#8M recordando a Lidia Poët, una mujer evangélica que fue la primera abogada de Italia
Desde que Netflix emitiera la mini serie sobre la abogada italiana Lidia Poët , la vida de esta mujer ha estado en varios medios de comunicación. Pero muchas ya la conocíamos porque no sólo fue una abogada brillante y adelantada a su tiempo, sino que fue una mujer de fe, de la comunidad evangélica Valdense en Italia. Lamentablemente Netflix, en sus licencias artísticas de un mercado que maneja sus propios códigos, no toma en cuenta nada de esa identidad cultural y religiosa que estoy segura fue clave para su educación y su libertad.
Claudia Florentin
Tomo datos bibliográficos publicados por Lidia Gallanti- Link al final de la nota
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Lidia nació el 26 de agosto de 1855 en Perrero, un pequeño pueblo del valle de Germanasca, en la provincia de Turín. Es la última de siete hermanos: sus padres eran terratenientes de la comunidad valdense, sensibles a las cuestiones de cultura y educación. Inmediatamente orientaron a sus hijos e hijas hacia los estudios: siendo aún adolescente, Lidia abandonó el hogar familiar y se unió a su hermano Enrico en Pinerolo, donde asistió a la escuela normal (equivalente a la escuela magistral). A los 17 años, queda huérfana de padre, pero no le falta el apoyo de su madre, que quiere ofrecer a su hija las mismas oportunidades que a sus hermanos. Lidia fue una estudiante brillante, con especial inclinación por las humanidades y los idiomas: hablaba cuatro de ellos -italiano, francés, alemán e inglés- y estudió griego y latín de forma independiente. Ocho meses después de obtener el título de maestra, logró también el certificado de fin de estudios clásicos.
Sin embargo, su inscripción en el registro de abogados duró poco: aceptada en agosto de 1883, fue anulada en noviembre siguiente, porque "es feo y de mala reputación ver a mujeres descender al gimnasio forense". Sólo a la edad de sesenta y cinco años, en 1920, Lidia pudo reingresar en el registro profesional y permanecer en él, gracias a una ley del año anterior que reconocía todas las carreras a las mujeres, excluida la judicatura.
Al no poder ejercer su profesión durante mucho tiempo, Lidia dedicó gran parte de su vida a defender los derechos de las mujeres, los menores y los presos, llegando a ser presidenta del Comité Pro-Voto Femenino a partir de 1922 y participando en numerosos congresos penitenciarios internacionales como delegada italiana.
Lidia Poët no sólo fue la primera abogada de Italia: pionera de la emancipación femenina, fue una de las creadoras del derecho penitenciario moderno y una de las promotoras del sufragio universal.
Su historia rescata el derecho al trabajo y a la afirmación profesional en una época que todavía situaba a las mujeres junto al hogar, reservando las carreras y el poder a los hombres. 140 años después de su nombramiento y del acontecimiento que la convirtió en símbolo de tenacidad y emancipación, la vida de Lidia enseña la importancia de luchar por la propia causa y la conciencia de que la verdadera justicia va mucho más allá de una norma escrita.
A diferencia de muchos de sus compañeros, la joven decidió continuar sus estudios: desafiando los prejuicios de la época, se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad de Turín, a la que asistió con excelentes resultados. A los veintiséis años, fue una de las primeras mujeres en licenciarse en Derecho, con una tesis sobre la condición de la mujer en la sociedad en la que también abordaba la cuestión del derecho de voto. Hizo su aprendizaje en Pinerolo, en la oficina del senador Cesare Bertea, y luego se presentó al examen para convertirse en abogada. En 1883, su solicitud de colegiación fue aprobada por el Colegio de Abogados de Turín, con ocho votos a favor y cuatro en contra: a los veintiocho años, era la primera mujer abogada de Italia.
La noticia es recogida por la prensa, incluida la revista femenina “La donna”, que seguirá a la abogada durante toda su carrera. Al mismo tiempo, se multiplican los textos y artículos contra la abogacía de Lidia: el nombramiento es impugnado por el Fiscal General del Tribunal de Apelación de Turín, que pide su anulación. Las razones de ello se ponen de relieve en el pronunciamiento de 11 de noviembre de 1883, en el que se argumenta que la abogacía "sólo puede ser ejercida por varones", mientras que las mujeres "no deben inmiscuirse", porque "sería de mala reputación y feo ver a las mujeres descender al gimnasio forense y agitarse en medio del clamor de los juicios públicos". Por no hablar del hecho de que se verían obligadas a ocuparse de asuntos que difícilmente corresponden a "mujeres honradas".
La disertación se extiende a factores estéticos, como la incompatibilidad entre la toga y el "extraño y estrafalario atuendo" que suelen llevar las mujeres, con el riesgo de distraer con su presencia el curso regular de las vistas. El escrito termina con una advertencia: las mujeres no deben considerar un progreso "competir con los hombres" y convertirse en "iguales en lugar de compañeras". El caso se somete al Tribunal de Casación, que confirma las exigencias del Tribunal de Apelación. La sentencia se basa en el principio de infrimitas sexus: Lidia no podrá ejercer en los tribunales por ser mujer, categoría a la que la ley excluía de la abogacía.
