Las mujeres de las Ligas Agrarias y del Movimiento Rural de Acción Católica

Por Claudia Calvo-

Foto: Registro histórico de las Ligas Agrarias en la década del '70


El rol fundamental de las mujeres en las organizaciones rurales del noreste argentino durante las décadas del sesenta y setenta. Es el eje de un archivo audiovisual que recupera las voces e historias silenciadas en la defensa de los derechos campesinos, la lucha por la tierra y la construcción de un modelo de campo para los sectores populares.

"Archivo Audiovisual de Testimonios de Mujeres de las Ligas Agrarias y del Movimiento Rural de Acción Católica". Es el nombre formal de una serie de entrevistas que documentan, en formato audiovisual, la historia y las memorias de las campesinas que participaron de las Ligas y del Movimiento Rural en las décadas del sesenta y setenta. Las entrevistas hacen hincapié en su formación política y el rol en la organización agraria, la represión estatal y realidad agraria de postdictadura en el noreste argentino.

Las mujeres de las Ligas y del Movimiento Rural

Hacia fines de los años sesenta las familias campesinas nucleadas en los complejos agroindustriales del noreste del país asistieron a un proceso de movilización política. Las Ligas Agrarias constituyeron un movimiento social masivo, cuya originalidad consistió tanto en la formación permanente, en la participación de jóvenes y mujeres y en la capacidad de presión, como en la promoción de un proyecto alternativo de sociedad con plena participación de las familias rurales.

Creadas inicialmente en Chaco en 1970, epicentro de sus acciones de protesta y de concentración de su militancia, se expandieron luego en las provincias de Misiones, Corrientes, Formosa, el norte de Santa Fe y Entre Ríos. Impulsaron la distribución y titulación de la tierra, la regulación de la comercialización y la producción por parte del Estado. Enfrentaron a los monopolios de la comercialización y al poder terrateniente.

En el surgimiento de las Ligas Agrarias influyeron de manera decisiva las transformaciones en la institución eclesial de fines de los años cincuenta con la Doctrina Social de la Iglesia Católica en el marco del Concilio Vaticano II en 1962.

Estas mutaciones favorecieron la formación de una nueva conciencia política y social dentro del cristianismo, de opción por los pobres, en el marco de lo que se conoció como el diálogo entre el marxismo y el cristianismo. Así surgió un activismo católico de grupos de laicos, en general jóvenes, que desbordaron las organizaciones tradicionales de la Iglesia en búsqueda del “pueblo” en las fábricas, en las villas de emergencia y en las zonas rurales.

La Segunda Conferencia General del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) y el documento del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo “Sobre la Violencia en América Latina” tuvieron especial resonancia entre los sectores de la Iglesia que ya desarrollaban un trabajo de base en las zonas rurales del norte argentino, en particular entre los miembros del Movimiento Rural de Acción Católica.

Su integración en el Movimiento Internacional de Juventudes Agrarias Católicas le aportó la impronta de Paulo Freire y la metodología del “ver, juzgar, actuar”. Las Ligas Agrarias del noreste tuvieron un significativo apoyo de los obispos.

Partícipes del proceso de radicalización popular, las Ligas sufrieron la persecución política desde inicios de 1975 y con el golpe de Estado de 1976 fueron desmanteladas.

Recobrada la democracia, la organización campesina fue estigmatizadas y silenciada en el plano institucional, en la prensa y entre la población rural. Este proceso abarcó, también, al ámbito académico y artístico. Recién para el año 2000, a partir de las conmemoraciones oficiales en torno al aniversario de la dictadura cívico-militar, los testimonios de liguistas comenzaron a ser solicitados desde el ámbito estatal.

Sin embargo, estas iniciativas omitieron el registro de las narrativas de las mujeres partícipes de ese pasado, a pesar del protagonismo que habían tenido. Así, las memorias de las campesinas liguistas padecieron una doble invisibilización: por su condición de subalternidad de clase y de género.

El registro de sus relatos

Este archivo audiovisual —que estará en pocos días online— es impulsado por el Instituto de Investigaciones Gino Germani y la organización Memoria Abierta, se presentó el 15 de septiembre en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, donde estuvieron tres mujeres liguistas: Beatriz “Tudy” Noceti, Adelina de León, Norma Coca Morello.

Relataron sus historias de vida, el proceso de registro de otros testimonios de mujeres, la participación en las asambleas de base, las concentraciones, marchas y paros que la organización realizó entre 1970 y 1975. Hasta el momento, se cuenta con nueve entrevistas de mujeres que tuvieron responsabilidad política en la lucha rural.

Beatriz “Tudy” Noceti fue colaboradora en la organización y formación del Movimiento Rural y las Ligas Agrarias desde su juventud a principios de los años sesenta. Participó de la Coordinación Nacional del Movimiento, fue perseguida durante la dictadura y, tras el retorno constitucional, trabajó con mujeres en la reorganización del campesinado.

