Sembrando, esperando, cuidando ciclos de vida, juntas

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Comenzamos un espacio de espiritualidad virtual a través de Con efe buscando tejer fortalezas en la fe, con cuidado sororo; un espacio propio de escucha y de interpretación del texto sagrado.

Pensamos en un grupo pequeño para que sea cuidado y podamos conocernos, cuidarnos y estar seguras.

Nos reunimos por primera vez el domingo 14 de junio por dos horas, con la presencia de 21 mujeres de distintas edades, etnias y comunidades de fe, de 10 países de la región y una hermana desde Benin, África.

Estamos felices porque nos sentimos tejiendo, siendo cobijadas, tramando una manta cálida y amorosa para fortalecernos y no tener miedo, para ser capaces de seguir cuidándonos y acompañando a quienes sufren y luchan en cada territorio.

Compartimos lo escrito por una de las participantes:

La tarde del domingo iba terminando y cuando ya bajaba el solo de este lado del continente, varias mujeres de la América Latina, nos íbamos haciendo presentes en un espacio nuevo. Nuevo en algunos sentidos, aunque ancestral en otros. Era un espacio virtual, y eso era lo novedoso. Pero no era novedoso que unas cuantas mujeres, se encontraran y unieran en una ronda para mirarse a los ojos y contarse frente a las otras, con todas sus luces y sombras, para abrazarse y para compartir sobre algo tan profundo como sus espiritualidades.

Cada una se fue nombrando, y al nombrarse se hacía parte de la otra, todas nos íbamos enlazando como en un gran tapiz. No eran muy distintas nuestras historias y tampoco nuestras necesidades. Las experiencias, aunque únicas y maravillosas, estaban de algún modo conectadas a las otras; a las madres, a las hijas, a las abuelas y cada una de las mujeres de nuestras generaciones que revivían en esos relatos. Renacimos y sanamos en los perfumes, en los tejidos y los bordados. En los cuerpos, en los ojos negros y rasgados. En las cruces que se resignificaron y acompañaron pañuelos de lucha y libertad. Nos vimos crecer en la semilla y en la planta. Fuimos libres en la danza y en la meditación. Nos descubrimos en el fuego, las piedras, en el mar y en la tierra. Nos contamos, a través de cuentos, canciones y poesía. Y nos abrazamos a la distancia. Sentimos el calor de los cuerpos, el amor y la presencia divina que es también la presencia de nuestras hermanas.

Oración

Que la Diosa Madre que nos creó en su seno divino y amoroso nos continúe recreando en su danza de amor para tener la mejor presencia de nosotras mismas

Que la Palabra Encarnada que nos demostró que la Diosa Madre quiso tener Cuerpo, quiso ser Carne, nos haga amar nuestros cuerpos glorificados y colocarlos al servirlo de nuestros hermanos y hermanas…

Que la Ruah Divina nos impulse cada vez más hacia las personas que más nos necesitan, hacia las más vulnerables y hacia nuevas misiones, hacia nuestra plena autorrealización como mujeres cristianas, latinas, aborígenes y feministas. Amén

Texto colaborativo de Claudia Florentin, Paula Ciancia y Gabriela Merayo

 

Claudia Florentin