La Reforma protestante y la Segunda Reforma

Sarah Gonzalez Lopez-

Son muchas las celebraciones en estos días promulgando los logros del mayor cisma que sufriera el cristianismo en la segunda década del siglo 16. Por mucho tiempo fuimos “los hermanos separados”.

Alrededor del mundo proliferaron movimientos que hoy se han convertido en denominaciones importantes después de aquel gesto de Lutero al colocar las 95 tesis en la puerta de la Iglesia de Wittenberg según nos cuenta la historia, un 31 de octubre de 1517.

La Reforma dio como resultado, entre otras cosas, apertura a la lectura de la Biblia para el laicado no solo en su propio idioma, sino con nuevos ojos que señalaban un camino de salvación mediado solo por la gracia. Sola gracia, sola fe, sola escritura es el estribillo que resuena en nuestros oídos cuando abordamos el tema. Y sí, aunque con distintos matices, esa fue la inspiración que movió conciencias hacia nuevas formas de practicar el Evangelio.

Mucho ha evolucionado la historia y hoy, gracias a voluntades con conciencia ecuménica ya no somos “los hermanos separados”. Pertenecemos todos y todas a las huestes celestiales que anunciamos el acercamiento del Reino, con variados matices como ya señalé, pero con un mismo propósito: proclamar, como lo hizo Jesús, el acercamiento del Reino que se nutre de practicar la misericordia, el Shalom, que es la paz con justicia y la reconciliación de todos los que habitamos esta casa de todos y todas que es el planeta tierra. Entre todos y todas hemos aprendido una lección importante: hay que cuidarlo para preservar su integridad, porque es aquí donde podemos gozar el anticipo de ese Reino.

Pero hay una Segunda Reforma, que aunque también ha incomodado con sus reclamos de inclusión para la mitad de la humanidad, ha unido a todas las mujeres de fe del mundo no solo de confesiones cristianas, porque es un movimiento transecuménico e interreligioso. También ha aglutinado a hombres que han reconocido la necesidad urgente de unir sus voces a las nuestras.

Reforma que hunde sus raíces en el movimiento radical de Jesús quien desde su práctica incluyó no solo a las mujeres, sino a niñas y niños también.

Celebro que soy parte de ambos movimientos y que con fe hasta aquí nos ha traído el Señor quien es Dios-Sofía, Padre y Madre y Espíritu-Ruah.

Luchamos por justicia y sanidad para toda la humanidad y el planeta desde nuestra Segunda Reforma cuyo legado no ha terminado. La Teología Feminista, hoy se hace presente en cada una de nuestras comunidades de forma a veces contundente, a veces sutil, pero está ahí y llegó para seguir buscando la actualización del Reino que solo se ha de completar cuando toda la humanidad viva a plenitud.

¡Que así nos ayude Dios!


Claudia Florentin