Asunción de la Virgen: a la vida plena, la queremos hoy

Por Claudia Florentin-

La fiesta de la Asunción de la Virgen María, se celebra en toda la Iglesia Católica Romana el 15 de agosto. Esta fiesta tiene un doble objetivo: La partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al cielo, dice la iglesia.

Desde 1849 empezaron a llegar al Vaticano diversas peticiones para que la Asunción de la Virgen sea declarada dogma de fe. Fue el Papa Pío XII que, el 1 de noviembre de 1950, publica la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus” que proclama el dogma.

La Asunción también es celebrada por la Iglesia Ortodoxa, que la conoce como “dormición”.

La Dormición de la Virgen, popularmente llamada la Virgen Grande, es una de las 12 festividades más importantes durante el año que la Iglesia Ortodoxa celebra siempre el día 15 de agosto. En la Dormición el alma se separa del cuerpo, dicen. En la Virgen esta separación se produce sin sufrimiento, ocurre en forma de un sueño sereno de beatitud que la traslada al mundo celestial paradisíaco para situarse al lado del Redentor Jesucristo, según el dogma. 

¿Y qué podemos analizar de este dogma las mujeres cristianas que leemos la Escritura desde nuestra realidad?

Las mujeres pasamos la vida esquivando las violencias, las precariedades, sorteando los estereotipos que nos esclavizan, los mandatos que nos limitan. En América Latina, las cifras de violencia y pobreza de las mujeres y niñas son atroces:

·         Dice la CEPAL, en 2021, que por cada 100 hombres viviendo en hogares pobres en la región, había 116 mujeres en similar situación.

·         26 de cada 100 mujeres de entre 50 y 80 años no cuenta con ingresos de ningún tipo – ni por trabajo, ni por pensiones. El mismo dato, para los hombres, es de 10.

·         Como promedio para América Latina y el Caribe, la pobreza de las mujeres supera a la de los hombres en 3,4 puntos porcentuales.

·         Las adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años componen el tramo etario en que se concentra la mayor proporción de casos de femicidio o feminicidio, de acuerdo con datos de 16 países y territorios de la región entre 2019 y 2021. Más de un 4% del total de esos delitos corresponden a niñas menores de 14 años.

·         Entre el 60% y el 76% de las mujeres y niñas de América Latina y el Caribe ha sido víctima o ha experimentado algún episodio de violencia de género en distintos ámbitos de su vida (Cepal, 2020).

·         Una de cada cuatro mujeres entre 15 y 49 años en América Latina y el Caribe ha sido víctima de violencia física o sexual por parte de su pareja a lo largo de su vida (OPS, 2021).

Y esa realidad es estructural. Hay un sistema que lo legitima y naturaliza. Muchas personas se rasgan las vestiduras cuando se maltrata a una niña, cuando se viola a una joven y cuando se asesina una mujer, pero día a día dejamos pasar micro violencias que en modo de chistes, críticas, novelas, piezas comunicacionales, sermones, limitaciones “por ser mujer”, van aumentando el patriarcado, el machismo y su violencia.

Parece que la vida plena, buena, solo nos espera cuando partimos a otro plano, cuando la “vida eterna” comienza, porque aquí, a muchas se nos invita “a llevar la cruz”, a soportar, en nombre de amores y obligaciones, de lo que “Dios unió”.  A veces hasta soñamos con que hubiera asunciones y pudiéramos salirnos de estas realidades tan duras…

Por eso nosotras decimos: NO. No queremos vida plena como promesa en la eternidad, la queremos ya, ahora, en este plano, con nuestros cuerpos, porque Jesús nos trajo vida y en abundancia y eso excluye la violencia, el abuso, el dolor infringido.

Por eso seguimos trabajando por realidades donde la vida digna sea ahora, mientras estos cuerpos caminan por esta casa común, mientras viven sus sexualidades, sus amores, sus vocaciones y sus sueños. Y lo trabajamos y pedimos para todas, sin excepciones.

Lucas 8:47-48

47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. 48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.

 

Claudia Florentin