“En el año 73 las mujeres de las Ligas Agrarias piden tener un encuentro de mujeres solas, porque dentro del Movimiento ya habíamos empezado a tener algunas preocupaciones de que la problemática de la mujer había que introducirla. Ese pedido de las mujeres no fue muy bien recibido por los compañeros, no les causó ninguna gracia ¡Estamos hablando del año 73! Pero lo logramos”, recordó.

Al repasar el proceso de reorganización rural en la postdictadura, destacó que fueron las mujeres del campo quienes protagonizaron esa experiencia ya que los hombres habían quedado muy golpeados por los muertos y desaparecidos de las Ligas Agrarias.

Para Noceti, fue recién durante los encuentros que comenzaron a tener con las mujeres de las Ligas y el Movimiento rural (hace un año, a propósito de la creación del Archivo), que tomaron conciencia que ellas nunca habían hablado en profundidad sobre lo que les había pasado durante el terrorismo de Estado.

“¡Tanto nos cuesta hablar de eso que vivimos! Coca (Morello) estuvo presa, nos dejamos de ver, luego se tuvo que exiliar. Adelina (De León) estuvo dos veces presa, la perdí totalmente de vista en esa época. Tuvieron que pasar todos estos años para volvernos a encontrar, pero nos encontramos que todas habíamos seguido haciendo, trabajando”, resaltó.

Ya fueron registrados nueve testimonios, disponibles para su consulta en el Archivo Audiovisual del Instituto Gino Germani. En simultáneo, forman parte del proyecto Insumisas de la Tierra (de Memoria Abierta), el cual busca construir una historia sobre la producción política de las mujeres vinculadas a la producción agraria, al activismo campesino y a las resistencias rurales en Argentina.

“La esperanza de vivir mejor, de poder tener dignidad”

Adelina de León estudió sociología en Buenos Aires. A fines de los años sesenta se integró en un grupo de estudiantes universitarios ligados al tercermundismo, con quienes comenzó a viajar a zonas rurales de distintas provincias. Así fue como, tras una breve estadía en las zonas algodoneras de Chaco, se quedó a vivir en el campo, participó de las Ligas Agrarias e integró su comisión central, hasta que fue detenida-desaparecida junto a su marido, el entonces dirigente Quique Lovey (abril de 1975) y fue nuevamente secuestrada durante la dictadura militar.

Adelina, que no era oriunda del lugar pero vivió en el campo durante la primera mitad de los setenta, recordó el proceso de organización política del campesinado suscitado al calor de la construcción de la democracia de base y de la pedagogía de Paulo Freire en las colonias rurales. Precisó que los dirigentes campesinos le decían “vos tenés que plantear algo y esperar, porque la gente en el campo piensa detenidamente, acá la gente espera, y cuando alguien dice algo: trabaja a partir de lo que ese dice”.

Sobre la persecución al campesinado destacó que las Ligas Agrarias se habían vuelto una amenaza para los factores de poder económico en la región: “En 1975 logramos que el 80 por ciento del a producción algodonera se entregara en las cooperativas. Tocamos el poder de Bunge y Born. La hilandería era de ellos, las desmotadoras eran de ellos pero el algodón era de las cooperativas y con ellas tenían que negociar”.

Sobre el trabajo de registro de testimonios de las mujeres que participaron de las Ligas, destacó que —cuando estas mujeres cuentan qué significaron las Ligas Agrarias para el campesinado— emerge la esperanza como idea fuerza de ese pasado de lucha: “Cuando les hablábamos de los años setenta, hablan de la esperanza de vivir mejor, de poder tener dignidad, de juntarnos. Y concluyó: “Me conmovió mucho volver a Chaco y entrevistarme con mujeres que no veía hace cuarenta y pico de años”.

Docente rural detenida, liguista y detenida ilegalmente

Norma "Coca" Morello participó del Movimiento Rural de Acción Católica y de la organización de las Ligas Agrarias. Se dedicó a la alfabetización de campesinos y hacheros rurales del noreste. A fines de los años sesenta participó de campañas de alfabetización en el Centro América, en el marco del trabajo realizado en el Mijarc (Movimiento Internacional de la Juventud Agraria Rural Católica). Estuvo secuestrada cinco meses durante la dictadura encabezada por Alejandro Agustín Lanusse. Y nuevamente secuestrada durante la dictadura iniciada en 1976. Padeció el exilio hasta el retorno constitucional.

En 1993 publicó un libro testimonial donde relató su experiencia militante, desaparición y cautiverio temprano. Vive en Buenos Aires, donde se desempeñó como alfabetizadora en el barrio Padre Mujica (Retiro).

