‘La autonomía como resistencia’: Una conversación con Chayanika Shah

Chayanika Shah vistiendo un sari como parte de una representación teatral en 1984.

Chayanika Shah vistiendo un sari como parte de una representación teatral en 1984.

Artículo y entrevista: Tenzin Dolker- AWID
Edición: 
Muna Gurung 
Ilustraciones: 
Priyanka Singh Maharjan 

Introducción

En estos últimos años, he conversado conversé con una variedad de activistas feministas increíbles de distintas partes del mundo, que compartieron, en profundidad, sus reflexiones profundas acerca de la situación pasada y presente de los procesos y recursos para organizarse, así como de la complejidad, las múltiples fuentes y las formas a menudo invisibles que encuentran los movimientos feministas para financiar su trabajo. Discutimos Analizamos formas de obtener recursos que son autónomas o existen por fuera de los modelos filantrópicos o estatales y que venimos llamando «movilización autónoma de recursos.» También conversamos sobre la diversidad de estrategias y prioridades identificadas conocidas por activistas y movimientos para aportar recursos que impulsen cambios sociales feministas. 

Esta es la primera de una serie de entrevistas y mi entrevistada fue Chayanika Shah, feminista y activista por los derechos de las personas queer con una larga trayectoria ende construcción colectiva de movimientos feministas autónomos en India. La lucha por la «autonomía», en todos los sentidos de la palabra, siempre ha ocupado un lugar central en su trabajo de organización feminista que comenzó en los años que siguieron a un período difícil (1975-1977) conocido como «la Emergencia» en la India. Chayanika reflexiona dice: «Definimos la autonomía en términos de como autonomía de los partidos políticos, del financiamiento, del Estadoestado y – en cierta medida – de los hombres. Esa era la clase de autonomía de la que hablábamos y la teníamos muy presente». 

A continuación, reproducimos la conversación que mantuvimos en 2019 y que fue editada recientemente para hacerla más breve y más clara. 

Tenzin Dolker: 
Por favor, cuéntanos algo sobre ti y sobre tu trayectoria por el feminismo.

Chayanika Shah: 
Siempre he formado parte de colectivos urbanos y autónomos en la ciudad de Bombay. Uno de ellos es el Forum Against Oppression of Women [(Foro contra la opresión de las mujeres, (El Foro)], que se creó en 1979 y el otro fue LABIA, un colectivo feminista queer LBT, creado en 1995. Ambos colectivos optaron por no solicitar su registro legal, lo que implica no figurar en ningún registro del Estado. 

El Foro ya lleva más de 40 años de existencia y nos reunimos al menos una vez por semana. Al principio, éramos un foro contra las violaciones, pero en el transcurso de estas cuatro décadas nos hemos ocupado de temas que van desde la violación a la violencia doméstica, el estatus personal, las leyes de familia, la salud, el comunalismo [conflicto entre comunidades religiosas en el contexto asiático] y muchos otros. Más recientemente, tuvimos que ocuparnos de cuestiones de derechos y libertades civiles debido al clima en el que estamos viviendo ahora en India. 

TD: 
En todos esos años de organización feminista, ¿Cómo encararon el financiamiento?

CS: 
En los últimos 40 años, el Foro aceptó financiamiento indirecto una sola vez, cuando hicimos encuestas y otras tareas de investigación para complementar el trabajo de la Comisión Sachar, creada para conocer mejor la situación socioeconómica de las comunidades musulmanas en la India. Nos abocamos a destacar la situación de las mujeres musulmanas y a preguntar qué podía hacer el Estado para implementar las recomendaciones de la comisión. 

TD:
Y el resto del tiempo, ¿lxs integrantes del Foro trabajaban por voluntariado sin remuneración? 

