Samaritanas: la sororidad y el affidamento son el único camino a transitar
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Por Gabriela Merayo-
Lucas 10, 25-37
25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Sólo quien se detiene a mirar la realidad del otro/a, quién llega cerca del dolor ajeno es capaz de ponerse en su lugar y hacer carne propia aquella cruz. Sólo quién está dispuesta a mirar el abismo y a dejarse mirar por él es quién puede actuar como samaritana de aquel prójimo/a que necesita de nosotras.
Cuando nos enteramos de que un padre biológico es capaz de violar a su propia hija sabemos que la justicia es la respuesta, pero cuando nos enteramos que la justicia después de años de silencio decide que la condena será donar unos pocos litros de leche a una organización benéfica y continuar viendo a su hija, entendemos que la sororidad y el affidamento (1) son el único camino a transitar, el sostenernos las unas a las otras y el buscar justicias alimentadas en los derechos humanos, la justicia de género, la equidad e igualdad.
Si no te pasa nada al escuchar esta noticia, tal vez estás como el levita o el sacerdote, atravesada por la ley y el moralismo, pasando lejos de los cuerpos heridos que pueden manchar, dejar marcas, que pueden ‘alejar’ de lo sagrado o retrasar las tareas cotidianas.
En el texto bíblico la persona que sí tuvo tiempo para detenerse y ayudar fue la única de la cual no se esperaba nada, una extranjera, impura, que aparentemente no tenía nada para dar, ésta fue la que se hizo tiempo, la que se hizo prójimo-próxima, la que decidió demorarse en el camino para curar las heridas de una persona.
La tan clamada justicia muchas veces parece estar en mano de levitas y sacerdotes que no tienen tiempo para detenerse a contemplar las vulnerabilidades, las verdaderas necesidades, los derechos violentados. Hay que seguir denunciando que esto no es justicia, ni mucho menos imparcialidad, quien no es capaz de mirar y escuchar con atención a la víctima nunca será capaz de hacer justicia por ella.
En una sociedad injusta y selectiva somos llamadas a vivir como samaritanas, compartiendo el dolor, ayudando a cargar las cruces que nos atraviesan y caminando juntas mirando hacia adelante en la búsqueda incesante de una comunidad más justa y una vida más libre y más plena.
(1)- Affidamento, llamaban las feministas italianas de la diferencia, a una practica de confianza y cuidado mutuo entre mujeres. Sostenían que en el patriarcado, a las mujeres, como mandato primario de obediencia al padre, se nos enseña a desconfiar de las otras, a pensar que nuestra otra igual era nuestra peor enemiga, empezando por la propia madre, terminando por la propia hija. Por eso hablan de la necesidad de construir affidamento. Una práctica de lealtad, compromiso, confianza y cuidado primario entre mujeres. Una práctica que consideran de inaudita libertad “femenina”, en la medida en que se construye en oposición a la ley paterna que exige, a cambio de cuidado y protección, la desvinculación, la sospecha y la desidentificación entre las mujeres. El affidamento sería el acto por medio del cual las mujeres podrían encontrarse con la otra igual en la opresión, y construir con ella lazos de solidaridad, amor y respeto, acto que ya en sí mismo, desestabilizaría el orden del padre.