Fundación "Voz de la mujer"
Viajamos virtualmente a Uruguay. Vamos!!
Nos encontramos con Blanca Armand Pilón. Blanca vive en Uruguay y es pastora emérita de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata. En 1992 fundó “La Voz de la Mujer” y para nosotras desgrana la historia.
“Porque al andar se hace camino…”
Hacer memoria es volver a pasar por el corazón, dice Eduardo Galeano. Esa memoria que de a ratos se vuelve atrevida, y de pronto se torna perezosa, vaya a saber una por qué. Memoria que conlleva fuertes y diversas implicancias.
Una implicancia personal, íntima, que hace que una recorra hacia atrás, descubra rostros ya casi olvidados, vidas con sus historias que quedaron registradas en cuadernolas que están guardadas en alguno de los estantes de las bibliotecas; nombres, muchos nombres que están registrados pero ya no tienen rostro, no porque hayan sido olvidados o no importen, simplemente porque la memoria va haciendo lugar a lo nuevo, las nuevas necesidades con sus rostros e historias concretas. Y en esa recorrida aparece la emoción de recuerdos regados por alguna lágrima que nubla la visión por algunos segundos; aparece el esfuerzo realizado acompañado de sentimientos como el miedo, la omnipotencia, la impotencia; aparecen imágenes de encuentros, de muchos encuentros, abrazos, de miradas cómplices, de desafíos, de risas, construyendo mística de liberación y de empoderamiento frente a tanta muerte, tanta indiferencia, tanto poder opresor.
Existe también la implicancia institucional. Aquella que nos hace analizar el papel de la organización a través del paso del tiempo, los avances y retrocesos, los cambios y sobre todo la participación y su relación con la búsqueda de una ciudadanía activa con y para las mujeres.
El movimiento que dio lugar a la Fundación Voz de la Mujer comenzó en Nueva Helvecia (Dpto de Colonia), Congregación Evangélica, en mayo de 1992. A fines del año 1991, un grupo de mujeres unidas por el dolor y la discriminación de las situaciones de divorcio y/o separación golpearon la puerta del escritorio pastoral solicitando un lugar y un acompañamiento. Dar un lugar siempre es más sencillo que el compromiso de acompañar que implica tiempo, energías y capacitación permanente. No fue una decisión fácil y rápida; fue puesta en oración, fue pensada y sopesada porque la percepción de que se abría algo que no sabíamos que era y hacia dónde se podía dirigir formaba parte de la toma de decisión. Y esa sensación indescriptible de saber que no había marcha atrás. Finalmente en mayo de 1992 comenzamos juntas el Grupo de ayuda mutua a mujeres en situación de separación y/o divorcio.
Primer Momento: reunirse para acompañar, escuchar, reparar, sanar, poner en palabras el dolor y descubrir situaciones que implicaron una toma de decisión en la tarea y una búsqueda de capacitación específica en Violencia Doméstica. El Grupo de ayuda mutua se reunía quincenalmente, participaron cientos de mujeres de varias ciudades del departamento, mujeres de las iglesias, mujeres de la sociedad civil, mujeres de clases sociales diferentes, jóvenes, adultas y adultas mayores, juntas, las unía una misma necesidad y una misma búsqueda. Encontraron un espacio, se apropiaron de él, lo llenaron de contenido, de experiencias, de llantos y risas, de luchas y sueños, encontrando juntas una nueva mirada al dolor desde la esperanza resucitada en vida. El Grupo de ayuda mutua funcionó alrededor de 5 años. De ese mismo grupo surgieron mujeres que se percibieron a sí mismas con la capacidad de ayudar a otras, específicamente en la temática de Violencia Doméstica. Por lo que solicitamos a una organización ecuménica en Buenos Aires la preparación de un curso que reuniera mujeres de Uruguay, Argentina y Paraguay en una capacitación conjunta. Eso se logró y un grupo de unas 6 mujeres viajamos mensualmente por tres años a capacitarnos y a supervisar el trabajo que inmediatamente comenzamos. Un tiempo profundo de movilización interna y externa, de deconstrucción de tantas formas aprehendidas de ser mujeres, analizando esos procesos de socialización de género tan naturalizados, re-significando nuevas formas de cuidados, preparándonos de alguna manera para interactuar en el espacio más público que para nosotras fueron los hospitales y policlínicas de ciudades del departamento. Desafiadas a construir nuevas formas de relacionamiento al interior de nuestras familias, comunidades y en la tarea concreta de la atención a mujeres en situación de VD. Valorizando críticamente el mundo público, generando estrategias de intervención.
