Verónica: "La desaparición es peor que la muerte porque no sabemos si viven o no"
El único hijo de Verónica tenía 16 años de edad cuando fue secuestrado. Con muchos esfuerzos y apoyo de conocidos, logró juntar parte del dinero que pedían los captores y pagó el rescate, pero jamás fue liberado. Hace 5 años que lo busca.
¿Quién es hoy Verónica?
Ya no soy la misma que hace casi 5 años que secuestraron a mi hijo.
Después de varios días me di cuenta que ya no soy la misma mamá a la que le quitaron a su hijo. Yo ya no soy esa madre sola. Soy otra que aprendió a moverse, a vincularse con las autoridades, aprendí de leyes, como defenderme y a la vez a ayudar a otras mujeres.
Se me quitó el miedo y la tristeza ya que ahora sé cómo debo luchar por la justicia y la verdad.
Verónica es una mamá, una mujer que lucha todos los días. No es fácil vivir con esto. Estas personas cuando se llevaron a Diego quisieron acabar conmigo y pensé que lo lograrían, pero es cuando reconozco a Dios y lo he buscado todos los días. Nunca dejo. Y Dios me ha escuchado; vivo con mucho dolor, pero tengo también momentos de paz que le debo al amor, a Dios. El amor de madre trasciende todo y ese es mi motor. Mi hijo, aunque no está físicamente, es lo que me moviliza, aunque pase el tiempo ese amor es muy fuerte.
¿Cómo está el caso judicial?
Hubo tres personas detenidas, dos se siguen defendiendo porque las leyes acá tienen muchos vacíos…no han tenido sentencia hasta hoy. Es una lucha desgastante, entre buscar a Diego y tratar que ellos no salgan.
Uno de los detenidos era menor de edad; fue quien señaló a Diego ya que era mi vecino. Él tuvo sentencia muy corta. Me hablaron del juzgado que pronto saldrá sin ningún cargo que lo señale como delincuente y esto me angustió mucho. Ha sido muy complicado para mí. Entre en un proceso de mucha tristeza porque no nos han querido decir qué hicieron con mi hijo. Por eso es una lucha constante con la tristeza. Entonces hago mucha oración y tengo una vela encendida cada día.
Acá un abogado es muy caro. Ya casi cuatro años llevamos de proceso y es muy complicado para las familias llevar un juicio por el tiempo, el dinero y el costo emocional.
Cuéntame qué pasó con tu hijo.
Dieguito fue hijo único, muy activo, deportista, muy buen alumno. Fue un hijo esperado con mucho amor.
Él me ayudaba en mi pequeño negocio de alimentos para mascotas. Creo que eso fue un error porque los secuestradores creyeron que era un buen candidato para secuestro. Para ellos yo tengo dinero, aunque soy solo una trabajadora y madre sola.
Me engañaron.
Mucha gente me ayudó a juntar el dinero, gente del trabajo, amigas, familiares. Pero ellas no lo regresaron y ese día yo sentí que me iba a morir, que no iba a poder.
Cuando los secuestradores te hablan, dicen cosas tan feas y fuertes, (yo vivía sola con mi hijo) nos hincábamos a orar juntas con mi familia. ¡Pensé que me iba a morir! Somos cinco hermanas y un hermano y nos hemos aferrado a Dios porque nos mostró que es más poderoso que cualquier mal o personas desalmadas.
¿Hay otras madres y familias que luchan por lo mismo?
Somos muchas familias. Yo empecé sola porque no conocía este contexto de violencia que vivimos. A veces les pido disculpas porque antes que me pasara yo no había volteado a ver esta realidad.
Las autoridades te mienten, te dicen cosas que alargan los tiempos. Yo estaba en schok, no pensaba como ahora. Nos asesoraron mal, y nosotras no sabíamos de la maldad humana en esa dimensión.
Conozco luego a personas que buscan a sus desaparecidos y nos empezamos a unirnos, conocimos a varios colectivos de familias.
