Cuerpos sagrados: Este es mi cuerpo
Silvia Regina de Lima Silva-
Presente y pasado se encuentran en mi cuerpo, en nuestros cuerpos. El dolor y las vidas arrebatadas también están en nosotras. Somos parte de una historia de abusos y violencias, en una tierra invadida, ocupada, colonizada, donde fuimos nombradas a partir de la mirada del “otro-colonizador-agresor”. ¡Humanas sin derechos!
La violencia que hiere, rompe y mata el cuerpo, despedaza el alma, borra la memoria, bloquea el pensamiento, transforma nuestros sueños en pesadillas. Violencia física, violencia simbólica, avalada por los fundamentalismos religiosos.
El Dios proclamado en los púlpitos, anunciado en las plazas, invocado en las sesiones de las Asambleas Legislativas de los Senados y Congresos es un dios violento, fuerte como los "hombres fuertes", creado a la imagen y semejanza del patriarcado.
Es un Dios legislador que justifica las violencias contra las mujeres, amenaza nuestros derechos, se satisface con nuestro sacrificio cotidiano –dicen que para eso nos ha creado.
Ese Dios del patriarcado se alimenta con la sangre derramada por nuestros cuerpos cada día.
Los fundamentalismos religiosos justifican, fundamentan y reproducen la imagen del dios patriarcal. Es un fundamentalismo político-religioso, donde los derechos de las mujeres -el derecho a decidir, derecho a tener derechos, derecho a la felicidad, al goce, al placer, a la vida con dignidad-, se negocian.
¿Voces alternativas? ¿Teologías, iglesias, espacios religiosos comprometidos con los derechos y la no violencia hacia las mujeres? ¿Dónde están?
Profetismos sofocados, gritos acallados, pocas voces se escuchan.
¡Nosotras nos escuchamos!
Desde nuestro dolor e indignación, hacemos resonar nuestras voces y la de las que ya no están.
Transformamos la fe en un principio de resistencia, en un lugar de afirmación de los derechos, de recuperación de la dignidad, como hijas, hermanas y amigas de la Divinidad que nos habita.
Seguimos acompañadas de la ancestralidad que nos impulsa y fortalece, sanando las heridas, cuidando las cicatrices, defendiendo la vida, unas de las otras.
Divinidades que traen la brisa suave que refresca el cansancio de la lucha, pero también el viento fuerte que derrumba estructuras y provoca transformaciones.
Organizadas en redes, tejiendo nuevas relaciones, de pie en la defensa de nuestras vidas, de nuestros territorios, del territorio-cuerpo que somos.
Mujeres habitadas por nuestras memorias, por Divinidades rebeldes e insumisas, mujeres empoderadas. Nos descubrimos en la acción conjunta a partir de una fe liberadora, unidas a otras mujeres que, desde diferentes lugares, alimentamos el mismo compromiso, la inspiración y conspiración por una sociedad donde la vida de las mujeres ya no esté amenazada.
Queremos una sociedad donde seamos libres de la pandemia de la violencia cotidiana. Estamos por el derecho de vivir sin miedos, en libertad, con dignidad. Y así juntas estar, incomodar, para transformar.
Publicado por DEI, Costa Rica.