde antropológico, en la unicidad de cada persona, así de original es también cada experiencia religiosa.

Las enseñanzas bíblicas muchas veces son contradictorias

ü  ¿Debemos amar a niños y niñas o matarles?

“Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos” (Mt 19, 14) o “Dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña.” (Sal 137, 9)

ü  ¿Varones y mujeres somos iguales en dignidad o la mujer es inferior al varón?

“Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. […] Y Dios creó al ser humano a su imagen; los creó a imagen de Dios, varón y mujer los creó.” (Gn 1, 26-27) / “…Ya no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” (Gal 3, 28) o “Esposas sométanse a sus esposos como conviene al Señor” (Col 3, 18)

ü  ¿Las hijas son una bendición o sirven para proteger a un extraño?

“Los hijos son un regalo del Señor; los frutos del vientre son nuestra recompensa” Sal (127, 3) o “Tengo dos hijas que todavía son vírgenes; voy a traérselas para que hagan con ellas lo que les plazca, pero a estos hombres no les hagan nada, pues han venido a hospedarse bajo mi techo.” (Gn 19, 8).

ü  ¿Las enfermedades son castigo de Dios o llegan también a los justos?

“Después de esto, el Señor hirió a Jorán con una enfermedad incurable en las entrañas. Pasaron los días y, al cabo de dos años, murió en medio de una terrible agonía, pues por causa de su enfermedad se le salieron los intestinos.” (2 Cr 21, 18-19a) o “En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job.” (Job 1,1). El libro de Job muestra a un hombre justo y temeroso de Dios que lo pierde todo hasta su salud.

ü  ¿Dios aborrece al pecador o lo perdona?

“Los perversos no pueden presentarse ante ti, pues aborreces a todos los malhechores. Tú, Señor, destruyes a los mentirosos, y rechazas a los asesinos y mentirosos.” (Sal 5, 5-6) o “Jesús les contestó: —No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.” Mc 2, 17

La lista de preguntas podría seguir porque hay infinidad de enseñanzas que se contradicen en los textos bíblicos. Es decir, en 73 libros escritos en diferentes siglos y tiempos histórico-culturales-religiosos distintos no podemos pretender que haya unicidad en todos los mensajes, es obvio que no la hay. Hay textos que se apoyan y se nutren mutuamente y otros que se oponen.

¿Qué textos elegimos entonces? ¿Cómo los elegimos? ¿Cada persona debe elegir los textos que le conviene a ella?

Nuestra brújula es Jesús

Porque somos o intentamos ser personas seguidoras de Jesucristo nos llamamos “cristianos”. La vida de Jesucristo, sus dichos y hechos y su mandamiento principal deben ser nuestro norte, nuestra brújula. La única manera de seguir los pasos de Jesucristo es mirarlo a Él. Y la vida de Jesús está plasmada en la Biblia en cuatro evangelios o buenas noticias, la de Marcos, Mateo, Lucas y Juan.

Cuando intentan poner a prueba a Jesús los escribas de la ley preguntándole cuál es el mandamiento principal, en una época en que los diez mandamientos se habían ramificado en 613 preceptos, Él responde: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 37-39). De esos 613 mandamientos Jesús elige los que hablan acerca del amor: a Dios, a los otros, y a nosotros mismos. Y es importante tener en cuenta que en griego el verbo amor puede decirse de cuatro modos, tres modos contienen la afectividad: el amor a la pareja (erao) el amor a la familia o parientes (stergo) y el amor a los amigos (fileo), pero hay un verbo que es el que se está usando aquí que, no incluye la afectividad, sino que tiene presente la efectividad (agapao), el hacer el bien a todas las personas. Jesús no nos pide que vayamos por la vida abrazando a todos, besando y sonriendo, aunque sintamos dolor, nos propone que hagamos el bien siempre, nos está llamando a trascender de nosotros mismos y hacernos cercanos a aquellos que nos necesitan, a alimentar nuestras relaciones con la caridad, con la entrega de nosotros mismos por amor.

Resumiendo

Es importante que sepamos que cada vez que elegimos un texto bíblico para predicar o enseñar, lo hacemos como seres humanos, no lo hace el Señor; estamos eligiendo qué transmitir y esa elección la hacemos desde nuestros propios paradigmas, conformados por lo que nos han transmitido de Dios, nuestra propia experiencia humana, social y religiosa y la imagen de Dios que fuimos construyendo con todo ese bagaje recibido.

Es necesario saber que la Biblia contiene la Palabra de Dios pero que esa Palabra está puesta en palabras humanas, en experiencias diversas de algunas personas que fueron generalizadas como buenas para muchas y que, además fueron transmitidas con las limitaciones y riquezas de la palabra humana y de los condicionamientos culturales e históricos.

Para quienes somos cristianos y cristianas, la vida, las obras y las enseñanzas de Jesucristo son vinculantes a su fe. Los textos bíblicos no pueden tener el mismo valor. Cada texto debe ser atravesado por el principio del amor dejado por Jesús, un amor efectivo que da al que no tiene, abre los ojos a los que no ven, enseña a caminar en libertad, libera de las cadenas del pecado y la opresión… Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Jn 10, 10) No dejes que te quiten la vida en nombre de Dios.


[1] Los deuterocanónicos son siete libros o partes de libros bíblicos que pertenecen por su tiempo y teología al antiguo testamente pero que fueron escritos en griego (cuando el resto de los libros del primer testamento fueron escritos en hebreo) y que, fueron introducidos últimos al canon bíblico. A pesar de ser el hebreo para el Antiguo o Primer Testamento y el griego para el Nuevo o segundo testamento, las lenguas originales de los textos bíblicos, la traducción de la Biblia usada en la edad media era la traducción de los LXX enteramente traducida al latín que incluía los deuterocanónicos. Cuando Lutero después de la reforma (1517) toma la Biblia para traducirla en su lengua vernácula va a los textos originales: hebreo y griego. Por eso, es que en las biblias evangélicas que siguen la tradición de Lutero los textos deuterocanónicos no aparecen o son incluidos al final del Antiguo testamento.

Claudia Florentin