Durante la presentación del Archivo enfocó en su experiencia de alfabetización y formación política con el campesinado. Sobre las primeras asambleas de las Ligas Agrarias en Corrientes recordó que la democracia de base formaba parte de la cultura y las formas de socialización del campesinado. “Me impresionaba que eran muy democráticos. Hay que tener en cuenta su origen guaraní. No hizo falta con ellos hablar que todos tenemos los mismos derechos. En esas reuniones todo era muy democratizante. Cuando empezamos a hablar de los problemas ellos mismos entraron en ese tren de ver que sus problemas era problemas provinciales, nacionales”, afirmó.

Respecto de su propia persecución, destacó los lazos entre la represión ilegal y el empresariado y los terratenientes locales: “Fui como maestra rural a la escuela de la estancia de los Ballestra, la más grande, el principal terrateniente de la provincia. Ballestra estaba en campaña anti comunista. Yo le conté a una de las maestras de la escuela que había estado en América Central. Y el señor Ballestra empezó a decir que yo había estado en Cuba. Al mes de estar en la estancia, donde vivíamos, me detuvieron a la medianoche”.

Estuvo desaparecida entre noviembre de 1971 y mayo del 72. Padeció la tortura física y psicológica. Fue liberada tras una intensa presión popular sobre el entonces presidente de facto Lanusse, que se encontraba en campaña proselitista en el Chaco.

Pasado y presente

Las intervenciones de la presentación del Archivo se enfocaron en la experiencia de organización del sector rural del noreste en aquellos años, en la influencia de la pedagogía de Paulo Freire en la construcción de la democracia de base de las colonias, en la formación política de cuadros medios, todos aspectos mediados por la perspectiva cristiana del Movimiento Rural y la presencia de los obispos, que garantizaba una masiva adhesión de las familias campesinas.

Destacaron la trayectoria de vida de las mujeres de la organización, quienes en algunos casos fueron planteando internamente la necesidad de discutir su lugar en la familia y en el proyecto de las Ligas. Destacaron la experiencia de reencontrarse y registrar historias de compañeras que son sus propias historias, experiencias cargadas de emotividad que por su presencia permitieron la emergencia de sentidos compartidos sobre el pasado, que de otro modo quizás no hubieran aparecido: relatos que retoman anécdotas de acontecimientos y/o sentimientos compartidos, aun a pesar de no haberse visto por 45 años, de aun no haber elaborado ese pasado de manera colectiva.

El Archivo se propone registrar el relato de las mujeres que participaron de la coordinación regional y nacional del Movimiento Rural de Acción Católica, algunas de las cuales —tempranamente en la década del setenta— motorizaron encuentros de mujeres campesinas para conversar sobre sus problemas específicos en el campo, en la familia y en la organización.

También se recuperan los testimonios de las hijas de las y los liguistas que vivieron aquella experiencia organizativa o la conocen por transmisión intrafamiliar.

La cuestión biológica limita las posibilidades de concretar la tarea de documentar estos relatos: se trata de mujeres muy mayores con escasa movilidad a las que hay que buscar en los parajes y colonias más alejados de las zonas urbanas, lo cual exige una aceleración de los tiempos del trabajo de registro.

Tal fue el caso, por ejemplo, de Elena Yanda —miembro de las Ligas Agrarias en Chaco— quien protagonizó junto a su familia en 1972 uno de los más significativos conflictos en torno a la lucha por la tierra, conocido como “la marcha de las vacas”. Elena falleció pocas semanas luego de entrevistarla (en junio de 2023).

En otros casos, la dificultad para tomar contacto con las mujeres liguistas se debe al desconocimiento de su propia identidad, dado que comúnmente se las conoce como “la mujer de”, por la referencia con el vínculo matrimonial que tuvieron con dirigentes o militantes campesinos, situación que obtura la posibilidad de comprender la especificidad de sus roles y su participación cotidiana en la organización.

Existen también situaciones en las que las mujeres que participaron de las Ligas Agrarias, con tareas de responsabilidad y formación, se niegan a contar esa experiencia por miedo y por el estigma que fue sembrado y aun convive en torno al activismo campesino durante los años setenta, muchas veces asociado al “extremismo” y/o la “subversión”.

Aun hoy, 50 años después del nacimiento de las Ligas Agrarias, algunas mujeres del campo que integraron aquel movimiento social y hasta tuvieron tareas como la vocería de la organización en sus acciones colectivas y responsabilidades en la comisión directiva, no quieren hablar. “Mi marido no quiere que hable”, son algunas frases con las que justifican su posición.

El tabú, el estigma y el miedo sembrado en el campo durante el terrorismo de Estado se entreveran y operan junto al machismo que persiste en los mundos rurales. Estos fenómenos también explica la doble invisibilización de las mujeres campesinas como protagonistas de ese pasado.


La autora es Investigadora del Instituto Gino Germani de la UBA.

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/

Claudia Florentin