Las mujeres de fe también hemos abortado y decimos: “El silencio es el peor enemigo”

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Desde Con Efe buscamos contar que mujeres de fe también hablamos de aborto, lo consideramos y lo efectuamos. Por eso abrimos este espacio en el Día de Acción Global por un aborto legal y seguro.

Claudia Florentin Mayer-

Guardar por años lo vivido fue una gran tristeza

Veinte años sin hablar con nadie de lo decidido

No supe con quien hablar, temiendo las condenas

Mi ex pareja me amenazó para que no hablara de eso

Tuve miedo de decirle a mi marido que había abortado

Mis hijos no lo entenderán, o eso creo

Nunca se me ocurrió contarlo en la iglesia

Las voces de mujeres creyentes, cristianas, católicas y evangélicas, se suman para decir casi en susurros “yo decidí un aborto”. Pasa el tiempo y lo que evalúan es que el mayor problema es el silencio a que condena un sistema penalizador y comunidades de fe donde el tema es pecado o, si se intenta abrir la mirada a la realidad, todavía no logra eliminar las condenas explícitas o implícitas.

Claudia, evangélica, lleva 20 años cargando ese secreto. No siente culpa ni dolor. Me cuenta que el único peso ha sido no tener con quien hablar de aquella decisión que tomó acorralada por la situación, con hijos pequeños, sin trabajo, recién separada y con escasas posibilidades de salir adelante. “La culpa fue algo que intentó colarse en mi vida en algunos momentos, pero no la dejé. Miraba a mis hijos y sabía que había tomado la decisión que podía en ese tiempo y que Jesús llevó mis dolores, mis faltas, mis cargas”. Reconoce que salió a la calle a apoyar el aborto legal porque sabe que quien llega a tomar esa decisión no lo hace como que fuera a una fiesta o a un trámite. “Quien no atravesó un aborto instrumentalizado (no con pastillas) sabe lo que se vive; por eso me enoja tanto que la gente hable tan livianamente de quienes decidimos un aborto…no permito que nadie diga cosas sin haberlo atravesado”.

“Nunca se me ocurrió contarlo a ninguna hermana en la fe ni un pastor; el infierno es lo mínimo que me hubieran profetizado”, dice Mónica evocando el tiempo de guardar silencio al que se vio obligada por las leyes penalizadoras de su país y los dogmas establecidos por su comunidad de fe.

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Recuerda ese día como una película oscura y triste. “Tuve que irme a otro pueblo, a un lugar oscuro, chico, sin medidas higiénicas, con una amiga y mis pocos pesos. Al salir, el temor de una infección me persiguió por días. Solo la oración y el amor de Jesús me confortaron”, dice. Pasaron los años y ya casada, con una hija y una nieta, reconoce que no recomendaría a nadie un aborto pero que justamente sabiendo que muchas lo decidirán igual “prefiero que sea legal y que no tengan que cargar con el silencio y la oscuridad que son el mayor riesgo”, enfatiza.

Ana es católica, participante activa de su iglesia y una mujer que ahora milita fuertemente el derecho a decidir. “Tuve miedo de decirle a mi marido que había abortado, ante de conocerlo, y mis hijos no lo entenderán, o eso creo”, nos dice a más de 15 años de aquel momento. Sobre si alguna vez tuvo remordimientos o culpas, responde que sí, que durante mucho tiempo temió “por su alma” por las enseñanzas y los dogmas de fe que la criaron. La renovación en su pensamiento y su espíritu provino de lo que ella denomina “una re conversión”, en un encuentro de mujeres ecuménicas donde la mirada de Jesús sobre María Magdalena, sobre la adúltera, sobre Marta, hizo carne en su vida y se supo perdonada y amada.

“Sentí que Jesús amaba mi alma y amaba mi cuerpo como estaba, herido, sufriente, dolido; que me amaba como soy porque esa es la Gracia divina”, enfatiza Rosita, que reconoce cuánto sufrió, en el cuerpo y el alma. También identifica el silencio como la más pesada piedra.

Patricia llega con la mochila cargada de historia, entre ellas, el aborto realizado hace más de 20 años del que nunca habló. “Durante la separación quedé embarazada y mi casi ex marido, que ya estaba en otra relación, me hizo prometer que nunca diría lo que pasó, y así lo hice”. El temor al que dirán en los círculos evangélicos donde trabajaba y se movía, el sentir que sus hijos no entenderían lo decidido y una condena siempre soslayada cuando se atrevía a abordar el tema, la silenciaron. Hace muy poco se animó a contarle a sus hijos y ellos, en un abrazo largo le dijeron: “es tu cuerpo, es tu historia, fue tu decisión, no tenemos nada que reprochar”. Ese abrazo la liberó del silencio.

Cuántos silencios, cuántos dolores, cuántos temores. ¡Cuántos abrazos necesarios que podrían exorcizar los temores y sacar los velos del silencio!

¿Por qué no lo hacemos?

Porque las comunidades de fe están llenas de piedras para tirar “a las pecadoras” pero están faltas de abrazos contenedores, amorosos, de escuchas pastorales inclusivas, plenas, no condenatorias ni hipócritas.

El aborto existe como realidad en las vidas de tantas mujeres de creyentes. Hoy traemos algunas voces esperando poder sacar el velo del silencio y habilitar juntas espacios sororos y amorosos donde hablar, escuchar, abrazarnos, acompañar, amar con el amor que Jesús nos ha amado.

 

Panorama regional:

Mapa del aborto en América Latina: el aborto es permitido sin restricciones solamente en Cuba, Uruguay, Guiana y Guiana Francesa / Fernando Bertolo/ Brasil de Fato

Mapa del aborto en América Latina: el aborto es permitido sin restricciones solamente en Cuba, Uruguay, Guiana y Guiana Francesa / Fernando Bertolo/ Brasil de Fato

Superada solamente por África subsahariana, América Latina y el Caribe son las regiones con las más altas tasas de embarazo entre jóvenes de 15 a 19 años.

En países donde la legislación comprende la interrupción voluntaria del embarazo, aunque estrictamente en casos específicos, el acceso al aborto es dificultado por las propias instituciones médicas, en donde pacientes muchas veces son denunciadas – contra la propia ética médica, rompiendo el secreto de información a la persona atendida –, por uso inadecuado de la objeción de consciencia (cuando el profesional se niega a realizar el procedimiento por motivos morales o religiosos) o reciben informaciones falsas.

(Kaos en la red)