Año 1995: Sin abandonar aún el Grupo de ayuda mutua, la tarea se centró en la demanda de atención a mujeres sobrevivientes de VD. Comenzó la titánica tarea de ubicarnos dentro de los hospitales para atender. Fue un proceso duro, cargado de indiferencias e invisibilidades. Sólo las mujeres que recibían la atención acompañaban a otras. Prácticamente no existíamos, no se consideraba la VD como un problema de salud, nos cambiaban todas las semanas de lugar de atención, desaparecían los afiches que colocábamos. Fue difícil hacer alianzas, sólo se conseguían cuando una enfermera o personal administrativo o de limpieza solicitaban atención para ellas o para alguien conocido. Si el mundo masculino se basa en alianzas, nosotras decidimos comenzar a implementar alianzas. Para eso hicimos talleres de sensibilización en los propios centros. La necesidad nos unió una vez más y poco a poco fuimos viendo los frutos de una siembra de sensibilidad en el compromiso. Llegamos a tener grupos de atención en 5 centros de salud de cinco ciudades del departamento durante 10 años consecutivos, en la búsqueda de una descentralización que llegara al mayor número posible de mujeres en situación de VD. La atención fue semanal hasta el año 2009 que conveniamos con el INMUJERES, en un Servicio Especializado centralizado en el Hospital de la ciudad de Rosario. Hoy, también a partir de la incidencia política, continúa el Servicio Especializado en el departamento, con 2 centros de atención a mujeres (Rosario y Colonia), un equipo de atención a varones agresores y varones con dispositivo tobillera, un equipo territorial que se ocupa de la prevención, sensibilización y capacitación.
Pero necesitábamos respaldo institucional. Lo buscamos en alianzas con compañeras y compañeros, pastoras/es en muchos casos, y con directivos de las iglesias. Para eso generamos una serie de talleres sobre VD con perspectiva de género desde el texto bíblico. Si la teología de la liberación era nuestro anclaje ahora la mirábamos desde la teología feminista. Me produce asombro hoy ver los avances de las comunidades de fe (aunque se lo que aún falta). Cuando la mirada de género atraviesa nuestras vidas y nuestros saberes ya no es posible ser la misma persona y no se puede retroceder, no se puede vivir en comunidad mirando para otro lado. “No se puede echar vino nuevo en odres viejos”, dijo por ahí Jesús. A veces se me ocurre pensar que si la Reforma Protestante fue de muchas maneras transformadora, la Teología Feminista con su análisis de Género ha producido y sigue produciendo profundas transformaciones en la mirada de una Divinidad que nos iguala desde las diferencias. Llevamos nuestros talleres a comunidades de la Argentina, Paraguay y del Uruguay. Necesitábamos personas sensibles a la hora de tomar decisiones para apoyar proyectos a favor de la superación de la VD. A nivel internacional las iglesias protestantes se alinearon en programas comunes, compartiendo además recursos económicos para hacer posible la tarea.
En lo que hace a la sociedad civil del departamento también implementamos talleres de sensibilización siendo invitadas en prácticamente todas las ciudades (liceos, escuelas, escuelas del hogar, clubes, rotarios, comisarías). Como quien dice “trillamos” el departamento.
Buscamos también el respaldo político. Primero usamos la prensa escrita, artículos que dieran cuenta de la problemática de la VD en el departamento. Después salimos en programas televisivos departamentales y en programas de radio también de alcance departamental. Cuando consideramos que los ediles departamentales se habían mínimamente informado de la situación, hicimos alianza con la única edila (partido colorado 1996). Fue ella que presentó la preocupación y la necesidad de que el cuerpo legislativo departamental estuviera informado. Fue así que fuimos invitadas en el año 1996 a presentar la situación de la VD en el departamento en una reunión ordinaria del Legislativo que declaró de interés departamental la VD, además de acordar con la Comisión de Derechos Humanos del Poder Legislativo departamental y recibir el apoyo a los cursos de capacitación que organizamos.
Pero la participación ciudadana en la superación de la VD es un proceso de construcción colectiva que requiere el desarrollo de la autonomía, el empoderamiento, un nuevo discurso que dé cuenta de una mirada crítica a los roles tradicionales de género. No era suficiente con la tarea de intervención, y la sensibilización. Por lo cual desarrollamos básicamente tres nuevas tareas: la de promoción y prevención del maltrato y abuso sexual, dirigida a niñas, niños y adolescentes (que incluye programas que realizamos en escuelas, clubes, iglesias, liceos, grupos juveniles); talleres de desvictimización, dirigido a mujeres que habían pasado por los centros de salud, para que compartieran y se conocieran en un momento nuevo de sus vidas. Porque si en un momento de sus vidas fueron muy vulnerables y se beneficiaron de un servicio seguían siendo y nunca lo habían dejado de ser sujetas de derechos. Era necesario salir del aislamiento que el violento les había impuesto, recuperar su autoestima, tomar la palabra, escucharse y hacerse escuchar porque tenían mucho para decir en esto de que lo personal es social y es profundamente político. Cuando asumieran su ciudadanía activa estarían asumiendo su propio proceso de emancipación.