CS: 
En buena medida, sí. En 1980, cuando comenzamos a abordar casos de violencia doméstica, no había ninguna ley ni mecanismo sobre este tema, entonces tuvimos que ir creando nuestros propios métodos a medida que avanzábamos. Una mujer se acercaba para confiarnos nos traía el problema que tenía en su casa, le dábamos refugio, le ofrecíamos consejo la aconsejábamos y a veces, hasta luchábamos contra su familia. Hacíamos todo lo que la ley exige que se haga hoy en día, aunque y para lo que entonces no existían mecanismos para realizarlo. Pero lo que entendimos en ese en un momento fue entendimos que no podíamos sostener ese trabajo solo con voluntariado. Y entonces decidimos crear The Women’s Center `[( El Centro de Mujeres]) que, en 1982, imaginábamos como una organización financiada capaz de brindar que brindara servicios con personal trabajando a tiempo completo. El Foro iba a seguir sostenido por el trabajo voluntario, sin financiamiento y sin registro legal, pero lxs integrantes del Foro podrían ser voluntarixs en el Centro, manteniendo así la sinergia entre ambos. 

Sin embargo, Pero esto solo duró desde 1982 hasta 1985. Hubo problemas de ambos lados en cuanto a rendición de cuentas, toma de decisiones y funcionamiento colectivo. Se nos hizo claro que quienes trabajaban a tiempo completo en la organización sentían que se les cargaban todas las responsabilidades, mientras que quienes hacían trabajo voluntario podían entrar y salir del proyecto cuando quisieran. Algunas de las personas voluntarias pensaban que el Centro estaba replicando las mismas estructuras y jerarquías que ellas cuestionaban. En 1985, surgieron muchos problemas y muchxs de lxs integrantes del Foro dejamos de hacer trabajo voluntario en el Centro. La mayor parte de las personas del Centro eran integrantes del Foro y viceversa, pero en ese momento hubo que tomar partido y decidir a dónde quedarse. Con el tiempo, el Foro y el Centro fueron operando como dos organizaciones independientes. Esta es una historia bastante común en India y en otras partes del mundo también. 

TD:
¿Puedes contarnos un poco más acerca de la intención y la decisión colectivas acerca de aceptar o no aceptar financiamiento? 

CS:
En sus inicios, esta corriente dentro de los movimientos de mujeres estuvo formada por personas que en su mayoría venían de la izquierda política, donde no se habían sentido escuchadas. Y esto no ocurría solo en Bombay, sino que estaba desplegándose una historia similar se desarrollaba en Delhi, Calcuta, Chennai, Hyderabad y otras ciudades grandes de la India. Entendimos que teníamos que ser autónomxs y esa autonomía la definíamos en términos de los partidos políticos, del financiamiento, del Estado y, en cierta medida, también de los hombres. De esa clase de autonomía hablábamos y era algo que teníamos muy presente. 

Entre 1975 y 1977, durante los «años de la Emergencia» en India prevaleció un régimen muy represor. Empezamos a organizarnos justo después de que terminara la Emergencia, que nos había hecho ver lo que era el Estado y cuál era su poder. Por eso, tomamos decisiones claras para teníamos en claro que nuestra opción era quedar por fuera del radar del Estado. 

En esos años, no era tan fácil que llegara dinero del extranjero al país, al menos para los movimientos sociales. Por eso, para el Centro movilizamos muchos recursos a través de espectáculos, proyecciones de películas, donaciones individuales de personas de la ciudad. Con el tiempo, se fue generando lo suficiente como para poder comprar un apartamento en Bombay y eso implica mucho dinero, ya que la propiedad siempre ha sido cara en Bombay. El dinero para los gastos diarios de la organización y los salarios reducidos que cobraba el personal permanente provenía de donantes. 

TD:
¿Quiénes eran esxs «donantes» del Centro?

CS:
Al Centro lo financiaron donantes estadounidenses que no movilizaban grandes recursos, pero sí tenían una mirada feminista. Teníamos mucho cuidado al momento de decidir de quién íbamos a aceptar dinero. Es interesante que en el debate actual de los movimientos de mujeres en torno al financiamiento pareciera haber dos bandos en conflicto: uno que se opone al financiamiento contra otro que lo apoya. Pero, casi siempre, hemos logrado mantener el diálogo por encima de esa división y muchas veces nos dimos cuenta de que para ciertas clases de trabajo necesitábamos tener organizaciones financiadas. La presencia de colectivos que no aceptan financiamiento también ayuda a mantener viva esta tensión. De todos los colectivos sin financiamiento que se crearon en 1980, solo sobreviven dos. Uno es el Foro y el otro es Saheli en Delhi. El resto dejó de funcionar o se dividió en organizaciones más pequeñas.  