Formamos un colectivo, Uniendo Esperanzas, ya somos 13 familias que buscan a sus desparecidos. Aprendimos mucho. Hemos tomado cursos y talleres y aprendimos de nuestras experiencias. No queremos que eso les pase a otras familias.
Comparto lo que tengo: mi fe, mi esperanza, que nadie más que Dios les dará fuerzas para seguir.
Yo no podía comer, me sentía culpable, pensando que mi hijo tal vez no comía.
Ahora tengo un compañero que siempre estuvo conmigo, nunca me dejó. Estuve deprimida y no quiero volver a ese estado.
¿Tienen el apoyo o acompañamiento pastoral o eclesial?
Conozco al padre Arturo (se refiere al Rev. Arturo Carrasco Gomez de la iglesia Anglicana de México) hace 11 años cuando falleció mi madre y mi familia vivía cerca de la parroquia del padre Arturo y él ofició la ceremonia. Nos atrapó con la manera que predica y en otros momentos lo buscamos, pero estamos lejos de su parroquia.
Un día fuimos a un foro de las madres centroamericanas que buscan a sus hijos y el padre Arturo estaba acompañando; nos emocionó verlo en ese entorno y nos enteramos que él acompaña esas luchas. Le platicamos lo que habíamos pasado y desde ese entonces nos acompaña; ha caminado conmigo, ha ido a búsquedas (hice una primera búsqueda en campo, esto ya es cuando buscas a tu hijo muerto); fue una experiencia muy dura. Yo antes creía que no podría hacerlo y Dios me dio fuerza y lo pude hacer.
Yo creo que en este momento soy más anglicana que católica, pero creo también que eso no es lo más importante, sino mi fe y la búsqueda diaria de Su Presencia
Desde enero hay enlaces nacionales que acompañan a familias que buscan personas. Estoy en el eje de iglesia y se creó, con el COVID, una comunidad de escucha virtual y me siento muy acompañada.
Dios me da fuerzas cuando conozco a personas espirituales que creen en el amor y la fe; eso me alienta.
Ahora hay muchas personas que me acompañan desde la fe. Aunque debo decir que pocas comunidades de fe católicas, cercanas a la casa en el tiempo que secuestraron a Diego, quisieron involucrarse. Como que les dio miedo el tema. Recuerdo que un domingo los secuestradores me iban a hablar así que como era día de misa, quería ir, (en ese entonces creía que Dios me escuchaba más yendo, ahora sé que no es así) para hablar con el cura antes de la misa para hacerle una petición paga para tener una intención. Pero el sacerdote no me quiso escuchar. Yo lloré mucho porque quería pedir por mi hijo.
No querían decir la palabra “secuestro”, tenían miedo y me desilusioné de esas comunidades.
Lo triste es que no hacen nada para concientizar a la sociedad de lo que pasa en este país con el tema.
¿Cuál es hoy tu primer pensamiento cuando despierta el día?
Me levanto muy decaída, me cuesta trabajo levantarme. El tiempo no es nuestro aliado en esto y te va desgastando. Muchas veces me siento muy cansada. Vivo un día más y Diego no está, no logro saber qué le pasó. Estos son los primeros pensamientos, pero enseguida busco a Dios, platico a Diego que necesito estar fuerte, tener momentos de alegría, reír…a veces hasta siento culpa cuando tengo momentos bonitos…Pienso que yo estoy disfrutando y él…
He estado en terapia este tiempo, como un modo de autocuidado; me alimento bien y es mi decisión estar así.
Me levanto, me veo al espejo, me veo triste y luego escucho el Evangelio en un grupo. Yo soy católica desde pequeña.
La desaparición es peor que la muerte porque no sabemos si viven o no y eso es lo que no te deja vivir. Es parte de todos los días el pedirle a Dios que me de fuerzas, que no me deje. Necesito saber qué pasó con él.
Hay más de 67 mil personas desaparecidas en México y enfrentamos la indiferencia de la sociedad. Esa es una pandemia más.