La tercera tarea fue la de capacitación. Basándonos en nuestro propio aprendizaje, conceptual, metodológico y práctico elaboramos un curso de 11 seminarios que diera cuenta de un aprendizaje articulando lo personal, lo social y lo cultural de la VD. Elaboramos propuestas desde la perspectiva de género para desarrollar prácticas nuevas, creativas en el desempeño de roles y las relaciones vinculares. Ese curso lo llevamos por siete departamentos de nuestro país (Salto, Paysandú, Soriano, Colonia, Montevideo, Rocha, Río Negro) y en la provincia de Santa Fe, invitadas por la Municipalidad de Reconquista. Dirigido a profesionales, líderes comunitarios contó en casi todos los lugares con personal policial. La capacitación se transformaba para nosotras en la posibilidad de superación de la injusticia, luchábamos no sólo contra la VD sino también contra la violencia institucionalizada en lo económico, lo cultural, lo político, lo religioso, la violencia que produce el déficit de participación y el no acceso a los lugares donde se resuelve sobre la vida de las mujeres. Era imprescindible cuestionar las formas instituidas desde el patriarcado en la toma de decisiones, de resolución de conflictos, y fundamentalmente del ejercicio del poder, en las familias, en el ámbito laboral, en las comunidades, en el poder político y el real acceso de las mujeres a esos espacios de debate y resolución.
Fueron años fermentales. Implicaron un hacer continuo pero nunca un olvidarse de la conciencia reflexiva. Era el trabajo directo con las mujeres, escuchar sus demandas lo que iba produciendo también la modificación y adecuación de la tarea
En todo ese tiempo nos sentimos parte de. De un movimiento mayor que de alguna manera contenía nuestros esfuerzos, nos proveía de herramientas conceptuales, nos desafiaba a ampliar los marcos desde donde pensar y sentir la tarea. Participamos en toda instancia de formación que surgiera en nuestro país. Nos encontramos y conocimos con otras organizaciones. Invitamos a otras organizaciones al departamento. Formamos parte de redes mayores (hasta el día de hoy). Organizamos movidas de incidencia política en el departamento. Estuvimos atentas al debate internacional del movimiento feminista. Participamos de instancias mayores: Encuentro de Teólogas y Pastoras de América Latina y el Caribe (Nicaragua) sobre Violencia de Género; Encuentro Feminista en Córdoba (2006) donde estuvo como expositora Nancy Fraser. Encuentro Mundial en Estocolmo “Religiones por la Paz”, exponiendo sobre la VD. No nos sentíamos solas y a la vez afirmábamos el trabajo en el territorio como una tensión a sostener.
HOY: asistimos a cambios importantes, tanto a nivel internacional, de la región, como del país.
La Fundación Voz de la Mujer nació como movimiento instituyente en el departamento. Y vela permanentemente por no olvidarse de ser movimiento.
Su nombre habla del tiempo en que lo recibió y fue dado por las mujeres que participaban en el Grupo de ayuda mutua. Hoy hablaríamos de la voz de las mujeres, pero no lo modificamos porque remite a su propia historia y proceso.
La organización fue construyendo una voz propia y es escuchada. Construye cotidianamente un discurso y una plataforma de acción. Tiene presencia en la sociedad civil, en las comunidades religiosas y también entre los actores políticos y una legitimación social. Tiene el grado de representación social que las mujeres le puedan brindar a través de la participación activa. Por eso no puede ni debe desprenderse de la base a quien sirve y de quien recibe la identidad.
Hacia una ciudadanía activa….nuevamente.
“La reactivación de la ciudadanía en el mundo moderno depende tanto de la recuperación de un mundo común y compartido (cómo sobrevivir a la alienación), como de la creación de numerosos espacios de participación en donde los individuos pueden demostrar sus identidades y establecer relaciones de reciprocidad y solidaridad” (Hanna Arendt).
Nuevamente se hace necesario construir estrategias que salgan al encuentro de las necesidades de hoy sin abandonar identidades, y que además puedan profundizar el diálogo con el Estado.
Entendemos que debemos participar de la política social porque ella es garantía de los derechos sociales. Porque la Participación Ciudadana, es factor sustantivo del ejercicio de derechos. Y por eso…”el reconocimiento de la diversidad de intereses, capacidades y propuestas provenientes de la sociedad civil, el reconocimiento de su autonomía para organizarse y desarrollar una mirada crítica a la vida cotidiana, a los problemas del país y a la acción de gobierno, son perspectivas indispensables a la hora de generar canales de interacción del Estado con las Organizaciones de la Sociedad Civil.”
Es la construcción de un nuevo paradigma: la Democracia Genérica, la que considera efectivamente la ciudadanía de las mujeres. Las mujeres encontramos necesario proponer sustancialmente un proceso de incorporación real sostenido de equidad. Para lograrlo necesitamos establecer un proceso claro de deconstrucción patriarcal y proponer la creación de alternativas reales en el orden social y cultural que incluya el quehacer teológico como también en instituciones del estado y la sociedad civil que lo posibiliten y lo impulsen.
Una Democracia Genérica entendida como el reparto paritario de poderes, profundamente evangélico: Del Poder que se roba al Derecho del Poder (Evangelio de Lucas 8: 46-48)