TD:
Y el Centro de Mujeres en Mumbai sigue funcionando en ese apartamento que en su momento compraron, ¿verdad?

CS:
En los últimos 10 años, el Centro se fue quedando sin financiamiento, pero hay una persona que mantiene el apartamento funcionando. Puede resultar extraño, pero ahora las reuniones del Foro se están haciendo otra vez en el Centro. Recorrimos todo el círculo Hicimos un giro y volvimos a nuestros orígenes. Pero el apartamento es del Centro y no pertenece al Foro. Durante todos estos años nos reunimos en nuestras casas y en espacios públicos, así que ahora ese apartamento es solo un espacio más para nosotrxs. Y, en cuanto a las tensiones, ahora tenemos más ecuanimidad y la certeza que hemos ido desarrollando en estos años de que tenemos que trabajar en conjunto.

7ma Conferencia de Mujeres, “Por políticas de justicia”, Calcuta, 2006

7ma Conferencia de Mujeres, “Por políticas de justicia”, Calcuta, 2006

TD:
Cuéntame más. ¿Cómo se fue desarrollando eso de trabajar en conjunto y la energía que lo sostiene?

CS:
Lo que siempre se mantuvo estuvo fue es la diferenciación entre que el Centro se dedicaba, sobre todo, a brindar servicios para sobrevivientes de violencia doméstica, mientras que el Foro hacía trabajo más relacionado con las campañas. Con los años, cada vez más organizaciones comenzaron a crear sus propios centros de consejería o de atención a demanda y para mediados de los años ochenta el Centro ya no era el único espacio de su tipo. Más adelante, hubo campañas en torno a leyes sobre violencia doméstica o sobre estatus personal en las que coincidimos. El Foro participaba en esas campañas, pero, en cuanto al contacto directo con personas que sufrían  violencia doméstica, con el tiempo fuimos observando que los casos más difíciles – o lo que en ese momento se consideraba más difícil – también llegaban al Foro. 

Me acuerdo de que, en algún momento a finales de los años ochenta, una mujer divorciada se enamoró de un hombre casado con quien trabajaba y por eso perdió el empleo. Ese caso llegó al Foro. Más tarde, ya en los años noventa, dos mujeres se enamoraron, pero la madre de una de ellas las amenazó con hacer intervenir a la policía. Entonces, ellas recurrieron al Foro. Son casos en los que las personas involucradas pensaban que otras organizaciones iban a adoptar una postura moralista o no iban a querer tomarlos, porque ya se habían convertido en algo parecido a las ONG más tradicionales. 

TD:
Entonces, la estructura ¿La estructura autónoma, ¿de alguna manera les permite hacer lo que no podrían hacer si hubieran optado por formas más tradicionales de financiamiento? 

CS:
Es un ´tira y afloja toma y daca´. Por lo que he visto en el campo de la violencia doméstica, la mayoría de las organizaciones financiadas no pueden tomar posturas radicales justamente por su estatus de financiamiento. Pero no quiero pasar por alto que también ha habido intercambios de distintas clases entre organizaciones y que algunos han permitido aperturas innovadoras.  Aquí es donde LABIA se torna relevante. Cuando creamos LABIA, de nuevo decidimos no registrarnos legalmente y esa decisión fue producto de un debate que en forma regular volvemos a abrir regularmente. Ya hay muchas organizaciones que trabajan contra la violencia doméstica, por eso pensamos que la tarea de LABIA tenía que ser preparar a esas organizaciones para poder tomar casos de mujeres lesbianas y de personas trans – casos que nos llegaban a nosotrxs, pero en los que sentíamos que necesitábamos más apoyo para la interacción con el Estado o la policía–. 

TD:
Parece que tenían claro que no querían crear otra ONG.

CS:
Dado el clima político de la India actual, nadie en su sano juicio querría registrarse ante el Estado. El nivel de represión que sufrimos en esta última década no tiene paralelo en nuestra historia. ¿Has visto cómo se trata a la gente que protesta o que expresa su disenso en cualquier forma?