Dos "impedimentos
En los años siguientes, el debate se recrudeció y abandonó las salas de los tribunales para trasladarse a las plazas y los círculos culturales, donde se añadieron otras teorías contrarias a la emancipación de la mujer en la abogacía. La primera es de carácter médico: debido a la menstruación, se cree que una vez al mes una mujer no tendría la objetividad y serenidad necesarias para atender adecuadamente a sus clientes.
El segundo impedimento es de naturaleza jurídica: según el Código de Familia establecido en 1865, las mujeres no pueden acceder a cargos públicos ni gozar de autonomía económica (prerrogativa de los hombres de la casa). Lo mismo ocurre con la posibilidad de desplazarse de forma independiente y frecuentar lugares normalmente vetados al género femenino. Esto habría condicionado gravemente a una mujer abogada, minando su fiabilidad y eficacia profesional, y perjudicando así al cliente.
Surge la pregunta de por qué permitir que una mujer se licencie si no puede ejercer la profesión para la que estudió. La motivación es sencilla: la educación estaba permitida, pero sólo para proporcionar una cultura general útil para encontrar marido y asegurarse una buena posición social. Ser culta se considera un valor añadido para contraer un buen matrimonio, pero no para ejercer una profesión. Mientras el debate arrecia, Lidia no deja que eso la detenga: aunque no se le permite asistir a vistas judiciales ni firmar documentos judiciales, con los años sigue colaborando en el bufete de abogados de su hermano.
A principios del siglo XX toman forma las primeras movilizaciones femeninas: en 1908 se celebra en Roma el primer Congreso de Mujeres Italianas, en el que Lidia participa activamente, incluyendo en su programa temas como el sufragio universal, la emigración y la educación. Sobre este último tema intervendría en el Consejo Internacional de Mujeres, organizado en 1914 también en la capital. La contribución de Lidia se centra aquí en la asistencia moral y jurídica a los menores en Italia, juzgando inadecuados los sistemas coercitivos y punitivos (cárceles y reformatorios). Para ella, la educación escolar es el instrumento para garantizar un futuro a los jóvenes y un apoyo adecuado a las familias italianas.
Además de la defensa de los menores, Lidia se preocupó por los derechos de los presos y defendió el valor de la rehabilitación. En 1883 participó en el Primer Congreso Internacional de Prisiones, donde defendió la ineficacia de los planteamientos punitivos. Para ella, la redención social y moral de los presos pasa por la educación y el trabajo: entre las propuestas innovadoras, la posibilidad de proponer cursos de formación e iniciativas para devolver la dignidad a la persona y ponerla de nuevo en contacto con la realidad fuera de la cárcel. Los Congresos que se celebrarán en los próximos años configuran el moderno sistema penitenciario, del que Lidia será promotora, convirtiéndose en una figura de referencia a escala internacional en esta materia.
La Primera Guerra Mundial sacude los cimientos sociales en Italia y en Europa. El conflicto lleva a los hombres al frente, dejando a las mujeres al cuidado de los negocios y la familia. Lidia es testigo directo de este cambio y decide formar parte de él como voluntaria en el frente en las filas de la Cruz Roja, un compromiso recompensado con una medalla al final del conflicto. El cambio empieza a influir en la norma: en 1919 se propone un proyecto de ley para regularizar lo que naturalmente se había convertido en prerrogativa de las mujeres: el derecho al trabajo. El 17 de julio de 1919 se aprobó la ley número 1176 "Normas relativas a la capacidad jurídica de la mujer", cuyo artículo 7 recoge el derecho de la mujer desde ahora a todo empleo público, con exclusión de las funciones en la judicatura, la política o el ejército.
Como discutirían los movimientos feministas de principios del siglo XX, tal ley era necesaria para poner orden en un mundo cambiado por la guerra, pero no suficiente para garantizar la ansiada igualdad. Convertidas ya en insustituibles para contribuir al bienestar de la familia, las mujeres disfrutaron de su primera emancipación real, pero seguían sin poder obtener puestos destacados en la sociedad. Esto, sin embargo, permite a Lidia ganar su batalla y consigue inscribirse en el Colegio de Abogados de Turín.
Lidia no se casó y no tuvo hijos: tras una vida dedicada al servicio de los demás, murió el 25 de febrero de 1949 en Diano Marina, donde pasó sus últimos años. Está enterrada en Perrero, en el valle que le dio origen. En el cementerio local, el epígrafe de su tumba la conmemora como "la primera mujer jurista de Italia", recordando el ejemplo que supo aportar a las mujeres de su época, allanando el camino hacia una igualdad de género aún lejana, pero quizá por fin posible.
Datos traducidos del italiano por Claudia Florentin desde https://www.storicang.it/a/lidia-poet-prima-avvocata-ditalia_16020?fbclid=IwAR2uCMfnl4UOvalubFcjKha7eGGDnEmAqWITHsZ1gulDacOCWK20z189XjE