Fundamentalismos, crisis de la democracia y amenaza a los derechos humanos en América del Sur
Magali Cunha, Carta Capital–
En mi último artículo para Diálogos de fe, escribí sobre “fundamentalismo de adentro hacia afuera”. Ahora vuelvo al tema para abordar su rostro: el fundamentalismo y su expresión plural, tal como se manifiesta y avanza, no solo en Brasil, sino en el continente sudamericano. Con esto presento a los lectores los resultados de una investigación coordinada por mí, y ahora disponible, de manera gratuita, en el libro electrónico “Fundamentalismos, crisis de la democracia y amenaza a los derechos humanos en América del Sur: tendencias y desafíos para la acción ”, publicado por la organización Koinonia: Presencia y Servicio Ecuménico.
El proyecto de investigación nació de la preocupación de iglesias y organizaciones religiosas (OBF), articuladas a través del Foro Ecuménico ACT Suramericano (FESUR), que han observado transformaciones en la arena pública en términos sociopolíticos, económicos, culturales y ambientales, en el contexto de diferentes países. Estos cambios se han producido en forma de reacciones a los avances y logros en el campo de los derechos de los trabajadores, las mujeres y las comunidades tradicionales (indígenas y afrodescendientes), seguidos de retrocesos y obstáculos políticos de diversa índole.
Las organizaciones vinculadas a FESUR señalan, como parte de este proceso observado, crisis políticas evidentes, profundización de las desigualdades, reducción de espacios de participación de la sociedad civil, aumento de asesinatos de defensores de derechos humanos. Investigaciones realizadas en el primer semestre de 2020 apuntan a una agenda fundamentalista que es efectiva en la región, con gran capital económico y político, fruto de su capital religioso, que ha logrado obstaculizar derechos sociales duramente ganados, por las poblaciones que enfrentan los sistemas judiciales nacionales, incidiendo y, en algunos casos, desestabilizar las democracias
El origen del término se remonta a la tendencia conservadora de un segmento protestante de los Estados Unidos, entre el siglo XIX y el XX, arraigada en la interpretación literal de la Biblia, clasificada como infalible, en reacción a la modernidad (encarnada en la teología liberal y el estudio de la Biblia mediación contextual de las ciencias humanas y sociales), en defensa de los fundamentos inmutables de la fe cristiana. Desde entonces, la perspectiva fundamentalista ha ido cambiando, dentro del propio evangelismo, y ha traspasado las fronteras de la religión. Se convierte en una matriz de pensamiento, una postura, anclada en la defensa de una verdad y en imponerla a la sociedad.
Es un hecho que, en las últimas décadas, grupos religiosos y no religiosos han surgido en el espacio público, en diferentes contextos del mundo, con acciones que pueden calificarse de “fundamentalistas”, caracterizadas como reactivas y reaccionarias a los cambios sociales. En este sentido, se observa que el fundamentalismo se convierte en un fenómeno social que va más allá de la dimensión religiosa, gana un perfil más diversificado y adquiere un carácter político, económico, ambiental y cultural.
En estas acciones se eligen ciertos “cimientos” para persuadir a la sociedad, con el fin de establecer fronteras y luchar contra los “enemigos”, lo que a menudo resulta en un movimiento polarizador y separatista, que niega el diálogo, la democracia y establece un pensamiento único que tiene como objetivo dirigir acciones en el espacio público.
El caso más emblemático de la época contemporánea en América del Sur es Brasil, debido a la elección del militar de extrema derecha Jair Bolsonaro a la Presidencia de la República, producto de un intenso proceso reaccionario a los avances en el campo social, ambiental, sexual y reproductivo.
Sin embargo, se observa que en Colombia, Perú y Argentina, países también priorizados en la iniciativa FESUR, existen procesos que denotan situaciones similares, en períodos muy cercanos, indicando una especie de patrón fundamentalista de intervención en las democracias y acciones de los derechos del continente. En 2020, con la pandemia de Covid-19, esta situación se agravó y toda esta situación se puso de manifiesto.
La investigación ofrece varios descubrimientos, entre ellos, la concepción de la configuración de los fundamentalismos político-religiosos en América del Sur, conceptualizándolos, en plural, a partir de una reconstitución histórica de sus diferentes expresiones. En este sentido, escapando del uso del término que denota acusación y la etiqueta de contrarios, el resultado muestra que los fundamentalismos pueden entenderse como una cosmovisión, una interpretación de la realidad, con una matriz religiosa. Esto se combina con acciones políticas derivadas de ello, para debilitar los procesos democráticos y los derechos de las comunidades sexuales, reproductivas y tradicionales, en un condicionamiento mutuo.
También se identificó, como un descubrimiento, que la matriz religiosa de los fundamentalismos avanzados no es desarrollada solo por los evangélicos (de las ramas histórica y pentecostal) sino también por los católicos romanos, quienes se articulan en una unidad oportunista en torno a agendas y enemigos. común.
Las agendas fundamentalistas que unen a líderes y segmentos evangélicos y católicos se basan en la moral sexual religiosa y la demonización e inferiorización de los indígenas y afrodescendientes. Sirven al sistema económico neoliberal al proclamar la reducción de las políticas públicas (acción del Estado, por tanto), relegando a la "familia" el cuidado con educación, salud, trabajo, jubilación, y facilitando la conquista de tierras de poblaciones tradicionales por la agroindustria y por las empresas mineras. De ahí la clasificación de “fundamentalismos político-religiosos”. Se les identifica como enemigos, movimientos sociales, sindicatos, partidos que buscan defender estos derechos y estas poblaciones.
El informe de investigación, después de escuchar a decenas de activistas de derechos humanos y académicos de los cuatro países, detalla cómo las tendencias fundamentalistas: reacción a los derechos sexuales y reproductivos; el discurso “pro-familia”, como proyecto económico-político; el pánico moral y permanente choca con los enemigos electos, como alimento para el reaccionario; amenaza a las comunidades tradicionales; acciones coordinadas por los diferentes grupos; la defensa del Estado laico y la libertad religiosa como "secularización estratégica"; avance de nuevos movimientos fundamentalistas en Estados Unidos en la región (formación de políticos, “guerra cultural” y misiones entre indígenas). Al final, se presentan diez posibles estrategias para responder, por parte de iglesias y OBF, a esta realidad expuesta de fundamentalismos político-religiosos.
En medio de todo esto, el texto destaca que es necesario considerar seriamente que hay una población a la que las religiones dan sentido y estructuran la vida. Tener esto en cuenta es fundamental para pensar en el futuro que está llamando a la puerta, en medio de una pandemia de coronavirus.
Traducción: Con Efe