Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes
De Silvia Federici.
En febrero de 1493, a bordo del navío que lo llevaba de vuelta a casa tras su primer viaje a América, Cristóbal Colón escribió al rey de España sobre el pueblo que acababa de conocer: «Ellos de cosa que tengan, pidiéndosela, jamás dicen de no; antes, convidan la persona con ello y muestran tanto amor que darían los corazones».1 Colón se acababa de topar con un común. Silvia Federici escribe inspirada por aquellos pueblos, es decir, por aquellos que viven y crean comunes, aunque debemos precisar que estos son quienes viven y crean común aquí y ahora, en nuestro mundo, porque Federici no idealiza lo primitivo. A ella le interesa un mundo nuevo y reencantado. En lugar de escribir misivas al rey desde su navío, Federici sobrevuela los océanos, se acomoda al traqueteo del autobús, se sumerge en las aglomeraciones del metro o monta en bicicleta y habla con la gente común, especialmente con mujeres, en África, en América Latina, en Europa y en América del Norte. Ya sea a bolígrafo, a lápiz, a máquina de escribir o en un portátil, Federici no documenta el «planeta de ciudades miseria», ella retrata nuestro planeta de los bienes comunes. Como mujer y feminista, observa la producción de los comunes en las labores cotidianas de reproducción: lavar, abrazar, cocinar, reconfortar, barrer, complacer, limpiar, excitar, fregar, tranquilizar, quitar el polvo, vestir y alimentar a la progenie, tener hijos y cuidar de las personas enfermas y ancianas.
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