TD:
Sí, hay mucha más vigilancia y escrutinio 

CS:
El miedo por el cual comenzamos a organizarnos en forma autónoma en los años ochenta hoy es una realidad. Revisan las finanzas de las organizaciones y si encuentran un recibo que no está donde debería estar, les cancelan todos los fondos que llegan desde el exterior o les suspenden el registro legal. Todo el tiempo Además, el Estado cambia las reglas o incorpora nuevas todo el tiempo; mantenerse al día con los requisitos vigentes para que funcione una institución es de por sí un trabajo de tiempo completo. 

TD:
Entiendo que tanto el Foro como LABIA en su mayoría se autofinancian. ¿Puedes contarme cómo movilizan recursos para esas organizaciones en forma autónoma?

CS:
En LABIA, el principio ha sido movilizar cantidades pequeñas cuando sea necesario reunir pequeños fondos según la necesidad contactando a personas de la comunidad queer que están en mejor situación financiera. En los 24 años que estuve participando activamente en LABIA, una y otra vez nos encontramos con parejas que habían tenido que huir de sus hogares. Ese es un trabajo que demanda muchos recursos, porque si la gente recurre a ti, tienes que asegurarte de poder ofrecerles un lugar donde quedarse, una forma de subsistencia, acceso a la educación o a formación en oficios, para que puedan seguir adelante con sus vidas. 

Para movilizar recursos hemos organizado fiestas – algo que las personas queer sabemos hacer muy bien –. Y en esas fiestas incluíamos juegos creativos y otras actividades para recaudar aún más dinero. El dinero que recaudábamos en esos eventos lo usábamos para la causa específica a la que estaba destinado y, si sobraba algo, lo guardábamos como «fondo para crisis». Además de movilizar recursos para las parejas, también lo hemos hecho para costear la educación de algunas personas y todxs lxs integrantes de LABIA hemos aportado alguna vez para eso. Además de recurrir a la comunidad en general que no forma parte de LABIA, también tenemos otras personas queer que nos rodean, así que aprovechamos nuestros vínculos y tratamos de movilizar la mayor cantidad posible de recursos. 

También hemos movilizado recursos para personas que necesitan viajar. Hay gente en distintas partes del estado y en el interior del país también; muchxs están en contacto con nosotrxs por teléfono, pero nunca nos encontramos en persona. Nos cuentan que se sienten muy aisladxs. Eso le pasa a todo el mundo, pero especialmente para la gente queer es especialmente importante encontrarse con otrxs que sean como ellxs. Esos son todos gastos que hemos cubierto movilizando recursos por nuestra cuenta. El dinero que recibimos formalmente en 2009 como LABIA fue para hacer un estudio que nos exigió viajar por todo el país recogiendo narrativas queer. 

TD:
¿Puedes contarnos algo más sobre eso? 

CS:
Nos llegó como un proyecto a través de otra organización financiada que actuó como anfitriona. Fue un estudio grande y, en su primer año, once de nosotrxs trabajamos en este proyecto. Más tarde, cuatro de lxs que habíamos sido parte del equipo de investigación pedimos licencia en nuestros trabajos para terminar de escribir un libro que se publicó como No Outlaws in the Gender Galaxy [Nadie es ilegal en la galaxia del género] 

TD:
¿Cuál es la situación financiera de estas dos organizaciones hoy en día? 

CS:
Con los años, nos dimos cuenta de que no es cierto que no hayamos podido hacer algunas cosas por no tener dinero, sino que fue por no haber tenido tiempo. La gente que está en estas organizaciones tiene sus propias vidas que mantener otras vidas que quiere seguir manteniendo. Yo he sido docente de física durante mucho tiempo y muchxs integrantes del Foro procuraban su subsistencia de alguna otra manera. Para cubrir los gastos ordinarios, cada integrante del Foro aporta 50 rupias por mes [0,65 dólares estadounidenses a junio de 2021] y 15 de nosotrxs aportamos 750 rupias por mes [9,75 dólares estadounidenses a junio de 2021] que, en realidad, no es nada, pero ¿qué gastos tenemos? Aun así, es muy difícil para las generaciones más jóvenes, porque los gastos en la ciudad aumentan y se les hace imposible trabajar sin remuneración. 

