Cuaresma feminista: Aceptarnos, amarnos
Venimos reflexionando en torno a este texto del profeta Isaías:
¿No es este el ayuno que Yo escogí: Desatar las ligaduras de impiedad, Soltar las coyundas del yugo, Dejar ir libres a los oprimidos, Y romper todo yugo?
Claro mensaje de una divinidad que no buscaba-ni busca- ritos y actos vacíos sino acción comunitaria, compromiso y justicia social.
En esta semana te/nos desafiamos:
Acéptate/ Ámate
En el último tiempo mucho se ve de esos mensajes que apuntan a que “el cambio que buscamos empieza por una”. A simple vista puede llegar el mensaje ya que apela a un compromiso con algo que se quiere o espera y con poner manos a la obra con eso. Pero, por otro lado, el riesgo es minimizar u ocultar la real dimensión de muchas de las problemáticas que quisiéramos cambiar como mujeres pero que no iniciaron con nosotras, sino con estructuras complejas y arcaicas.
Si nada cambia es porque “no hiciste lo que debías o te tocaba”, es el riesgo de evaluación ante estos mensajes de autoayuda. Y así pasamos a ser supuestas victimarias de nosotras mismas, responsables de todo lo que nos pasa, de lo que está mal y nos aqueja, de lo que no podemos escapar.
Y entonces vuelvo una y otra vez al texto del Evangelio que, según Jesús, resume la ley y los profetas: “ama a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti misma”. Entonces ¿empieza por mí?
Hace semanas una joven nos decía que la dimensión del amor propio le resultaba individualista y descomprometido.
Yo le contaba que, a algunas de nosotras, criadas hace décadas en espacios cerrados eclesiales, el concepto de "amor propio" fue el primero que nos movió a cuestionar y salir de entregas absolutas y sacrificiales que nos llevaban a "amar al prójimo", en un concepto de servicio y entrega sin límites y sin cuestionamientos, desde un profundo desconocimiento de una como mujer plena, como persona amada por Dios en toda la esencia de mujer (no solo como pecadora perdonada). Ese concepto del “como a ti misma” se salteaba y la pregunta es por qué.
Aceptarse, cuidarse y amarse, como una es y quiere ser, se convierte en factor necesario para amar libre y adultamente, y es lo que nos lleva a soltar lastres afectivos, apegos emocionales y dependencias espirituales a las que nos someten autoestimas dañadas, crueles auto conceptos acuñados y metas puestas por terceros a las que nunca llegamos. Y estoy convencida que destruir esas cadenas que nos atan al sistema patriarcal de amores dependientes y sumisos, es profundamente transgresor, peligroso para el sistema y, por lo tanto, poco fomentado y enseñado.
¿Pero cómo aceptarse y amarse como una es, dentro de estructuras eclesiales que tienen como vara de medición una lectura literal de “la mujer virtuosa” de Proverbios 31?
Es difícil aceptarse cuando nuestro cuerpo doctrinal eclesial muestra “como piedra preciosa” a mujeres esposas y madres pluriempleo, cuidadoras full time, todo terreno y piadosas sin mácula que se dejan siempre para después, que obedecen al concepto de “señorío” de Dios, y de su esposo.
Aquí el mayor desafío de nuestras relecturas. Tenemos toda la Biblia atravesada por mujeres desafiantes, contestatarias, rebeldes, creyentes, curiosas, amantes, amigas, hermanas, lideresas y obreras. Mujeres que recibieron la Sabiduría divina para actuar en beneficio de sus pueblos, comunidades y familias.
Dunia, la joven de la que hablo, me decía que el auto cuidado y el amor a una mismo se vive en la medida en que somos amadas y amamos a otros y no solo como una afirmación o una salida primeramente individual.
¡Coincidimos! ¡Y así lo vemos en la Biblia!! ¡Por eso nos mueve el amor en su dimensión profunda política y comprometida, empezando por mí, porque lo personal, es político!