Una defensa del aborto legal, seguro y gratuito desde la teología y las enseñanzas de Jesucristo
Hay, hoy en día, muchos espacios de disidencia con respecto a los fundamentalismos religiosos, que echan luz sobre la existencia de posturas diversas sobre estos temas también hacia el interior de la iglesia. El aborto no es un dogma en el catolicismo y por tanto la posición que existe no es monolítica. En la historia de la Iglesia se han tenido distintas concepciones sobre el aborto, lo cual demuestra que esas normas morales están influenciadas por la cultura, el contexto histórico y son cambiantes. Durante los primeros siglos del cristianismo, la preocupación de la Iglesia era la constitución del matrimonio monogámico. De allí que se convirtiera el placer en un pecado y el aborto en un acto inmoral. Sin embargo, en el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino plantea que el alma humana no puede estar presente en el cuerpo aún no formado. Esta teoría fue aceptada y retomada incluso en el Concilio de Trento (1545-1563). La postura de que la vida humana se inicia con la concepción se instituye a principio del siglo XX, con el Código de Derecho Canónico. Pero también la libertad de conciencia, la conciencia individual, es parte de la tradición cristiana: toda persona, hecha a imagen y semejanza de Dios, está dotada de inteligencia y libertad para tomar decisiones éticas sobre su vida. Si no tiene esa libertad, no es una persona. La maternidad forzada deshumaniza a la mujer, la convierte en un objeto, un recipiente, una posesión más del hombre, como la casa, el buey, el asno. En cambio, la posibilidad de decidir libremente sobre la continuidad de un embarazo humaniza a las mujeres, implica un proceso de reflexión ética sobre un hecho trascendental.
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