TD:
El modelo de membresía por 50 rupias que tienen en el Foro es importante y simbólico para relacionarlo con lo que decías acerca de que no se trata del dinero. Pero, al mismo tiempo, ¿cómo se hace para luchar por cambios cuando unx simplemente estás tratando de sobrevivir en este contexto socioeconómico privatizado, neoliberal y capitalista? 

CS:
Eso tiene que ver con la naturaleza misma de los colectivos. Estos dos colectivos tienen integrantes que son personas autónomas, de clase media urbana, con dinero propio para gastar. No tenemos integrantes abrumadxs por sus responsabilidades económicas o de otras clases. Es evidente cuál es el sesgo de clase de la organización. Es imposible que algo funcione con trabajo voluntario sin este privilegio de clase que tenemos muchxs de nosotrxs. Es muy común que el privilegio de clase también implique privilegio de casta. Así es como los grupos se tornan muy homogéneos y quedan en manos de una minoría que no representa ni refleja a la población mucho más numerosa que nos rodea. 

TD:
¿Cómo te parece que se podría transformar el ecosistema actual de los recursos para que los fondos lleguen a los movimientos feministas en la forma y del modo en que los necesitamos? 

Una protesta contra los concursos de belleza en 1986

Una protesta contra los concursos de belleza en 1986

CS:
El problema no radica tanto en lxs donantes como en la vigilancia por parte del Estado. Esta es una cuestión interna y las organizaciones necesitamos ser más astutas. Tanto el Foro como LABIA incluyen a personas que forman parte de organizaciones financiadas y entonces, cuando hacemos acciones contra el Estado nunca publicamos los nombres de esas organizaciones, sino solo los de los colectivos. 

Un problema es que lxs donantes no reparten cantidades pequeñas. El dinero que llegó al país para temas de VIH/Sida, el cual que fue considerable, se canalizó a través de cuatro ONG grandes. Esas ONG crearon pequeñas organizaciones comunitarias y se convirtieron en el medio para transferir dinero a esas organizaciones. Otra cosa que hacen lxs donantes es venir con agendas específicas asociadas con su dinero. Nos dicen: «Bueno: este año lo que está de moda es la adolescencia». Y todo el mundo se desespera por hacer que algo funcione dentro de esos parámetros. Como movimientos, eso no nos permite sostener agendas en el largo plazo. 

Algo positivo es que se están movilizando recursos domésticos dentro del país. El financiamiento interno, dentro del país, puede ayudar a ponerle un freno a la represión estatal. Pero el problema es que la mayor parte del dinero que se moviliza dentro del país está destinado a acciones específicas de caridad como la construcción de templos, hospitales y escuelas, y es muy poco lo que se destina a la justicia social. Otro elemento positivo es que se está trabajando lo más posible con el Estado para garantizar la prestación de servicios. En el caso de la violencia doméstica, por ejemplo, las organizaciones no van a existir siempre, así que tenemos que crear mecanismos estatales. En estos últimos cuarenta años, hemos logrado instalar un sistema y ahora muchas organizaciones se están asegurando de que la gente contratada reciba una formación adecuada, se produzcan materiales, se organicen talleres y todo lo demás que se necesita. 

TD:
¿Todos los movimientos o colectivos autónomos están involucrados en eso?

CS:
Las organizaciones que prestan servicios son agencias nodales que trabajan con el Estado. Entonces, un grupo como el Foro opera desde una cierta distancia. Conocemos el marco de referencia de la ley y hacemos campañas para que esa ley se sostenga en la institucionalidad que corresponde, pero las que se ocupan de la implementación cotidiana de esa ley siguen siendo las organizaciones que piensan estos temas desde el punto de vista de los servicios. Muchas de ellas están muy activas y especializadas. 

Resulta inspirador que en la última década hayan surgido nuevos movimientos y colectivos autónomos como Women Against Sexual Violence and State Repression (Mujeres contra la violencia sexual y la represión estatal, WSS), una red nacional de mujeres con trayectorias políticas y sociales muy diversas, o Feminists in Resistance (Feministas en resistencia), que es un colectivo de Calcuta. Estos colectivos, y muchos otros como ellos, se están enfrentando al Estado de forma más directa y están difundiendo amplificando voces feministas. A medida que se incrementa la represión estatal en India, su presencia se siente y se reconoce como algo cada vez más necesario. 

Claudia Florentin