Es posible resucitar los cuerpos crucificados en tanto le ganemos batallas al patriarcado
“Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho” Marcos 16, 7
Martha Arriola, Argentina
MARCOS 16, 1-8
“Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero al mirar vieron que la piedra había sido corrida, era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazareth, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán como él se lo había dicho”. Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo”.
De La Biblia. Libro del Pueblo de Dios. Verbo Divino. Conferencia Episcopal Argentina. Oficina del Libro
María Magdalena, María y Salomé reciben el mensaje del misterio principal de nuestra fe: la resurrección de Jesús. El Crucificado por el pecado estructural del mundo, el que fue llevado a juicio por ser fiel al proyecto del Reino y a su Padre, el que acaba de causar profunda decepción en el pueblo que lo seguía como el Mesías prometido, muriendo en la forma más degradante de su tiempo, escogida para malhechores y esclavos; ha resucitado.
Son las mujeres las que van al sepulcro, a perfumar a Jesús, a su cuerpo recién crucificado. Son ellas las que reciben la primicia, cuando minutos antes se preguntaban quién les ayudaría a correr la pesada piedra, que ya estaba corrida. Y son ellas quienes reciben el legado del anuncio: ¡Vayan y digan que lo verán en Galilea!
Ante el brutal y global feminicidio de nuestro tiempo, que ni siquiera la pandemia del COVD 19 ha podido morigerar; son las teólogas feministas – esas que desde hace cinco décadas vienen corriendo la pesada piedra que esconde la novedad para el mundo- las que nos dan la Buena Noticia: hay esperanza para esta tragedia.
Hemos recuperado a Jesús de Nazareth, el que no se concentró en la sexualidad como clave para el ser humano, el que amó sin distinciones, el que se animó a tocar a las mujeres impuras, y levantó en brazos a los niños y nos invitó a hacernos como ellos. El que quebró la mentalidad patriarcal de su tiempo lavando los pies a los discípulos y aún más, muriendo en cruz. Vaciamiento de su ser hombre para fundirse en ser humano: hombre, mujer, diversidades sexuales.
Y es la lucha de las víctimas de esta tragedia, que se encarna sobre todo en las mujeres pobres, negras, mestizas; la que nos convoca a salir a anunciar que es posible resucitar sus cuerpos crucificados en tanto le ganemos batallas al patriarcado, en tanto desde la teología resucitemos a Jesús de Nazareth.
Diremos con Ana María Tepedino[1] “la experiencia de opresión y la experiencia de fe, vivida al margen del poder y de la autoridad, llevó a descubrir otros rasgos del Misterio divino. Dios está del lado de los marginados, dando coraje e infundiendo esperanza”.
En ese estar al lado, las mujeres hemos descubierto que la revelación de Dios pasa por las personas humanas, por sus relaciones, por sus cuerpos, por su cotidianeidad. Por la abolición de jerarquías y la construcción de hermandad, fraternidad, sororidad, que reconoce como lo hizo Jesús, un solo Padre.
[1] Ana María Tepedino ¿Quién dicen las mujeres que soy yo? en: J. J. Tamayo Acosta (Org.), Diez palabras sobre Jesús de Nazaret, Verbo Divino, Navarra 1999, pp. 421-422
Texto para el Devocional 2022 de Con Efe
Imagen tomada de: https://observador.cr/papua-nueva-guinea-las-mujeres-acusadas-de-brujeria-son-crucificadas-en-publico/