Cuando el odio habla alto, el amor tiene que gritar

199799022_834189374167521_6801955477512947139_n.png

Por Dora Arce Valentín, Cuba-

Hace unos días, “chateando” con una amiga acerca de las redes y sus discursos de odio, le comentaba que cuando el odio habla tan alto el amor tiene que gritar. Y esa misma noche me desvelé pensando en cuan alto estaba yo intentando hablar desde el amor. Si algo me enseñaron mi madre y mi padre es que lo más digno que puede tener una persona es su coherencia. No importa el precio, hay que ser coherente. Así que por mucho que haya querido contener mi indignación, el amor tiene que gritar. ¡Aquí voy!

1. No existe tal cosa como la “ideología de género”. Es un término acuñado por el Vaticano por allá por los años 90. El término ha permitido hacer confluir las más diversas expresiones de clasismo, racismo, machismo, sexismo y xenofobia, se constituye en una estrategia que reconfigura las agendas políticas de los sectores más conservadores para combatir los avances sociales en materia de derechos, especialmente sexuales y reproductivos. Así lo han definido las personas que han estudiado en profundidad el término. No repitan lo que alguien les dijo, busquen información, pregunten, dialoguen… no apaguen el televisor cuando llegan el programa “Miradas sin excusas” o “Cosas de hombres”.

2. El género, como categoría de análisis, porque de eso se trata cuando se habla de perspectiva de género, es una herramienta cuya única finalidad es la de hacer del mundo un lugar más justo en donde se puedan entender las asimetrías en el alcance de los derechos y cómo, sin esa mirada, se pueden dejar grupos fuera del alcance de la justicia o peor todavía con una justicia a medias. Es bueno, muy bueno, que podamos usarla para hacer de Cuba un mejor país. Espera un momento… ¿De dónde es que saco yo aquello de “busca primero el Reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se añadirán”? ¡Ah, si de la Biblia! Y también “bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.

3. Nada de lo que se está diciendo que promueve la perspectiva de género, es cierto. Pero quiero pensar que todo lo nuevo, lo diferente, lo que genera justicia, también genera inquietud, miedos, y sobre todo en aquellas personas que no están lo suficientemente informadas. Pero las transformaciones que ponen a tambalear los grandes o pequeños espacios de poder, siempre van a crear ansiedad. Aquí les dejo otra cita bíblica: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; por tal remiendo tira del vestido, se hace peor la rotura”. Es lo que intenta nuestra sociedad para ser mejor y más justa.

4. La propuesta del Código de las Familias hasta donde yo sé no ha salido a la luz pública aún de manera que sus contenidos no son conocidos. Lo que sí sabemos es que tiene que ir en sintonía con la Carta Magna recién votada por la mayoría del pueblo cubano en donde se garantizan derechos para todas las personas. Algo que, por cierto, para las y los cristianos de este país es familiar dado que luchamos por el derechos a no ser discriminados desde mucho antes y aplaudimos con panderetas y bombos cuando nuestro Estado dejó de ser ateo para ser laico.

5. Y hablando de Estado laico, separación total entre Religiones y Estado es lo que significa. Por tanto, si queremos que nuestra educación siga siendo pública y gratuita para todas las personas en este país, otro derecho alcanzado, lo que tenemos que hacer es garantizar la educación cristiana en nuestros hogares y en nuestras iglesias. Darle el derecho a cada quien de “examinarlo todo y retener lo bueno” (ejem, también la Biblia). Dejemos de hacer el juego a grupos de poder cuya agenda oculta o no, es la educación privada.

Nuestra tradición cristiana, nunca se olviden, es heredera de un movimiento cuya esencia fundamental es precisamente el abrirnos como seres humanos a ese abrazo infinito con el que Dios acoge a todas sus criaturas, a todo ser viviente; y las convoca a transformar el mundo no para uniformidad sino para justicia.

La autora es pastora de la iglesia Presbiteriana en Cuba

Claudia Florentin