Rebeldía lésbica: “ninguna institución o persona, puede negar mi derecho a creer desde lo que soy”

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Por Mónica Álvarez-

En el día de las Rebeldías Lésbicas de Abya Yala (celebrado el 13 de octubre), he reflexionado y celebrado mi ser rebelde dentro de una sociedad que cuestiona la validez de nombrarte creyente y en una iglesia que te niega pertenencia si te nombras lesbiana.

Soy creyente porque conozco los espacios religiosos y el secuestro de nuestra espiritualidad que esta presente en estos. Me seguiré nombrando católica, porque ahí están mis orígenes y de ahí proviene mi espiritualidad. También porque incomoda y es rebelde ante las autoridades religiosas. Porque nadie, ninguna institución o persona, me puede negar mi derecho a creer desde lo que soy. Porque creo cuando rezo en la iglesia, cuando marcho para exigir que no nos maten por el simple hecho de ser mujeres, cuando salgo de antro con mis amigas y cuando tengo sexo con otra mujer. Y en todas estas actividades me acompaña la Diosa.

Me nombro desde este y muchos otros no lugares para poder generar redes de apoyo y encontrar a otras, que como yo no pasan por un momento agradable mientras intentan conciliar su orientación sexual con su espiritualidad. Porque me gusta celebrara y sentir la ternura de una Diosa que no tiene problemas en meterse a la cama con una tortillera.

Estoy convencida que esta alegre rebeldía también se vive dentro de los espacios religiosos, pues celebramos nuestra espiritualidad desde la opción radical de amar a otras mujeres. Amar a otras mujeres de manera sexual y afectiva, pero también amarlas y optar por nosotras en otros contextos. Es decidir amarnos tiernamente, afectivamente y eróticamente. Es amarnos en comunidad y optar por darnos la mano entre nosotras. Y esta se vive desde el festejo, la digna rabia y las más diversas celebraciones. Lo vivo acompañando a mujeres que se cuestionan interrumpir legalmente un embarazo y sostener sus manos mientras rezamos un Ave María. Se vive amando a una Diosa y dejándose amar por una Diosa que algo de tortillera tendrá.

Me gusta entenderme como Eva que decide tomar el fruto prohibido, experimentar su sexualidad, el feminismo y la vida secular y después opta por regresar y nombrarse feminista, creyente y lesbiana. Así, la importancia de nombrarme lesbiana y celebrar el orgullo contribuye en la generación de redes de apoyo dentro de las iglesias. Se vuelve una manera de subvertir la moral sexual del cristianismo. Esto requiere la creación de espacios de sororidad y amor entre nosotras. Es la cercanía con una Diosa que tiene mucho de tortilla y que nos acompaña tiernamente. Celebrarme como mujer lesbiana en la iglesia significa acompañar en el amor. Escuchar procesos de aborto, tomar de la mano a mujeres sobrevivientes de violencias, decirle a las que se cuestionan sobre su sexualidad que hay una Diosa que aprecia y aplaude su erotismo. ¡Eso es rebeldía lésbica cuando te nombras creyente!

Claudia Florentin